Decenas de pozas se usan sin seguridad, control ni señalización en la provincia
Los granadinos se refrescan en ríos, pantanos y manantiales en muchas ocasiones sin estar autorizado, a lo que se suma la confusión sobre quién gestiona estas zonas
Más allá de las playas, los granadinos buscan otros oasis en los que refrescarse en este caluroso verano. Ríos, pozas, pantanos y manantiales se configuran ... como opciones para aquellos que quieran darse un baño sin tener que desplazarse a la costa, especialmente desde la pandemia, cuando el turismo de interior dio un empujón. Sin embargo, no todos estos espacios están adaptados para tal fin y, en consecuencia, los peligros son más evidentes que en las playas, al no contar con medidas de seguridad y señalización adecuadas, y tampoco con socorristas. El ejemplo más reciente se remonta al pasado fin de semana, cuando un niño de 8 años de edad perdió la vida ahogado en una poza natural del Paraje del Río, en la localidad de Albuñol.
La normativa autonómica establece que la Consejería de Salud debe elaborar un Programa de Actuaciones para la vigilancia y control de las condiciones de salubridad de las aguas y zonas de baño, que comunica después a los municipios afectados. Al inicio de la temporada estival, la Junta publica un informe sobre calidad sanitaria de las aguas continentales andaluzas, que actualiza quincenalmente. En el último, que abarca los primeros 15 días de agosto, establece seis puntos autorizados en la provincia de Granada por tener un agua con suficiente calidad: tres embalses -Negratín, Bermejales y Cubillas-, un río -el de la Toba, en Los Guájares- y el manantial de Fuencaliente -en dos puntos distintos, Huéscar y Orce-. La clasificación de todos ellos es «buena» o «excelente» y el agua está calificada como «apta».
El resto de ríos, pozas y demás zonas naturales con agua, que se cuentan por decenas, no se encuentran registrados en el censo, por lo que no están controlados ni habilitados para el baño, a pesar de que se trata de una actividad habitual. En consecuencia, la mayoría no tiene señalización que deje claro las normas de seguridad y si está o no permitido el baño; además, en ningún caso hay socorristas. Por otro lado, no está claro quién se encarga del control y gestión de estos espacios, puesto que dependen de la Junta de Andalucía, Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), Parque Natural de Sierra Nevada y/o ayuntamientos, dependiendo del tipo y la ubicación.
Desde la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir explican que los ríos «son de uso común» a no ser que esté expresamente indicada la prohibición de bañarse. En Granada capital, por ejemplo, no está permitido hacerlo en el río Genil, pero es común encontrar a personas caminando dentro cuando el caudal lo permite. Este organismo no interviene en materia sanitaria, solo cuando tiene que dar autorización para realizar obras, si un municipio, por ejemplo, quiere crear una pequeña playa artificial.
Este extremo ha sido confirmado igualmente por el director del Parque Nacional y Natural de Sierra Nevada, Francisco Muñoz, que recuerda cómo la norma no recoge una prohibición expresa de baño en los ríos del parque nacional y parque natural, salvo la limitaciones general de conservación (está prohibido coger fauna, flora, dañar vegetación, vertir residuos, basuras, usar fuego...).
Los tramos de río que discurren por el parque natural donde es habitual el baño -o andar por el cauce y márgenes a modo de sendero- son, según indica el director, el río Monachil (Los Cahorros); río Dílar (área recreativa); río Dúrcal (sendero de los Bolos); río Andarax (localidad almeriense de Padules, en la zona más oriental de Sierra Nevada); río Bermejo (se realiza descenso de barrancos); y río Poqueira (se hace descenso de barrancos y baño en alguna poza a la altura de Pampaneira). Donde sí está expresamente prohibido el baño es en las lagunas de alta montaña, «ecosistemas muy frágiles que cuentan con una biodiversidad irreproducible», aunque han detectado «en alguna ocasión a gente bañándose o a punto de ello», apostilla Francisco Muñoz.
Los ayuntamientos, en medio
Al hablar con los ayuntamientos, las respuestas son variadas. Algunos son rotundos a la hora de afirmar que el baño está permitido en sus aguas; otros lo niegan y otros lo desconocen, pero aseguran que la gestión no depende de ellos. Uno de los lugares preferidos por los granadinos en verano es el río Dílar. En el área recreativa, apostilla el alcalde, José Ramón Jiménez, «no hay ninguna ordenanza que impida el baño». Además, las presas se quitaron y solo quedan las de las acequias, «que no tienen mucha profundidad».
Río Verde, en Otívar, atrae a cientos de personas cada verano. La teoría es que no está permitido recorrer el río sin autorización de Medio Ambiente, pero en la práctica solo la piden las empresas de turismo activo que realizan allí actividades, no los particulares que van por libre. Otra de las rutas más concurridas es la de los Bolos, en Dúrcal, que no está autorizada como tal para el público, pero su acceso «no está limitado» y atrae a muchísimas personas. Igual ocurre en los baños de Urquízar, en la misma localidad. «Están en plena naturaleza, no hay señalización, ni medidas de control, ni el agua está tratada, es del cauce», recuerda el alcalde, Julio Prieto.
Un punto en el que se han producido dos problemas graves son las pozas del paraje La Raja, en los Baños de Alicún de las Torres, perteneciente al municipio de Villanueva de las Torres. Un chico falleció después de tirarse y golpearse con unas piedras y una riada casi se lleva por delante a una mujer. «Cuando llueve mucho el agua sale por allí, si hay tormentas cerca es mejor no ir», asegura la alcaldesa, Dolores Serrano, que recuerda que son «pozas públicas sin aforo ni normas». La mayoría de visitantes son foráneos, así que desconocen esos precedentes.
En el caso de Trevélez, su alcalde, Adrián Gallegos, afirma que el baño está autorizado en la poza del río Grande «de toda la vida». Nunca ha habido problemas hasta la semana pasada, cuando una gran riada obligó a desalojar a los bañistas. «Nosotros pedimos autorización para hacerla, no cubre más de un metro y veinte centímetros», detalla el regidor, que espera tenerla restaurada de cara al próximo verano, después de los destrozos de la riada.
En Vélez de Benaudalla, el ayuntamiento ha pedido a la Junta que les ceda la playa fluvial, que atrae cada vez a más curiosos, para poder gestionarla. «Entendemos que en el río está permitido bañarse, porque están haciendo una senda a ambos lados», señala el alcalde, Francisco Gutiérrez. En el manantial de Santa Fe, dice su alcalde, Juan Cobo, el ayuntamiento no tiene competencias; se encuentra en un terreno privado. Son pozas que «no están controladas» en las que la gente se baña desde que el propietario retiró el vallado y al vigilante de seguridad que controlaba la zona.
Caídas en el recorrido
En Monachil se encuentra una de las rutas más concurridas, la de los Cahorros. Es común encontrar imágenes en redes sociales de personas junto a la cascada, pero el alcalde, José Morales, recuerda que no hay «nada habilitado para el baño», así que teóricamente está prohibido. «Hay quienes meten los pies y ya está y quienes se bañan. No ha habido problemas hasta ahora, que yo sepa, solo caídas en el recorrido», manifiesta. En esta epoca el caudal no es abundante, pero en primavera, con el deshielo, sí aumenta. «El río es de la CHG, está dentro del Parque Natural de Sierra Nevada y todo en el término de Monachil», aclara.
En Güejar Sierra hay una mezcla. Cuentan con una zona de baño en el río Maitena y Charcón, que es un paraje del río Genil, pero aparte se han creado «pozas» donde no hay tramitadas zonas de baño. Se encuentran, según resalta el alcalde, José Antonio Robles, justo en la cola del embalse, donde empieza el Puerto de Hazallanas, debajo del puente. «Se han creado recientemente», especifica. No hay señalización ninguna, pero asegura que no se han registrado daños en la zona. «El agua no cubre», añade.
Por su parte, en Alhama de Granada cuentan con unas termas históricas en el lecho del río autorizadas para el baño. «No tienen profundidad, son como una bañera grande sin riesgo ninguno», señala Jesús Ubiña, el alcalde. El peligro, asegura, estaba en el acceso, por lo que colocaron unas escaleras metálicas que le costaron «una multa de la CHG de 4.000 euros». Según comenta, las termas están situadas en la entrada de un hotel que, de hecho, tiene la concesión del manantial, pero pretenden cambiar la ubicación de las mismas a otra zona con fondos europeos, «para mejorar la imagen».
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