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Sergio González Hueso
Lunes, 29 de julio 2019, 00:51
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Neymar (sí, como el futbolista) apoya la cabeza sobre el hombro de su padre. Está muerto de cansancio. Son casi las ocho de la tarde. Después de haber pasado todo el día en la playa no puede más que soñar mientras lo llevan a casa, que está en el Distrito Norte. En este lugar de calles amplias, la zona de Granada más abandonada por las administraciones y que está compuesta por la Cartuja, Rey Badis, Campoverde, Parque Nueva Granada, Almanjáyar, Caserío de Montijo y La Paz.
Siete 'tierras' desarraigadas desde la que partió el sábado un buen número de vecinos, en concreto 219, camino de la playa malagueña de Mijas. Una marea humana que disfrutó de un día de verano allende las fronteras granadinas para celebrar una jornada de convivencia con sus vecinos de la mano de 'Verano Abierto'.
Mucho antes de que el tocayo del delantero brasileño se quedara frito, la coordinadora de este programa de actividades, Beatriz Priego, explicaba en uno de los cinco autobuses que hicieron el trayecto, que todo forma parte del proyecto de intervención intercultural comunitaria (ICI) que se está desarrollando en esta zona de la ciudad. Auspiciado por la Fundación La Caixa y el Ayuntamiento granadino, el fin no es otro –cuenta– que crear una red de trabajo más eficiente y eficaz con todas las entidades que hacen su labor en el Distrito Norte. La premisa es parecida a aquello de la 'unión hace la fuerza'. Fue la Asociación Gitana Anaquerando la que capitaneó, allá por 2010, el equipo comunitario que se forjó al albur del proyecto. Tras escuchar a todo el mundo se elaboró un plan de acción. 'Verano Abierto' estaba en él. Con seis ediciones a sus espaldas, el plan se ha consolidado. Son siete semanas de trabajo comunitario, una por barriada. La más especial de todas las actividades que se realizan es pasar un día en la playa.
Un pequeño grupo de niñas se acerca con preocupación a un chico de salvamento, que ante el aluvión infantil está medio asustado. El objetivo es preguntarle qué hacer cuando el rojo es el que ondea en lo más alto del mástil que preside la playa. La mala suerte ha querido que después de salvar una distancia de 160 kilómetros para quitarse el calor de encima, este pequeño gabinete infantil de crisis y sus compañeros de viaje se hayan quedado compuestos y sin baño. Un temporal de fuerte viento ha enfurecido el mar, que está imposible. ¿La solución? chapotear en la orilla, permite el socorrista ante el prudente alborozo de las niñas. Algo es algo.
La diminuta decepción inicial se diluye rápido. Son las once y pico de la mañana y el desembarco de granadinos ya es todo un hecho. El Ayuntamiento de Mijas, con el que se ha trabajado en las últimas semanas de forma coordinada, ha reservado un buen tramo de playa frente a la caseta del servicio de salvamento. También junto a una toma de luz, que se pone a disposición de Anaquerando y del resto de entidades –Fundación Lestonnac-Montaigne, asociación socio-cultural La Paz, Centro Municipal de Servicios Sociales Norte y Escuela de Verano gestionada por la Obra Social Padre Manjón–, pues bañarse no es el único fin de la salida. «Es la excusa para disfrutar juntos, derribar prejuicios, fomentar la diversidad cultural y hacer uso del espacio público, pues la calle es de todos», enumera Sonia Sahli, la coordinadora de la asociación gitana.
El plan es casi vertiginoso. Tanto que a alguno le entran ganas de preguntar lo obvio: «Pero bueno, a ver si no vamos a poder ni tocar el mar», bromea. Tras la bienvenida y una fotografía de grupo, cada uno sabe lo que tiene que hacer. Se trabaja en equipo. Algo que caracteriza al barrio. Mientras unos montan las carpas, otros preparan los juegos o vigilan a los pequeños que desafían, de lejos, unas olas de tamaño considerable. Miguel Salazar, uno de los educadores de la asociación de La Paz, se lo suele decir a los chavales con los que trabaja: «Sólo se puede llegar más rápido, pero juntos más lejos», repite. Él forma parte del Proyecto Cometa de esta entidad, que trabaja con adolescentes desde los 14 años.
Alguno de ellos están ya haciendo piruetas en la playa malagueña ayudados de una boya que han enterrado en la arena. Con cada salto, más apetito. Es la hora de comer y vuelve el trabajo. Ahora el menú, que es abierto y diverso, tanto como lo son los vecinos del Distrito Norte. En una fila de mesas dispuestas bajo la carpa se va poniendo la comida. Hay sardinas asadas, tortillas pero también falafel o mafe, un plato de la cocina senegalesa que está triunfando.
Lo ha cocinado Asanne, que es mediador en Anaquerando y también el 'dj'. Su lista de reproducción es otro ejemplo de la multiculturalidad del barrio: lo mismo suena un poco de salsa como Saad Lamjarred y su 'temazo' Casablanca. Fátima no para de bailarlo, también sus hijos, quienes llevaban cuatro años sin ir a una playa. «No han dormido solo pensando en la excursión», se ríe esta vecina marroquí de Cartuja, que agradece este tipo de iniciativas. «En Granada no tengo amigos y me viene bien para poder salir y ver gente», explica.
Juan Carlos, presidente de Almanjáyar en Familia, añade una clave que se hace invisible para la mayoría, otro tipo de pobreza, «una de la que no se habla: la cultural, la de la falta de ocio», señala. Y es precisamente esto de lo que va el trabajo que realiza este conglomerado asociativo. Trabajar en la educación, en la convivencia y el desarrollo de los vínculos. «Se trata de tejer una red de apoyo y crear autoestima», sintetiza María, de Lestonnac.
Una unión entre todos que se ve en el baile y también para recoger. Es hora de volver todos juntos y no sin desear que días como el de hoy no sean una simple raya en el agua.
Cristóbal lleva más de 40 años viviendo en el Norte. Está esperando el bus de vuelta con Rafael, Encarnación y más familia y amigos del barrio. Está convencido de que es el desconocimiento de la gente el que alimenta los terribles prejuicios que hay sobre los vecinos del distrito. Dice tener la solución para que esto se acabe. Tiene sentido: «Que vengan y nos traten, y que luego ya digan si todos somos malos o buenos», invita.
Rafael ha hecho esta prueba muchas veces. Por su trabajo (es electricista) sale mucho del barrio derribando con su profesionalidad recelos incomprensibles. «Cuando les digo de dónde soy se sorprenden: ¿Del polígono?, me dicen. Como si yo por trabajar o ser una persona educada no pudiera ser de allí. El problema es que no saben que es un barrio donde hay gente que merece la pena y gente que no. Vamos, como ocurre en todos sitios», señala.
En el último censo que se hizo sobre esta zona de Granada, en el 2016, se señalaba que el dato de población en el Distrito Norte ascendía a 30.000 personas. Podría ser uno de los pueblos más numerosos de la provincia. Para Encarnación, es absurdo meter en el mismo saco a tanta gente. Ella ha venido a Mijas acompañada de su marido e hija Rocío, de 4 años. Lo tiene clarísimo, su barrio Campoverde es «el mejor del mundo». Y nadie, por muy importante que se crea, le convencerá de lo contrario.
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