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Juan Vida, pincel y libro con impresora en la retaguardia, en su casa de Pinos Genil.
«A veces escribimos argumentos que no podemos completar»

«A veces escribimos argumentos que no podemos completar»

Su relación con los libros pivota entre la creación y la lectura, entre la erudición y la búsqueda de las letras que le lleguen al alma

josé antonio muñoz

Domingo, 15 de mayo 2016, 02:31

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En ese balcón a Sierra Nevada que es Pinos Genil se encuentra la casa del pintor Juan Vida. Y dentro de ella, no una, sino tres bibliotecas, con su territorio de letras perfectamente delimitado. Arriba, en el estudio donde pinta, libros profesionales y técnicos sobre temas como ilustración; en el salón, donde se desarrolla nuestra charla distendida, están sus mayores tesoros, y abajo, los libros 'de enseñar', ediciones de lujo con gran presencia de editoriales especializadas como Taschen. Publicaciones que en sí mismas son un auténtico tesoro para un amante del arte, de las artes, como es él.

Además de la máquina de escribir Underwood con trazas de haber cumplido un siglo de existencia, que reposa sobre la mesa de madera maciza iluminada por una lámpara baja de cristal, en este salón principal se arremolinan desde una guía de Granada en francés de la serie 'L'Espagne à votre porte' -muy llamativa si queremos saber qué contaban los franceses a propósito de nuestra ciudad- hasta un ejemplar de 'Palabra sobre palabra', firmado y dedicado por Ángel González, pasando por una edición de la revista mensual 'Olvidos de Granada' con un elenco de rúbricas en la portada que quita el hipo: Juan Marsé, Fernando Quiñones, Caballero Bonald, José Agustín Goytisolo, Carlos Barral, Claudio Rodríguez...

En uno de los anaqueles del mueble biblioteca que preside el salón, Vida tiene colocado el premio IDEAL de 2009. Se lo hacemos notar y sonríe, para mostrarnos a continuación un regalo muy especial para su hija Julia, que va creciendo poco a poco: un libro, primitivamente en blanco, que ya tiene algunas páginas con dedicatorias de personajes como Joaquín Sabina y Andrés Neuman. Algo normal si uno se para en algunas de las fotos colocadas aquí y allá, testigos fieles de la vida de este granadino, quien, a tenor de sus acompañantes en las instantáneas, tiene tras de sí muchas horas de tertulia y camaradería con personajes que ya están, o pronto estarán, en las enciclopedias de papel -en la Wikipedia está casi cualquiera-.

Desde América

Los primeros libros que Juan Vida leyó «a conciencia» llegaron del otro lado del charco; de Argentina, concretamente. Eran ediciones de la histórica editorial Losada, cuya azarosa existencia merece un artículo aparte. «A los 14 años, me encontré con 'El Aleph' de Borges, y me cambió la vida», comenta el pintor.

Una persona, como Vida, acostumbrada a mirar con un ojo y analizar al protagonista con el otro, confiesa que recorrió 'El Quijote' en dos tiempos. «Mi primera lectura fue obligatoria, en la Secundaria. La segunda, en Nueva York, por gusto, sabiendo que aquel loco me enlazaba con los cuerdos de aquí en una ciudad que era, también y en cierta forma, una locura maravillosa».

Los libros nunca han sido un asidero 'vital' para Juan Vida, valga el juego de palabras. «Mantengo con ellos una relación muy profesional», comenta. Y es cierto. De hecho, tres de cada cuatro volúmenes que integran su biblioteca son fruto de su trabajo de ilustrador y diseñador editorial... Ha habido, con todo, libros que forman parte de su acervo existencial. Recuerda 'La buena letra' de Rafael Chirbes, una novela breve pero muy dura, escrita con un lenguaje propio. Eran tiempos de cambio; se leía a Gramsci buscando en él la esencia del marxismo y las respuestas a las preguntas que el materialismo histórico ponía sobre la mesa.

Las compañías de Juan Vida en su época de juventud, certificadas por fotos colocadas aquí y allá, generan envidia en quien las ve. Los amigos tenían en el DNI nombres como Javier Egea, Luis García Montero o Mariano Maresca. Y si a Egea le obsesionaba el verso de Garcilaso «Ciego, sin lumbre, en cárcel tenebrosa», todos vivían en la misma onda. «El trato con ellos me hizo compartir imágenes que volaban en una u otra dirección, del pincel a la palabra, y viceversa», afirma.

El tiempo ha pasado, pero Juan Vida sigue siendo un impenitente lector. Por sus manos ha pasado la producción completa de autores como Almudena Grandes o Antonio Muñoz Molina, «porque son como familia». Ahora, nos muestra, lee al neurólogo de origen portugués Antonio Damasio y su obra 'Y el cerebro creó al hombre'. Se siente gozosamente atrapado por los porqués del ser humano, por materias como la Neurobiología.

Le gustaría leer más, pero le preocupa el tiempo. «Cuando te haces mayor, tienes más responsabilidades, y proyectas, o escribes, trayectorias, argumentos, que no puedes completar». El último argumento que descansa entre sus manos es 'Alevosía' de Miguel Ángel Arcas. «Leer sin ganas es tontería», dice. Y como ganas no le faltan, queda pendiente una exploración profunda de la filosofía de los siglos XIX y XX: Nietzsche, Kierkegaard, Bertrand Russell... Con el mismo trazo firme con que pinta el 'Autorretrato' que descansa en su estudio, con la misma parsimonia con que se sienta en esa silla de barbero que, casi mágica, cohabita con el caballete, entorna sus ojos de fino visionario a la búsqueda de su próximo modelo, tenga este forma incorpórea o forma de carácter de imprenta.

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