De Monachil a Catar para conquistar un sueño
El técnico Matías Ramírez aplazó su «teórica vida perfecta» para trabajar con la selección sub 19 asiática
Sergio Yepes
Lunes, 15 de agosto 2016, 00:05
«Aún recuerdo las palabras de Natalia, la mayor de mis dos hijas: 'Papá, vive tu sueño, arriésgate. Si no lo haces, te vas a ... arrepentir siempre'. Y lo hice». Un año y poco después de haber cumplido los «cuarenta y diez» que le escuchaba cantar a Joaquín Sabina, el monachileño Matías Ramírez (27/12/1964) se decidió a abandonar la que «en teoría era la vida perfecta». Aquella que giraba en torno a «un trabajo estable» que encima «me permitía compaginarlo con mi vocación de entrenador y con una familia maravillosa de la que podía disfrutar a diario». Y todo porque cuando el técnico granadino Óscar Cano le presentó el reto de acompañarle como auxiliar en la selección sub 19 de Catar, para así preparar y disputar en octubre la Copa de Asia, comenzó a comprender que «posiblemente sería una de las últimas posibilidades de poder hacer de mi pasión el medio de vida». De aquel instante en el que subió al avión para así «poder cumplir mis ilusiones» han pasado ya siete meses. Porque aunque «todavía me pregunto cómo fui capaz», lo cierto es que «logré vencer mis miedos». Y eso ahora le hace estar viviendo una experiencia «irrepetible» en la que cree que «no se acumulan los días, sino momentos para el recuerdo».
Ramírez, técnico de largo recorrido en banquillos menores de la provincia como los del Huétor Vega, el Otura, el Arenas o el Iznalloz, nunca dejará de estar agradecido «por los apoyos que recibí» a la hora de dar el paso. De modo especial valora «los que me brindaron mis compañeros en el Ayuntamiento de Monachil», que es donde ejercía como titular del departamento de recursos humanos y donde encontró la tranquilidad suficiente «para poder embarcarme en esta aventura». Embarcarse en una singladura que le permite disfrutar de una realidad que le era desconocida y que llegó propulsada por la Academia Aspire, un extraordinario centro de alto rendimiento con sede en Doha que fue el que «nos contrató a Óscar y a mí» para poner a disposición de ambos todo tipo de facilidades bajo la dirección del también español Roberto Olabe, que es quien les empezó facilitando la «adaptación» y el desempeño cotidiano.
Así, Matías Ramírez ya no se encuentra «con problemas propios del fútbol modesto como que el campo de entrenamiento esté ocupado por una peña, que los petos no se hayan lavado o que sólo haya a disposición cinco balones», sino que dispone de los más lujosos recursos al servicio de un método de trabajo francamente innovador.
«'Lavín compae'»
«La Academia está en medio de los clubes y de la Federación de Catar. Y su fórmula de trabajar consiste en tener a diario a futbolistas destacados que los fines de semana pasan a jugar con sus equipos. Así, y aprovechando también que cuenta con medios que están al alcance de muy pocos equipos, pueden formar para las diferentes selecciones nacionales a los talentos que tienen entre seis y dieciocho años», señala Ramírez con el orgullo añadido que le reporta el estar desarrollando su labor en las que «posiblemente sean las mejores instalaciones del mundo».
Y eso es algo que va también en beneficio de un tipo de jugador que tiene condiciones y hábitos muy diferentes a aquel al que estaba acostumbrado. A ese mismo que «poco antes de comenzar a entrenar te podía acabar llamando para decirte que no se podía presentar porque le habían surgido complicaciones en el trabajo». De hecho, Ramírez explica que «los futbolistas que conforman nuestra selección tienen prácticamente garantizado actuar en equipos de Doha de Primera división. Y eso no sólo supone que tengan prestigio, buena remuneración y todo aquello con lo que sueña el jugador de fútbol cuando inicia su carrera, sino también que conceptos como el esfuerzo, el sacrificio o la disciplina sean difíciles de asumir para ellos».
Eso sí, el monachileño también advierte que sus pupilos presentan «predisposición absoluta para ser competitivos y para aprender conceptos básicos del juego». Y eso, en definitiva, facilita mucho su labor en sesiones preparatorias en las que gobierna el gran tópico. «Podemos dar fe de que, efectivamente, el lenguaje del fútbol es universal. Pero aparte de con gestos, también nos comunicamos en inglés. Y si tenemos en cuenta que estamos logrando que ellos hablen 'granaíno' antes que nosotros árabe», se hace comprensible que nazca el entendimiento e incluso sean «de uso común expresiones como 'lavín compae'». Que es justamente lo que Cano y él mismo habrán dicho al advertir las particularidades de Catar. Las que suman un plus a la aventura pretendida.
«Es un país en el que la mayoría de la población es extranjera, en donde no hay sensación de inseguridad y en el que confluyen paisajes desérticos con los rascacielos más extravagantes y los hoteles de mayor lujo», contextualiza Ramírez para después descender al detalle y aseverar que «la vida en Doha es completamente diferente a la de Granada. Principalmente en estos meses de verano, que es cuando se desarrolla en espacios interiores para combatir con aires acondicionados los cincuenta y cinco grados que puede marcar el termómetro».
El técnico se lo explica así también a su familia, que es con quien se viene comunicando por «WhatsApp y Skype» para transmitirle igualmente sus inquietudes. Es consciente de que le resultará «muy complicado» perpetuar su condición de entrenador profesional pero sí que al menos la podría prolongar por un tiempo más en función de distintas variables como que en el torneo que se celebrará en Bahréin «quedamos entre los cuatro primeros y nos clasifiquemos para el Mundial de 2017».
Ahora bien, a la espera de lo que suceda tiene claro que «no por pensar en qué puede suceder mañana voy a dejar de vivir un solo día con la intensidad que lo estoy haciendo». De hecho, se siente «un enorme privilegiado» y no sólo cree que está multiplicando por mil la satisfacción que le reportó el haber sido scouting del Melilla o el Granada sino también que le ha ganado el partido «al confort de la rutina diaria». Está convencido de que «adopté la decisión correcta» y de que ha conquistado su sueño.
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