Curry es de todos
Pese a su tremenda superioridad y el daño que hace a quienes enfrenta, es habitual escuchar los suspiros de admiración y sorpresa en las gradas de todo Estados Unidos
Carlos Balboa
Viernes, 13 de noviembre 2015, 12:16
El mundo del deporte nos ha regalado un buen puñado de nombres universales que casi todos hemos asumido como propios. Disciplinas como el atletismo o ... la natación son muy dadas a la idolatría general, sobre todo porque se mantienen al margen de la pasión que despierta la bufanda. Carl Lewis, Usain Bolt y Michael Phelps son tres ejemplos de admiración inquebrantable, hasta el punto de que, cada vez que han competido, la atención sobre la pista o la piscina se ha disparado simplemente por el poder de seducción que desprenden. El caso de Federer podría ser casi idéntico, sino fuera porque algunos han entendido mal la sana rivalidad (y deliciosa) que mantuvo con Nadal. Sin embargo, su estatus es innegociable. Nos ha hecho gozar como nadie con la raqueta en la mano.
Coincidirán conmigo en que en los deportes de equipo la cuestión se torna un poco más complicada. Miren el fútbol. Pocos dudan en afirmar que Pelé es uno de los mejores jugadores de la historia. De hecho, siempre figura en todas las listas. Cuando se ponen sobre la mesa los nombres de los azulgrananas Maradona, Cruyff y los blancos Di Stéfano o Zidane, hay opiniones para todos los gustos, muchas de ellas emitidas desdes el forofismo. Más crudo es el debate si lo situamos en el presente y lo reducimos a Messi vs Cristiano. Culés y madridistas, en su gran mayoría, se niegan a aceptar, al menos en público, que su rival sea considerado un crack de élite mundial. Y más enérgicamente rechazan que estemos asistiendo a un momento especial al poder disfrutar de uno o de otro.
En el baloncesto español sucede algo parecido, sino igual. En cambio, la lejanía de la NBA nos ofrece la posibilidad de moldear figuras a las que adorar sin el alfiler de la negación sistemática al contrario. Cada uno tiene su equipo favorito, interiorizado en muchos casos por la magnitud de estrellas como Magic Johnson, Larry Bird o Michael Jordan. Más reciente es el caso de Lebron, a quien muchos han seguido incondicionalemente en su viaje de ida y vuelta entre Cleveland y Miami. En este sentido, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que existen dos grupos en torno a su figura: los 'lebronistas' y sus 'haters', que son aquellos que no acaban de aceptar ciertos aspectos de su juego o algún que otro gesto más que discutible. Pero su valoración como uno de los dos jugadores más dominantes del planeta es incuestionable.
El otro, a día de hoy, es Curry. Tras conquistar su primer anillo de la NBA y el MVP de la pasada temporada regular, el inicio de este curso está poniendo en evidencia que estamos ante un elemento extrañamente apasionante y adictivo. "Vamos 10-0 y tenemos la impresión que podemos mejorar". Lo dice él mismo, que ha completado una primera decena de encuentros para enmarcar. Sus números, incontestables a todas luces hasta el punto de superar los de Jordan en la campaña del 72-10 de los Bulls, hablan de un jugador aplastante. No obstante, más abusiva es todavía la forma en la que aniquila a sus oponentes. Mezcla una facilidad pasmosa para anotar de tres con una elegancia y efectividad inaudita en las penetraciones. "Mete los triples como si fueran bandejas", comentaba hace poco Niko Mirotic con conocimiento de causa.
A día de hoy, el base de los Warriors anda anotando 33.3 puntos en 34 minutos por noche, a los que añade 5.6 asistencias y 5.4 rebotes, con un 53% en tiros de campo, 47% en triples y 92% en tiros libres. Son sólo 10 choques sí, pero esos datos bastan para zanjar cualquier tipo de duda que hubiera en torno a un supuesto rendimento esporádico. Y es que Curry se puso un poco tarde bajo los focos (va camino de los 28 años) pero tiene toda la pinta de que no van a dejar de alumbrarle. Mientras tanto, amortiza cada entrada que se paga por verle, ya no sólo en su casa (un Oracle Arena que tiene rendido a sus pies), sino también en teatros rivales. Porque sí, él entiende el baloncesto como nunca nadie nos lo había mostrado: como un espectáculo constante reforzado de una competitividad brutal que resulta en el éxito más rotundo. Desde la perspectiva del más bajito domina todas las situaciones sin contemplaciones. Pese a su tremenda superioridad y el daño que hace a quienes enfrenta, es habitual escuchar los suspiros de admiración y sorpresa en las gradas de todo Estados Unidos. Como en su día hiciera Jordan, el '30' de los Warriors sobrepasa los límites de la rivalidad para asentarse en el reconocimiento absoluto. "¿Puede haber alguien a quien no le guste Curry?" leí hace poco en Twitter. Me cuesta creerlo, porque Curry es de todos.
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