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La Castañera

La plaza era pequeña pero transitada, el lugar perfecto para vender castañas calentitas. Los transeúntes caminaban con prisa, cargados de bolsas y paquetes. Nadie se detenía en su fogón, todos parecían ansiosos por llegar a casa

patricia barea azcón

Miércoles, 30 de diciembre 2015, 00:10

Los tenues rayos de sol, que apenas atenuaban las bajas temperaturas, iban desapareciendo dando lugar a una oscuridad que lo envolvía todo. Al menos en ... ese humilde cuarto alquilado, sin apenas una consumida vela para iluminarlo ni leña para calentarlo. Clarita se frotó las enrojecidas manos antes de volver a situarlas, una vez más, sobre la frente de su madre. La fiebre le había subido, definitivamente no estaba en condiciones de trabajar. Tampoco para quedarse sola, pero si ella no se hacía cargo del puesto de castañas se dijo, con un sentido común impropio de su edad, esa noche no cenarían. Un hecho que por desgracia no sería excepcional, de no ser la víspera de Navidad.

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