Un desmadre en Granada solo para mujeres
Moraleda de Zafayona acoge por segunda vez un campamento femenino para la desconexión durante dos días
Leticia M. Cano
Martes, 12 de agosto 2025, 23:52
Hace pocos días dejaban a sus hijos en el campamento 'Entre pinos' de Moraleda de Zafayona y, ahora, son ellas las que cruzan la puerta ... para adentrarse en él. Las maletas son de grandes dimensiones y desplazarlas de un lugar a otro se hace complicado en un suelo que solo pone trabas. Están en la naturaleza y tendrán dos días para acostumbrarse a ella. Desde los 25 hasta los 72 años, en el campamento 'Entre madres', todas tienen un hueco para volver a la niñez y dedicarse un poco de tiempo. Para recordar que ellas no siempre son las que tienen que cuidar y que también necesitan que las cuiden.
«¿Y tus hijos? ¿Dónde están?», bromea Antonio Moreno, coordinador del campamento. Una de las chicas más jóvenes acaba de presentarse y, aunque es una de las excepciones que no tiene hijos, también ha podido acudir al campamento. «Por la experiencia que he tenido trabajando, no voy a tenerlos», contesta sonriente. 23 mujeres rodean, sentadas en unos bancos, una hoguera que aún no está encendida, pero que con el fuego que echan sus bocas podría prenderse en cualquier momento. El 'agua bendita' está siendo imprescindible mientras juegan al bingo de presentación y las risas, desde primera hora de la mañana, son incontenibles.
Esta idea nació de la petición de las madres que llevaban a sus hijos al campamento. «Podríamos hacer uno nosotras», comentaban entre ellas. «Fue por esto que, hace dos años, comenzamos a hacerlo», explica el coordinador. A media mañana comienza la instalación de las tiendas de campaña que, por momentos, parece que se trata de la construcción de una de las obras de ingeniería más complejas. Los cinco monitores que se encargan del campamento rotan de un lugar a otro para ayudarlas con el montaje. «¡Las que ronquen, que se vayan al fondo!», gritan los monitores para librarse de pasar la noche en vela. Aunque por lo que comentan, en el fondo no van a caber todas.
La ilusión se refleja en cada mirada que retrocede en el tiempo. Para unas más lejano que para otras, pero todas están reviviendo su niñez. La primera escapada, la primera noche durmiendo con amigas o la primera fiesta. La mayoría de ellas tienen hijos o familiares a su cargo, trabajo o una casa que sostener. Son hijas, son madres, son cuidadoras, son trabajadoras y son «todoterreno». Porque ellas pueden con todo, pero necesitan descansar. «Entendemos las circunstancias de cada una de vosotras, pero vamos a intentar no coger los teléfonos. Solo cuando sea imprescindible», anuncia Antonio Moreno.
Las tiendas de campaña ya se han quedado preparadas mientras los últimos colchones se van inflando. El único 'hombre' que está por allí –a excepción de tres de los monitores– es Kevin, Así ha llamado Mario Fernández, monitor del campamento, ha llamado al muñeco hinchable que María José ha ganado en el juego de presentación. Se lo llevan a todos lados y le añaden todo tipo de accesorios. «Este duerme conmigo», se escucha entre un corrillo de risas.
Kevin se queda vigilando la zona de descanso, mientras las madres se disponen a tirarse por la tirolina. Mari Carmen Palacios, con su actitud arrolladora, es la primera en probarla. Es su segunda vez en el campamento, se podría decir que por ahora ha hecho pleno y no parece que vaya a faltar al siguiente. «Esto nos va a servir para despejarnos y desconectar», comenta. «La vida fuera es muy dura. Somos como MacGyver», añade su compañera. Aseguran, entre risas, que sus maridos e hijos se han quedado «descansando», pero ellos, más que nadie, son conscientes de que necesitan este respiro.
La hora de la tapa se ha juntado con la hora de la 'juerga' en la tirolina, por lo que han montado un picnic improvisado. Son madres aquí y en todos lados. A ellas se les acumula la tarea, son de las que hacen mil cosas a la vez y, aun así, están pendientes del resto. «A aquella gente le falta una tapilla», dice Sonia, refiriéndose a Mario, Alicia y Rocío, los monitores que las reciben en el otro extremo de la tirolina.
Y allá va. Con su arnés, sus gafas de sol y su sombrero como si fuese a un concierto de El Barrio con un buen toque de brillo a su alrededor. Lleva una bandeja en la mano llena de comida –al menos, envuelta para que no se caiga– y a grito pelado desciende a toda velocidad para cuidar a los que estos días las cuidan.
Tras la jornada matutina, entran a la 'casa' donde se encuentra la zona de ocio. Allí se descalzan sin miedo a los temidos resfriados y se sientan por primera vez en todo el día –aunque esta vez no lo han verbalizado–. Juegan, ríen, cantan y bailan. Aún les quedan los juegos y bailes en la piscina, y la fiesta nocturna, que pretende finalizar a las 2.30 horas, pero que, de momento, es la única orden que se van a saltar.
Las amenazas de coger las maletas e irse de casa ante el desorden –o cualquier desacuerdo– se han hecho realidad. Se han ido, pero con billete de vuelta. No por huir, sino por encontrarse. Han descansado de una vida que no las deja parar. 23 mujeres convertidas en niñas sin preocupaciones que dejaron los problemas al otro lado de la valla y, aunque tengan que recogerlos cuando salgan por la puerta, sabrán que 'Entre madres' será su refugio donde volver cada verano.
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