«'Sombras de Grey' me ha dejado frío. A mí las chicas desnudas no me excitan, me excitan en biquini»
Juan Eslava Galán, el escritor jienense, que acaba de publicar 'La Segunda Guerra Mundial contada para escépticos', habla de Historia, sexo y política
José M. Liébana
Lunes, 2 de marzo 2015, 01:35
A Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948) hasta el sexo le gusta con humor. Y con misterio. Jubilado como profesor, en su «gozosa senectud», se ... dedica por este orden a leer, escribir y cocinar. Y como no le gusta el fútbol ni los toros ni la tele ni la vida social de escritor, supera ya los 80 libros y un buen puñado de premios, desde aquel Planeta de 1987 con 'En busca del unicornio' que le cayó del cielo sin apenas haber publicado, hasta el del jueves pasado, el Primavera de Novela, uno de los más prestigiosos en español, con su 'Misterioso asesinato en casa de Cervantes'. Y entre col y col, una presentación de su última obra 'La Segunda Guerra Mundial contada para escépticos' (Planeta, 2015), una guerra muy conocida pero que narra desde personajes anónimos o desde los ojos de un gato. «Me interesa cómo vive la Historia el que la padece, no el que la hace».
-¿Qué aporta su libro que no esté dicho o estudiado ya?
- Yo no quería escribir otro libro sobre esa guerra, que hay muchos y todos dicen lo mismo. Intento hurgar, no en los grandes protagonistas que hacen la Historia, sino en los que la sufren. Por ejemplo, hay una fotografía en el libro en la que se ve a una señora inglesa, correctamente vestida, sentada sobre un montón de ruinas y tomando una taza de té. Si yo quiero simbolizar el espíritu de resistencia del pueblo inglés, nada mejor que poner esta foto y contarla. Le han destruido su casa con una bomba, pero a las cinco de la tarde se toma su té. Me fijo más en esas cosas que en las tropas y las estrategias militares en el campo de batalla. Me gusta más la intrahistoria, que decía Unamuno.
¿Y por qué lo de 'contada para escépticos'?
Está dirigida a personas que no acaban de creerse la historia tal cómo se cuenta en las versiones oficiales (también ha escrito 'La Primera Guerra Mundial contada para escépticos', 'Una historia de Guerra Civil Española que no va a gustar a nadie' e 'Historia de España contada para escépticos'). Hay un detalle que incluyo. El mismo día en que los alemanes entran en París, en 1940, que fue el apogeo del poder alemán, se encuentran el periodista Ramón Garriga, que era el corresponsal en Berlín de la agencia Efe, y el escritor Dionisio Ridruejo. Este le dice algo así como 'fíjate, son superhombres, lo que han hecho en Francia'. Y Garriga le contesta 'cómo se nota que eres un cateto, estos van a perder la guerra y la van a perder en el año 1945'. Eso fue cinco años antes, pero Garriga llevaba tiempo viviendo en Alemania y sabía que todo ese armamento que aparecía en los noticiarios y documentales era propaganda. Ese armamento existía, pero también un montón de alemanes que se movían con caballos y carros. El escepticismo es saber de antemano que un país que no tiene ni petróleo ni acero, que es lo que mueve una guerra moderna, a poco que se prolongue la misma tiene que perderla.
Pero sigue siendo un misterio cómo el pueblo alemán se dejó engañar por Hitler, que era un hombre sin oficio ni beneficio, un holgazán, un pintor fracasado. El pueblo alemán, que tiene muchas virtudes, posee un gran defecto: obedece al que manda y le ponen los uniformes. Por eso se dejó engañar por un aficionado.
Franco y Hitler
¿Y ese escepticismo sobre la victoria alemana es el que lleva a Franco a no entrar en la guerra?
Al principio, Franco quería entrar y mandó a un emisario para que se lo dijera a Hitler. Pero eso fue cuando creyó que los ingleses estaban a punto de rendirse y Franco se veía entre los vencedores y obteniendo algo en el reparto. En el verano de 1940, cuando la crucial batalla de Inglaterra, los alemanes acumulan barcos para invadir las islas, pero antes tienen que derrotarla por aire. Como no lo logran, Hitler piensa en un plan B: yugular el comercio británico procedente de Oriente y del Mediterráneo tomando Gibraltar. Por eso cita a Franco en Hendaya, para proponérselo. Pero Franco ya está más cauto, porque ve que los ingleses no están perdiendo la guerra. Además, Franco dependía de los ingleses, que dominan el mar y expiden unos documentos que se llama 'navy certificate', que eran permisos para que pudieran venir, por ejemplo, buques procedentes de Canadá o de Sudamérica a puertos españoles, trayendo sobre todo gasolina y trigo. Y si España entra en guerra al lado de los alemanes, los ingleses habrían cerrado el grifo y los españoles no tenían reservas para más de quince o veinte días. O sea, que Franco tuvo que nadar y guardar la ropa.
Y al no entrar en guerra, España no fue castigada por los vencedores y gracias a ello el régimen franquista se perpetuó.
En la reunión de Postdam, cerca de Berlín, que es la última conferencia que hacen los grandes - Roosevelt ya ha muerto y el que acude es su sucesor, Truman - , la intención de Stalin es que una vez caído Hitler, ahora hay que ir a por Franco. Entonces, Churchill sale en defensa de Franco. A lo largo de la guerra, Churchill defendió varias veces a Franco ante la Cámara de los Comunes y demás. Es el inventor de la expresión 'el telón de acero' puesto que ya preveía la 'guerra fría' y tener un régimen anticomunista en España era mejor aunque fuera un dictador.
Las actas de Postdam se han publicado y en el libro reproduzco el fragmento en el que hablan de España. Stalin dice que para los vencedores va a ser un desdoro no suprimir a este dictador fascista que ha ayudado a los alemanes. Y Churchill le contestó que para Stalin no sería un desdoro, puesto que la URSS no tenía tratos con España, 'sino en todo caso para nosotros y lo asumimos', vino a decirle. Inglaterra y Estados Unidos tenían intereses en España y por eso se mantiene el mismo régimen de Franco. Así de simple. Eso hizo que Franco se perpetuara.
Insiste en que su obsesión es contar la Historia desde otro punto de vista, distinto y original. ¿Quién es el gato Klaus?
Es casi una broma que gasto al lector. Hay un episodio fundamental de la guerra, que es cuando los ingleses hunden el acorazado Bismarck, que era el terror de los mares, y lo cuento a través de un gato que está de mascota en el barco. Un gato alemán. Quizá el lector piense que me he inventado la mascota, pero al final hay una fotografía donde está Churchill acariciando al gato Klaus, que lo trató como a un héroe. Sobrevivió al hundimiento del Bismarck, lo pasaron a un portaaviones británico ya llamándose Óscar, que a los pocos meses hundieron. El gato sobrevivió a tres naufragios y entonces ya pensaron en darle la jubilación. Lo enviaron a Belfast, a una residencia de marineros y allí murió ya de viejo, el gato de los tres ejércitos. Los americanos lo llamaron Sam
¿Hay más relatos así en el libro?
Hay alguno humorístico, como el submarino U-1.206, el más moderno que existía. Tan moderno que se podía utilizar el retrete a grandes profundidades. Pues ese submarino va y se hunde cuando el capitán tira de la cadena. El sistema de émbolos falla y al final entra el agua y hunde el submarino. Un ejemplo de exceso de tecnología.
O el relato de una bailarina judía, preciosa, que me vi negro para encontrar una foto de ella pero al final hay una suya en el libro. Cuando la llevan a la cámara de gas, sospecha que no es para una ducha y se desnuda pero haciendo 'striptease', como si estuviera en el cabaret. Un guardia más macho que los demás se adelanta a abrazarla, ella aprovecha para quitarle la pistola, lo mata y mata a otro. O el caso del piloto alemán que encuentra en el aire a un bombardero americano destrozado y, en lugar de abatirlo, piensa que no es caballeroso derribar a quien no se puede defender y que encima está tan perdido que está profundizando hacia Alemania. Entonces le indica que dé la vuelta e incluso le escolta hasta que se pone a salvo. Y después de la guerra, se encuentran, porque un piloto busca al otro. Para mi, esto son historias conmovedoras, dentro del horror que estoy contando, claro.
Sexo y muerte
¿Le habría gustado escribir 'Cincuenta sombras de Grey'? ¿El sexo está muy presente en sus libros?
No, no, encuentro muy falsa la literatura erótica. Y conste que hay muchas escenas eróticas en mis novelas, pero asocio el sexo casi siempre a un tratamiento casi humorístico, porque creo que donde mejor cuaja la cosa es poniéndole un poquito de humor. Escribir una novela pseudo porno así, la verdad, es que nunca me ha llamado la atención. Y conste que me llama mucho la atención el sexo. El sexo y la muerte son las dos grandes motivaciones de la literatura. La muerte en sentido amplio, como la presión de saber que nos vamos a morir. Y luego el impulso de la sexualidad.
Pero hacer una descripción así, descarnada, a mí eso no me excita. A mí las chicas desnudas no me excitan, me excitan en biquini. Más el erotismo que la pornografía.
Pero cualquier libro que tiene éxito lo leo, aunque sea en diagonal, para estar al día de las cosas que tienen éxito para, entre otras cosas, aprender. Y a mí 'Cincuenta sombras de Grey' me ha dejado muy frío. Y por otra parte, muy triste. Porque el hecho de que haya tenido tal éxito, sobre todo entre las mujeres, que son las únicas que leen novelas, me hace pesar 'estas son las hijas y las nietas de las que quemaban los sujetadores y proclamaban la libertad y la igualdad de los sexos en la década de los sesenta (del siglo XX) y ahora de pronto les excita que un tipo las ate a la cama. ¡Coño, lo que consiguieron las abuelas, estas lo están dilapidando!
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