Música alemana, cortesía inglesa
Marcon y el coro de la OCG, interpretan música de J. S. Bach y sus contemporáneos, en un concierto al que asistieron los duques de Wellington
ANDRÉS MOLINARI
Domingo, 3 de julio 2016, 02:05
El Festival de este año no deja de sorprendernos, tanto por la variedad de géneros y grupos instrumentales que van sucediéndose, como por la calidad ... conseguida día a día. A la maravillosa noche del contratenor Jaroussky, siguió una mañana de sábado también centrada en la música vocal, pero esta vez una música llegada desde Alemania y no desde Italia, aunque el protagonista principal de la mañana fue un italiano, concretamente el maestro de Treviso, Andrea Marcon.
Andrea es conocido en Granada por ser el director artístico, que no consuetudinario, de nuestra OCG. Pero ayer lució otra faceta menos conspicua en nuestra ciudad, cual es la de organista, aspecto por el que resulta más conocido en Centroeuropa, donde alterna este teclado con el del clave. Ayer, con el soberbio instrumento de El Salvador, se mostró expansivo y eufórico, casi sin contención, aunque nunca desapacible. Sobre todo con Bach y su familia. Más suave, discursivo y abstracto en la sordina de Buxtehude y sumamente brillante en el preludio y fuga de Bach que fue aplaudido, con el muchísimo público puesto en pie.
Cartas ganadoras
Pero Malcon jugó dos cartas en la mañana, a cual más ganadora. La primera fue la mencionada de solista al órgano, faceta en la cual extrajo del instrumento, que hicieron Francisco Alonso y José Ignacio Fernández en 2001, ansiedades catedralicias, con sus notas graves mantenidas largo rato, mientras las escalas jugaban a la carrera pimpante o al plácido paseo, alternando con otras piezas en las que dibujó con justeza la teatralidad de las fugas, matizando ese motu perpetuo que parece no tener fin. Mas la segunda de sus tareas matutinas no le fue a la zaga. Tenía que actuar de compañero y entonador de un coro. El coro de nuestra OCG.
Un coro que, hace unas semanas, fue invitado a Íllora a cantar en cierta boda aristocrática que allí se celebró allí. Y ahora los duques de Wellington, agradecidos y entusiastas de esta formación granadina, se allegaron hasta la iglesia del Salvador a escucharlo de nuevo. Y parece que el coro se creció con tan ducal visita. Estuvo realmente brillante, más 'romántico' que barroco, marcando con mucho denuedo cada compás, a veces voz en grito, desdeñando los portamenti y sin que casi se notase la sequedad armónica del lugar, causada por el muchísimo público que siempre absorbe ecos, y por el techo de hormigón del templo, tan diferente al de otras iglesias albaicineras con sus cubiertas de madera, como el auditorio.
Sin ser un coro especializado en ninguna época musical en concreto, y menos en este segundo barroco alemán, el conjunto se va convirtiendo en un muy aceptable todoterreno. En los corales acertó a contrastar voces masculinas y femeninas sin asperezas pero con fuerza. En cada texto, a pesar de que el alemán es el alemán, pareció consciente de que aquella música era todo descripción, sin divorcio entre el pentagrama y el renglón, de forma que cada arpegio y cada melisma concuerdan anímicamente con la semántica del verbo. Un verbo que habla del Verbo.
Héctor, cual príncipe troyano, levantó altas las manos, para ser visto por las dos alas muy extendidas del coro, gesticulando mucho y transmitiendo más. De esta forma se entiende que bajo su dirección los atentos y no muy numerosos cantantes se lanzasen al ímpetu y casi a la intrepidez, dejando al órgano más lazarillo que auriga. Tal vez por eso uno de los aciertos del programa fue entreverar música coral con solos de órgano, lo que, a la vista de los aplausos, debió agradar sobremanera al respetable que desde muy temprano hacía cola buscando la pía sombra de la plaza del Aliatar.
Al final el coro solo en el presbiterio, más cómodo que en la estrechísima tribuna, donde la posición junto a tres cuerdas, le jugó algún instante de incertidumbre. Ahora no. Ahora incluso, como diría el castizo: 'echando el manadico'. Potente y sin complejos, el coro de nuestra orquesta, ya emergiendo de su etapa de sazón, nos reconcilió con el nombre de la OCG y en una mañana luminosa resarció de recientes noches grisáceas.
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