Declaración de amor a la 'Pachamama'
Tico Medina loa a su tierra, recuerda a Cousteau, narra un encuentro en el AVE y propone el Premio Lorca para algún autor o autora de Granada
tico Medina
Domingo, 15 de diciembre 2019, 00:44
A pesar de lo que terminen, firmando, pactando, los de la Cumbre del Clima, que aunque es
bastante importante, no llegan a saberlo ni ellos ... mismos. Creo poco, desde hace mucho tiempo, en eso que se llama, las Cumbres, por que siempre se quedan en los protocolos, las palabras sueltas, lo que no vale un duro. Palabras, solo palabras.
Pero eso si, no le quita, para que este viejo contador de historias, ocupe su pagina semanal, haciendo esto, que no llevo haciendo ya desde hace mucho tiempo, y que es declarándole mi amor, mi amor, total, a esa palabra antigua, que yo aprendí cuando andaba de vagabundo de América, para contarlo en ABC, cada día –día por día– desde Usuhaia al sur del sur, hasta el río grande, en Tijuana ¡que ya se lo he contado tantas veces!
Lo cierto, es que la Pachamama, quiere decir, madre tierra, o más concretamente, esta fundida en dos palabras, una que es la de Pacha, que quiere decir, en quechua, donde yo la aprendí por vez primera, tierra, y la otra, mama, se puede decir arrastrando dos veces la eme segunda, como decíamos en mi pueblo a nuestra madre, mama, que me gusta incluso más que mamá con acento en la segunda, por que me estoy volviendo más que nunca de mi pueblo y quiero que conste en esta crónica otra vez.
Cousteau
Paleto, cateto, amador de la madre tierra, que bien que me acuerdo, aquel día, en el barco del capitán increíble, que en el Calipso, en el mar de Hernán Cortés mientras follaban las ballenas y saltaban los delfines y veíamos a las tortugas inmensas como venían a comer lo que fuera en las más transparentes aguas marinas del mundo…
–¿Cómo ha dicho que se llama?Pues, Medina, que sepa usted, que le decimos planeta tierra a lo que debíamos llamar, sin duda, planeta agua, que no hay más que mirar al mapa de los océanos…
Se trataba del comandante Cousteau, hace ya algunos años y llevaba toda la razón, palabra de sabio, porque en el globo, hay tres veces, tres de agua y solo una, una tan solo, de tierra. Bueno pues le llamamos tierra. Tierra a la vista, tierra sobre la que pisamos, de la que vivimos, que labramos, maltratamos, pisamos, y repisamos, muchas veces maltratamos, sembramos y castigamos.
El paisaje del arroz
Yo amo, a la pachamama, esa vieja dama, que permite poner de actualidad, aquella vieja frase de que la arruga es bella y es cierto, la costura del arado, aquel paisaje del arroz, de Vietnam, elegante y productivo, la tierra bien labrada, cuidada con amor o como hace a veces por ejemplo Alfredo Amestoy que se que ahora mismo está navegando hacia la nueva América, hacia Honduras, creo, donde existe eso que se llama y que es cierto, la civilización del maíz, la religión del maíz, como aquellas tierras que cuando yo veo pasar, o soy yo el que pasa siempre camino del sur, primero amarillo cereal, luego inmediatamente verde viñas, más tarde encinas, paisajes antiguos y ya antes de llegar a Granada, olivos, que yo solo tengo uno, aquí a pie de ventana en el jardín comunal, al que veo crecer con el cabello suelto, bajo la lluvia, el sol de la contaminación, subiendo a pesar de todo, creciendo, aguantando…
Amo, a la pachamama, de la que he escrito tantas veces, película de la pachamama, serie de la pachamama, poema larguísimo de Neruda a la pachamama, mayas de la pachamama…
Te rezo , te necesito, tanto como amo al agua, que a veces es el esperma de la tierra y aprovecho para felicitar de todo corazón, de verdad, al nuevo presidente de los copatronos del agua, Jerónimo Páez, mi viejo amigo, una muy buena vota elección, votación y a su nuevo vicepresidente, mi queridísimo y viejo amigo, aunque no quiere saber nada de mi, José María Guadalupe que en su día me llevo hasta esa mesa querida, del Carmen del Cristo de las Azucenas, donde reside la fundación Emasagra…
¡Cómo me hubiera gustado estar ahí, copatronos, compañeros, que permitís que siga estando en esa mesa, donde tantas veces, tantas, me he sentado, y he opinado y he dicho aquello, de que la mejor agua del sur, es el agua, que decía ser el agua, que viene de las sierras blancas de Granada, de la nieve directamente, dentro de aquellas acequias siempre a punto que los zirís, y los nazaríes, hicieron hace tantos años, que el otro día en el AVE me encontré con el que fue ministro de Exteriores, con el que tanto viaje por las Américas con los Reyes, Marcelino Oreja que me recordaba ¿Te acuerdas Tico, de aquel día que en aquel estadio de Centroamérica, le dijo al rey Don Juan Carlos, aquello de –como tengo más edad que él, le añadí las inolvidables, hermosas palabras:
–Majestad, llevamos más de quinientos años esperándole
–Y fue ministro o el presidente Oduber de Costa Rica.
Encuentro en el AVE
Tiempos aquellos, paisanos. El mismo día formidable, en el que viaje con la reina Doña Sofía hasta Córdoba, en el AVE y me gusto saludarle y darle la mano, respetuosamente aunque me hubiera gustado tanto decirle, de haber podido hacerlo:
–Señora, que le están ninguneando al niño. Por su hijo el rey Don Felipe. Aunque aguanta con la constitución en la mano, recibiendo, sonriente, pareciendo que está tranquilo, aunque la procesión va por dentro. Como conmigo se quedan que comentar tantas cosas.
El premio Lorca
Como por ejemplo y como académico inmerecidamente siempre, ¿Por qué no dar el premio García Lorca, a un poeta granadino, si hay tan buenos y tantos?Pero en fin, bueno es que lo sigamos dando en estos difíciles momento que estamos atravesando...
Eso sí, siempre pienso lo mismo. ¿Por qué no hacer una revolución? Sí, una revolución, digo, para que además de los pueblos vacíos, seamos capaces de poner en marcha, una puesta, pero ya, ni más ni menos, que el milagro de que la mucha tierra vacía, que hay mucha, muchísima, demasiada y al estilo de Mao, incluso, y perdonen por el sueño, seamos capaces de sembrar para después recoger, que aunque ya se que no hay agua, la hay, lo que pasa es que hay que buscarla, penetrar la pachamama, San Isidro Labrador, San Roque mismo, la Virgen incluso de los campos andaluces que es la de Araceli y a la que yo pregoné en su día cerca de la torre en Lucena, en la que estuvo preso Boabdil, tan granadino, tan nuestro, del que tanto sabe mi amigo, si bien lejano, Antonio Enrique de Guadix, que es una tierra que acaba de conceder el premio Pedro Antonio de Alarcón a la Ariza, extraordinaria periodista que sigue aguantando el tipo, y bonito, en un sitio tan difícil como esta siendo París estos días… Que en todas las partes cuecen habas, como dice el refrán y lleva como todos los dichos de la tierra, toda la razón del mundo.
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