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Alfredo di Stéfano.
El secuestrador que apostaba a los caballos con Di Stéfano
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El secuestrador que apostaba a los caballos con Di Stéfano

Fallece Paúl del Río, uno de los guerrilleros que retuvieron a la estrella del fútbol durante tres días

Javier Bragado

Martes, 7 de abril 2015, 03:03

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Paúl del Río fue Máximo Canales durante gran parte de su vida. El apodo del hijo de asturianos anarquistas le acompañó en su actividad política al frente de guerrilleros en Sudamérica. Pero no sólo fue Máximo Canales, el subversivo, sino que también elevó su nombre real -Paúl del Río- como popular caricaturista y pintor de las más variadas corrientes del siglo XXI. Sin embargo, llegada su muerte este lunes 6 de abril, el punto que destaca en su biografía es el de un secuestro del que nunca se arrepintió: el del mejor futbolista del mundo.

En 1963 el ambiente en Venezuela era inestable. El ascenso al poder de Rómulo Betancourt se había tornado en una desilusión para los activistas de la oposición y se buscaba una acción que tumbara al Jefe del Estado. En esas circunstancias se produjo un curioso cruce de caminos que acabó con una estrella del fútbol en manos de los guerrilleros del país: el Real Madrid iba a disputar una serie de partidos en Caracas y varios revolucionarios se colaron en el hotel para invitar a Alfredo di Stéfano a acompañarles. El jefe de la operación fue Paúl del Río, conocido con el nombre en clave de Máximo Canales.

Durante tres días Di Stéfano se encontró a merced de unos hombres que trataban de tranquilizarle con promesas de libertad una vez conseguida la publicidad aunque con permanente vigilancia armada. «Llegó uno que parecía el jefe y resultó llamarse Canales. Me lo explicó todo: No le va a pasar nada, esté tranquilo, queremos que el mundo sepa quiénes somos. Nuestro país, Venezuela, está explotado por las grandes potencias en el negocio del petróleo», explicó La saeta rubia en su biografía. «Llegaron tres que se quedaban siempre por la noche con una metralleta cada uno. Muchas veces tenía intención de saltar por la ventana, era un primer piso, pero siempre tuve miedo, porque pensé que tenían orden de disparar», confesó La Saeta Rubia.

De aquellos momentos se guardan versiones diferentes. «El secuestro duró tres días. Se me hicieron eternos. Ellos se portaban bien conmigo, jugaban a las damas, al ajedrez, e ponían la radio, me traían los periódicos. Me preguntaban qué quería de comer, pero el miedo me había quitado el apetito», reveló el argentino que logró que no le raparan el pelo. «¿Que si llegamos a ser amigos?, Por supuesto. Pudimos hacer cierta amistad durante 72 horas. Él era muy amable, muy simpático, sereno y los dos teníamos cierta facilidad para las relaciones públicas. Fuimos amigos accidentales. Jugamos también al dominó y apostamos a los caballos», contó Del Río años después sobre su tema de conversación favorito durante lo que denominó «convivencia forzada» en aquella situación. «Le hice un dibujo al señor Di Stéfano y se lo regalé. Estaba yo recién salido de la cárcel y tengo entendido que Alfredo tuvo colgado el cuadro en la habitación de su casa durante muchos años. Por eso el motivo del cuadro que le regalé fue sobre los caballos de apuestas», sostenía Canales.

La única ocasión en que se reencontraron lejos de Caracas fue en 2005, con motivo de la presentación de Real, la película. Canales nunca se había arrepentido de aquellos momentos y reconocía que aunque pisó varias cárceles nunca fue por aquel delito. Di Stéfano tampoco había olvidado los nervios que pasó aquellos días. Según el director del diario As, Alfredo Relaño, el argentino se negó a estrechar la mano del delincuente y le dijo: «Usted hizo pasar mucho miedo a mi familia. No tenemos nada de qué hablar». Después del inusual encuentro citado nunca recordaron en público aquellas horas. Según Del Río, «porque la prensa estaba tocando el tema de un color muy amarillista». Sólo la muerte del guerrillero ha recuperado el peor recuerdo de su víctima y el momento de fama del secuestrador.

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