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Francisco y su hijo mayor, de 19 años, en el domicilio que ocupan desde hace cinco años, propiedad de una entidad bancaria, y a donde hoy les ha llegado la orden judicial de desalojo. M. Navarrete
«Somos okupas por obligación, cuando enseño la pensión de 758 euros nadie nos alquila una casa»

«Somos okupas por obligación, cuando enseño la pensión de 758 euros nadie nos alquila una casa»

El Ayuntamiento de Motril logra que el juzgado de unos días de margen a un padre y dos hijos para desalojar la vivienda que ocupan de forma ilegal, desde hace cinco años y de la que el banco logró echarles por unas horas el día anterior

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Jueves, 1 de enero 1970

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España está dejando atrás por fin la crisis económica, pero en la familia de Francisco José Martínez la crisis y la ruina se metieron hace una década, se pusieron cómodas y ya no tienen visos de querer salir. Este motrileño de 55 años, incapacitado para trabajar y enganchado a la máquina de diálisis tres veces por semana, ocupa de forma ilegal, junto a sus hijos de 17 y 19 años, una vivienda propiedad de una entidad bancaria desde hace cinco años.

Después de numerosos avisos, ayer, al mediodía, los representantes de la entidad bancaria se personaron en la vivienda, justo cuando Francisco estaba en la sesión de diálisis y les dijeron a los chicos que iban a tomar posesión de lo que les pertenece, poniendo una alarma y cambiando la cerradura. Si no querían perder los pocos muebles que tienen, tenían que sacarlos. Y así lo hicieron los dos chavales, que dejaron los sillones, dos camas y el frigorífico en la acera de la calle Concha Espina, en el barrio de la calle Ancha, en la zona norte de Motril.

Enseguida, al ver el trasiego y a los chicos desconcertados con los muebles en la calle, los vecinos se solidarizaron y se movilizaron para tratar de auxiliarles. Pidieron ayuda al concejal de Urbanismo de Motril, Antonio Escámez y éste a su vez alertó a los Servicios Sociales para tratar de impedir que la familia, con un menor de edad, durmiera en la calle.

El padre y los dos hijos estuvieron en la puerta de la casa desde dos de la tarde hasta las diez de la noche. A esa hora optaron por dar la patada y 'reocupar' la vivienda para dormir bajo techo, mientras las vecinas del barrio les sacaban la cena y les daban apoyo moral.

Mediación

Esta mañana, desde primera hora, los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Motril han estado mediando con el juzgado y el banco y han logrado negociar unos días de margen hasta conseguir un alquiler para esta familia.

Según explica el concejal de Servicios Sociales de Motril, Gregorio Morales, la orden de desalojo judicial ha llegado esta misma mañana, no ayer. «Hay un menor y eso hay que tenerlo en cuenta. Desde anoche nos pusimos en marcha, nos informamos de la situación y a las ocho de la mañana ya hemos podido negociar con el juzgado unos días de plazo para buscar una alternativa habitacional para esta familia», comenta.

Francisco relata que ha trabajado desde los once años de camarero y en la obra. Llegó a ganar dinero como ferralla pero después enfermó. Aunque lleva sin probar el alcohol 25 años, tiene el hígado hecho polvo y ya no pude trabajar. Su mujer murió de cáncer hace ahora dos años y el dinero de su pensión por enfermedad es el único ingreso que entra en la casa. Su hijo de 17 años está haciendo un curso de formación y el segundo, de 19, está en el paro.

Cuenta que para entrar en la casa que ocupan ni siquiera tuvieron que dar una patada en la puerta. La vivienda fue embargada por el banco y el anterior propietario, que no podía pagar la hipoteca, les dio la llave. Allí malviven desde entonces, ahora además con el agua cortada.

«Agotado»

«Que yo no vivo así por gusto, que somos okupas por obligación. No encuentro un alquiler, no hay manera, cuando enseño la pensión de 758 euros me piden un aval que no tengo. Estoy agotado, enfermo, llevamos cinco años con esto... Yo quiero salir de aquí, quiero pagar un alquiler de unos 300 euros y con lo demás visto a los niños y comemos, pero estoy entre la espada y la pared», explica a IDEAL.

«Mi vida es muy triste, de la diálisis a la casa y de aquí a la diálisis, toda mi esperanza es que los niños salgan adelante», resume Francisco, que está muy agradecido al concejal Antonio Escámez, a Servicios Sociales y a las vecinas que les han ayudado. «Ruego que nos ayuden a gestionar un alquiler social, que podamos salir adelante hasta que espabilen los niños», concluye.

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