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José María Carrascal se jubiló hace 15 años pero no ha parado; vive entre España y Estados Unidos, escribe para ABC y ha publicado cinco libros, tres de ellos sobre su experiencia del retiro.
«En la jubilación, los de abajo ganan y los de arriba pierden»

«En la jubilación, los de abajo ganan y los de arriba pierden»

El periodista y escritor José María Carrascal ofreció en el Foro Salud y Tercera Edad su experiencia como jubilado

Inés Gallastegui

Viernes, 13 de junio 2014, 02:33

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El escritor y periodista José María Carrascal fue anoche la voz de la experiencia en el tercer y último de los foros sobre Salud y Tercera Edad organizado por IDEAL y patrocinado por Hefagra. El célebre presentador de los informativos de Antena 3 en los años noventa ofreció algunos de los consejos que recoge en sus tres libros sobre este tema: 'Jubilación: la vida sigue' (Planeta, 2002), 'La edad dorada' (Planeta, 2006) y 'Jubilación para dummies' (CEAC, 2011).

«No puedo ofrecer datos científicos, solo el descubrimiento que fue para mí la jubilación», explicó en el Auditorio de la Caja Rural el veterano reportero madrileño, que a sus 84 años vive a caballo entre España y Estados Unidos, sigue escribiendo libros sobre política e historia y publica una columna semanal en el diario ABC.

Y una de sus primeras conclusiones fue que la jubilación «es un continente nuevo y poco explorado». «La jubilación es moderna: nuestros abuelos terminaban de trabajar y a los pocos años se morían -reflexionó-. Es un territorio de la vida que se amplía y causa tremendos problemas a la Seguridad Social. Las pensiones estaban calculadas para durar 6 o 7 años y ahora van para los 15 o los 20».

Carrascal puntualizó que «las mujeres no se jubilan. Siempre tienen qué hacer y por eso viven más y están más alerta. Para los hombres es un shock». A su juicio, esa diferencia se aprecia muy bien en los centros de mayores: las mujeres conversan, hacen planes, se ponen guapas; entre los varones, los más activos juegan a las cartas, los que no lo están tanto hablan o gruñen y los que están peor ven la tele o dormitan.

En todo caso, advirtió, la jubilación puede ser «la mejor o la peor época de la vida». La mejor, porque «el hombre es dueño de su tiempo y, por lo tanto, de su vida. Si esta época es buena, se puede obtener un placer que no se tenía antes. Si es mala puede ser un tormento». Para el escritor, el éxito de esta empresa radica en una buena planificación. «Algunos se levantan el primer día y se preguntan: '¿Qué hago hoy?'. Muy pocos lo tienen previsto». Sin embargo, recalcó, es clave ir preparándose para el retiro a partir de los 45 años, en tres terrenos: la salud, la economía y el ánimo.

Respecto a la salud, reconoció que a la tercera edad «se llega cansado. Por muy bueno que sea un coche, acusa los kilómetros que lleva encima. Pero también depende de cómo haya sido tratado. La salud es fundamental para poder gozar; si tenemos achaques, no podemos aprovechar el tiempo».

El periodista recalcó las virtudes de una alimentación equilibrada pero, sobre todo, frugal. Recordó que el doctor Gregorio Marañón solía decir que le llegaban pacientes sorprendidos porque engordaban comiendo lo mismo de antes. «Claro, porque comen lo de antes. Cuando la casa está ya hecha no hay que seguir poniéndole ladrillos», apostilló Carrascal, partidario de una cena escasa. «Cuando me invitan a cenar, sobre todo en España, me hacen una faena», admitió. Insistió en la necesidad de andar mucho: «Una hora al día, mínimo, y si es posible, dos. Y a esta edad es posible», resaltó el octogenario periodista, que está en excelente forma.

La tele, fábrica de grasa

Respecto al ejercicio mental, recomendó leer mucho, aprender idiomas o jugar al ajedrez; en definitiva, evitar la inactividad. «Estoy tirando piedras contra mi antiguo tejado, pero la televisión te lo sirve todo en bandeja, no necesitas pensar, te lo tragas... La televisión es la mayor productora de grasa humana», advirtió.

El segundo terreno en el que hay que prepararse para el día de la jubilación es el monetario, aunque el conferenciante reconoció que, en estos tiempos de crisis, no es fácil. «Hay que tener un respaldo económico para hacer lo que se quiera, pero, sobre todo, para no estar preocupado por el dinero -dijo-. Cuando uno es joven es normal no tener dinero; al menos lo era en mi juventud, ahora no tanto. En la vejez, estar agobiado por el dinero es una tragedia».

La buena noticia es que en esta etapa se necesita menos que antes. «Los grandes gastos están pagados, los hijos están fuera, se prescinde del coche y en cuanto a la ropa... yo tengo corbatas hasta que me muera», bromeó, aludiendo a los llamativos complementos con que sorprendía a la audiencia en su etapa televisiva.

Nostalgia del poder

Sin embargo, aseguró, lo más difícil de cara a la jubilación es «algo etéreo»: estar mentalmente preparado para perder el protagonismo. En este terreno, se mostró «sorprendido» de las reacciones que encuentra en los foros donde habla: muchos antiguos trabajadores manuales se muestran encantados con las nuevas posibilidades que se les abren, mientras algunos profesionales de alta cualificación se deprimen por el poder que han perdido y echan de menos ser mirados con respeto e incluso miedo. Citó el caso de un señor de Badajoz que le confesó, humillado: «Antes era coronel y mandaba un regimiento. Ahora tengo que ir a comprar el pan todos los días». «Hay cierta justicia poética en la jubilación -concluyó el conferenciante-. Los que estaban abajo salen ganando, y los de arriba pierden. Y como hay más que están abajo...».

Lo peor, admitió, son las pérdidas personales: «Se mueren los amigos de la infancia, que son los amigos del alma, con los que se comparte el mismo lenguaje, y es una mutilación».

En resumen, aseguró que «no hay una sola jubilación, sino tantas como personas». «Es el momento de la vida en el que somos más distintos, estamos más hechos, con nuestras filias y nuestras fobias», dijo. Y, aunque muchos mayores se sienten fuera de lugar, hay que reconocerles el papel social que juegan en el apoyo económico a sus hijos o el cuidado de sus nietos. «Aunque no sea nuestro mundo, tenemos todavía un papel en él», reivindicó.

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