Una ducha que da vida
Social ·
La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios permite asearse en sus instalaciones a personas sin recursosEl reloj marca las 10.30 horas cuando Hassan llega a la Orden Hospitalaria San Juan de Dios de Granada. Sonríe de forma educada al ... ver el rostro de María Dolores, la voluntaria encargada de darle todo lo necesario para que se duche. Su cara se ilumina y cambia radicalmente de expresión mientras agradece la oportunidad. «Todos nos dicen que su día se renueva después de pasar por aquí», dice Verónica, una de las trabajadoras sociales responsable del servicio.
La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios permite asearse en sus instalaciones a personas sin recursos de lunes a viernes de 10.30 a 11.30. Las duchas se ubican en la parte inferior del edificio y hay dos para mujeres y cinco para hombres. «Mejoran su estado de ánimo, su autoestima y fortalecen el respeto hacia sí mismos y de cara a la sociedad», detalla Verónica.
Yomara, usuaria del servicio desde hace ya tres años, entra feliz a las instalaciones. Saluda a los trabajadores y voluntarios con cercanía y cariño mientras le pide a María Dolores que le ayude a elegir ropa. Los beneficiados, además de poder ducharse, reciben ropa interior y una muda.
La mujer mide la cintura del pantalón que le entregan y, tras dar el visto bueno, trata de elegir una camiseta que esté conjuntada con la prenda inferior. «Nosotros también queremos vernos bien, estar limpios y cuidados», cuenta. Después, coge el bote pequeño de gel y champú que le dan en el mostrador y se dirige al momento del día en el que puede dedicarse a ella misma. A su lado, un chico pide ayuda para desvestirse y otro espera su turno para poder ser atendido por quienes les indican si en ese momento hay alguna dependencia libre. «Nadie se puede imaginar lo que significa esto para nosotros», expresan con sinceridad.
Los usuarios interesados pueden acudir hasta dos días en semana a asearse a la Orden San Juan de Dios. Son personas en riesgo de vulnerabilidad que viven en la calle, pero también en pensiones o con dificultades para tener suministro de agua.
Kit de higiene
Aziz es otro a los que una simple ducha le cambia la vida. Recibe con timidez el kit de higiene que le preparan desde la obra social, pero no deja escapar ningún detalle. Con un poco de espuma de afeitar y una cuchilla sale de las dependencias completamente renovado.
Unas esponjas para enjabonarse, otras para secarse, un poco de desodorante, una colonia y otros productos bucodentales completan el equipo que cada uno de ellos recibe y que los voluntarios preparan con mimo y dulzura. «Cuando estamos de suerte, tenemos también botes pequeños de perfume individual y toallas de tela», asegura María Dolores.
A sus espaldas, diversas estanterías acogen los montones de ropa que tienen de donaciones y que permiten que los usuarios dispongan de diversas mudas. Las guardan en bolsas o mochilas que cuelgan a sus hombros y de las que no se separan ni un minuto. Estos, además, tienen la oportunidad de lavar allí sus prendas y recogerlas en la siguiente ocasión.
Por dentro
La mezcla del olor a jabón y desodorante se extiende por todo el espacio. Pasados algunos minutos se une a la humedad y el vaho que impregna el ambiente. En frente del espejo de las dependencias de mujeres, Yomara peina su pelo y esparce por su piel la crema hidratante que los voluntarios le han dado. Ahora, viste la ropa que antes eligió y, perfectamente conjuntada, termina de asearse mientras otra usuaria disfruta del privilegio en las duchas. «Es un momento de desconexión que hace que salgamos de aquí con otra sensación», expresa. Después, coge sus cosas y pasea por la calle mientras ve el mundo con otros ojos y se siente completamente renovada.
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