Vida y muerte de la vieja N-340 en Granada
Negocios solitarios y otros que encuentran un nuevo empuje gracias a internet conviven en la carretera de la Costa una década después de la llegada definitiva de la autovía
Entre el olvido y la memoria, la antigua carretera de la Costa aguanta el paso del tiempo. Al litoral granadino, acostumbrado al agravio, le cuesta ... un poco más conseguir sus objetivos que al resto y, aunque el proyecto para unir Motril y Adra estuvo listo en 1990, hasta 2002 no se puso la primera piedra de la autovía del Mediterráneo. La A-7 se empezó en el tramo comprendido entre Nerja y La Herradura, el único que se hizo con prisa porque implicaba a la provincia malagueña. Hasta 13 años después no se pudo completar el camino de asfalto para despedirse de las curvas de la vieja N-340. A los únicos que les vino bien esta prórroga fue a los comercios asentados en los márgenes de la serpenteante carretera, que pudieron alargar la vida de sus negocios antes de caer en un olvido estrepitoso.
En Torrenueva Costa o Carchuna-Calahonda, que se erigen a la vera de la N-340 y la carretera los corta a su paso literalmente, los efectos del tiempo no han sido tan perjudiciales como para los pueblos que duermen lejos y la urbe no ha absorbido el asfalto. En Castell de Ferro, La Mamola o Albuñol la vida desaparece prácticamente al completo de la N-340.
Antiguos bares, estaciones de servicio y paradas obligatorias en carretera son hoy un cementerio de hormigón y sueños rotos. Escombros y rótulos descoloridos conviven con negocios más prósperos. Con la crisis de la inauguración de la autovía, algunos establecimientos lograron resucitar gracias a internet y las buenas reseñas, pero a otros la soledad de la zona y la falta de comunicación les ha penalizado.
La primera parada en este viaje por los restos de la N-340 es a la altura de Gualchos-Castell de Ferro. En el margen izquierdo en dirección Almería y tras sortear un cambio de sentido no apto para despistados aguarda el emblemático Hotel Ibérico. Antonio Gálvez y Alicia Prieto son sus propietarios. Abrieron el negocio en 1978 y a día de hoy, con casi 80 años, aún aguantan con la persiana levantada por el bien de sus empleados de toda la vida, que son prácticamente familia. Es temprano y dos clientes apuran el café. La sala del comedor no está montada, hace años que no la necesitan. En verano las 28 habitaciones las llena un goteo de guiris que consiguen a través de Booking.
«Cuando la carretera pasaba por aquí se funcionaba muy bien, pero cuando hicieron la autovía pusieron unas vallas por delante del hotel que impide el paso directo a la playa y nos penaliza», lamenta el propietario. «Estoy cansado de pedir que abran un acceso, pongan semáforos e integren un poco la carretera como pasa en los otros pueblos para que dejemos de estar olvidados y lejos de la mano de Dios. Estamos abocados a cerrar porque no tenemos para subsistir», explica el anciano. «Los turistas aplauden el trato que le damos por internet, pero en las reseñas dejan constancia de estas complicaciones de acceso y nos penaliza», comenta el empresario.
«Lo mantengo abierto por cariño porque ha sido mi proyecto de vida y ha mantenido a mi familia»
Un mal comentario en Google puede ser la puntillada para un negocio. El hotel se puso en marcha para ampliar la oferta en la zona. Antonio explica que cuando abrió las puertas del establecimiento turístico había siete en total. Solo queda él. «Mi hija se hizo cargo de esto tres años, pero lo dejó porque no ganaba dinero. Le tengo mucho cariño al sitio y mientras yo pueda lo mantendré abierto. Ha dado de comer a mi familia y ha sido un proyecto de vida, cuesta renunciar a eso. Quizás este sea nuestro último verano», dice con tristeza el propietario mientras contempla el desangelado restaurante.
Más allá del hotel Ibérico, la N-340 atraviesa invernaderos. Sobre uno de sus tramos se construyó la autovía, pero la N-340 A, la primitiva, discurre más cerca del mar, entre grietas y mallas de contención por la inestabilidad del terreno. En el Camping de Castillo de Baños no han notado el paso del tiempo y de la autovía. Sus instalaciones, 13 bungallows y 213 parcelas se llenan los fines de semana y en verano «sin problema». Tienen un enlace rápido con la A-7 y la A-44. «Con internet estamos más que ubicados en el mapa. No necesitamos nada más», dicen en recepción.
'Se vende'
En La Mamola, casa Fernando ha cerrado permanentemente. Entre las cortinillas, una escoba y una máquina de bolas asoman para despedir a los curiosos. En la acera de en frente, el hostal Onteniente, la fachada blanca inmaculada, invita a quedarse. Sus propietarios cuentan que abrió en 1969 con 24 habitaciones y en 2017 tuvo lugar su última reforma. Alain, el responsable y su madre Encarnación García, atienden a este medio unas calles más abajo, junto al paseo marítimo donde se encuentra el restaurante homónimo. «A nosotros que se redujera el tráfico de la N-340 nos ha dado tranquilidad e incluso diría que con la autovía más gente pasa por el litoral y cuando busca en internet qué hay nos encuentra», sentencia este empresario.
La vieja carretera es ahora el refugio de ciclistas y algunos lugareños que estiran las piernas de sus caminatas en los quitamiedos. El antiguo restaurante de Las Palmeras es una ruina. Los cactus se han secado al sol, los frescos de la pared no se diferencian y en el interior la instalación está completamente arrasada, llena de cascotes. En Los Yesos el bar Los Amigos sigue funcionando como un alto en el camino para los ciclistas, pero al llegar a Albuñol la suerte de los empresarios vuelve a cambiar.
En el hostal Beatriz solo consiguen ocupar las habitaciones con los temporeros y agricultores que trabajan en los invernaderos de la localidad. La dirección explica que cobra a los clientes el precio mínimo para poder mantenerse a flote, cubrir gastos. Al límite con Almería, el antiguo restaurante Iguazu se vende. Chapado, lleno de gatos y custodiado por un perro, en parte de sus instalaciones ha prosperado una nave agrícola. Este lugar de paso solía tener los aparcamientos llenos, pero la A-7 le pasó factura.
Pocos coches interrumpen la calma, la mayoría camionetas que se dirigen a alguna finca agrícola. La Costa Oriental, donde no ha pegado fuerte el turismo, se aferra todavía el campo para subsistir.
El susurro del agua que resucita la N-323 con una gran senda
La otra nacional, la N-323, resucita para ser un pulmón verde transitable para los vecinos de la Costa y los visitantes. El litoral granadino tendrá uno de los parques fluviales más extensos de la provincia gracias a la rehabilitación de los márgenes de su río por parte de la Junta. La ribera es un reclamo turístico para los pueblos por donde pasa este inquilino caudaloso de aguas susurrantes. Viajeros y excursionistas llegan a estas orillas a disfrutar a pie o en bici de una ruta que no está completa ni del todo habilitada. El turismo deportivo que recorre la N-323, arropada por la vegetación, se impone y da una nueva vida al asfalto. La ribera del Guadalfeo será otro gancho más y mejora su aspecto con tareas de limpieza. La maquinaria acondiciona las avenidas y las veredas para dar una nueva vida a los pueblos, entre ellos Vélez de Benaudalla, que quedaron un poco huérfanos con la llegada de la A-44.
El parque a la orilla del Río Guadalfeo recuperará por completo los márgenes. La longitud del cauce en los tramos por donde pasa el sendero es de 19,5 kilómetros entre los municipios de Vélez de Benaudalla, Los Guájares, Motril y Salobreña, localidades que se incluyen en la ruta. El sendero fluvial discurrirá por caminos de 44,6 kilómetros porque el paseo incluye ambos márgenes del Guadalfeo.
El itinerario contará con cinco lugares principales y de interés. El camino se inicia en la presa de Rules, que será el kilómetro cero. A 2,8 Kilómetros de ese punto de partida se encuentra la playa fluvial y las cascadas de Toba de Vélez de Benaudalla. La ruta continua por este valle lleno de vida hasta los 4,5 kilómetros, donde se encuentra el Azud de Vélez y su humedal. Del kilómetro 9,5 al 11 el caminante podrá disfrutar del el Tajo de los Vados. La senda se desdobla en ambas márgenes de río, excepto en este enclave en la que discurre únicamente por la margen izquierda. Los visitantes podrán disfrutar del Azud del Vínculo, la desembocadura del río y su humedal en Salobreña. El presupuesto de los trabajos, que ejecuta la empresa Tragsa, es de 1,16 millones de euros y terminarán en 2025.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión