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Lewis MacDougall y el árbol de apariencia pseudohumana tras el que se esconde Liam Neeson.
'Un monstruo viene a verme'

'Un monstruo viene a verme'

Bayona recrea la historia de un niño solitario que sobrelleva a duras penas su situación familiar gracias a la ayuda de un ser monstruoso con forma de árbol

ANTON MERIKAETXEBARRIA

Viernes, 27 de enero 2017, 12:11

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Un niño solitario sobrelleva a duras penas la enfermedad terminal de su madre y el siniestro acoso escolar, gracias a la ayuda de un ser monstruoso con forma de árbol, a quien pone voz y movimientos el actor Liam Neeson. Premisa argumental de un cuento fantástico para adultos, dispuesto a atrapar tanto el dolor de la desgracia, como la luz de la esperanza. A partir de ahí, "Un monstruo viene a verme" se convierte en un lienzo en blanco sobre el terror ante lo desconocido y en un delicado encaje de emociones y sentimientos, con fosforescencia propia de luciérnagas.

Después de ver este filme de J.A. Bayona, uno se reafirma en la convicción de que no hay buenas o malas historias, sino buenas o malas películas. De otra manera, el crítico, como espectador, no se vería cautivado por la belleza de sus imágenes, aceptando la existencia de otros mundos, que gracias al talento de su director, están en este. Y ¿por qué no embarcarse en un viaje para poder volar, para hablar con los que no están con nosotros, para penetrar en el otro lado del espejo? La utilización muy medida de las imágenes de la película revela una indiscutible intuición cinematográfica.

Son imágenes de alguien que filma como si caminara sin pisar el suelo. Hay quienes sostienen que la infancia es la verdadera patria del ser humano. Es lo que sugiere 'Un monstruo viene a verme', convertida en una gota de esos elixires maravillosos de Oriente que contienen el secreto de veinte plantas confundido en un solo aroma. Y el espectador experimenta un miedo inexpresable al avanzar a ciegas hacia lo que teme, escoltado por la preciosa banda sonora del compositor getxotarra Fernando Velázquez. Lo cual sirve de colofón a una fábula conmovedora, que habla de los lazos eternos, del vínculo indestructible que une a un hijo y su madre. Un amor de madre que, por lo general, vive más de lo que da que de lo que recibe.

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