Un mural frente al mar granadino que da voz a las mujeres de Calahonda y su historia
El arte y los recuerdos se unen y rinden homenaje a las generaciones que, con esfuerzo y valentía, construyeron su vida en en el pueblo
En la fachada blanca de la oficina de Correos de Calahonda frente al mercado municipal ya hay un rinconcito dedicado a las mujeres del pueblo. ... Se trata de un mural del Proyecto Huellas: las mujeres y el mar; una obra creada por y para las mujeres del pueblo, que rescata su historia y rinde homenaje a quienes, con esfuerzo y valentía, levantaron esta tierra cuando todo era más difícil.
Durante tres meses, un grupo de mujeres se reunió para recordar y contar cómo era la vida hace 50 o 60 años, cuando el pueblo apenas empezaba a crecer, cuando las casas se encalaban a mano y las puertas siempre estaban abiertas.
Recordaron los días de faena, las esperas frente al mar, los paseos largos vendiendo pescado por los cortijos, las parteras que ayudaban a traer niños al mundo, las mujeres que sabían poner inyecciones, las que trabajaban en el balneario o las que se reunían a la puerta de casa a bordar y a charlar. Recordaron aquella Calahonda de olor a mar y a almendras, con los tomates y los pimientos secándose al sol y las risas de los niños corriendo por las calles.
De todos esos recuerdos nació un hilo que las unía a todas: el mar. Ese mar que siempre ha estado ahí, frente al pueblo, testigo silencioso de tantas vidas, de tantas generaciones de mujeres. El mar que acompañó a las abuelas, a las madres y ahora también a las nietas.
Ese fue el punto de partida del mural, dirigido por la artista motrileña Beatriz Constan dentro del proyecto impulsado por la Delegación de Bienestar Social, Igualdad y Familia de la Diputación de Granada.
Beatriz y su equipo escucharon las voces de las caleñas y, junto a ellas, transformaron la memoria en arte. De sus manos salieron azulejos de cerámica, piezas de vidrio, redes de pescar, textiles antiguos y cuerdas. Cada elemento guarda una historia. Cada textura representa una vida.
El mural está formado por decenas de fragmentos que, juntos, crean una imagen que recuerda al movimiento del mar. En algunos se pueden ver peces, estrellas de mar y olas; en otros, las huellas de tejidos antiguos o redes de pescar. También hay piezas redondas de cristal azul y verde, hechas a partir de vidrios rotos.
Entre los azulejos también hay frases escritas por las propias participantes, pequeños mensajes que recogen la esencia de todo lo que han vivido en el taller: el compañerismo, la nostalgia, la gratitud y el orgullo de ser parte de la historia del pueblo.
El presidente de la ELA, Juan Alberto Ferrer, expresó su emoción al ver terminado un proyecto que ha nacido del esfuerzo de todas. Explicó que el mural no solo embellece la plaza, sino que «recupera la memoria de aquellas mujeres que siempre estuvieron ahí, aunque pocas veces se les reconocía su papel».
Una plaza dedicada a ellas
«Es un gesto de amor hacia vuestro pueblo, un homenaje a las que vivieron antes y un regalo para las que vendrán»
Beatriz Constan
Además, la plaza donde se ha instalado el mural se convertirá, según explicó, en «un rincón para ellas», un espacio dedicado al recuerdo y la convivencia. La idea es que los jóvenes puedan conocer la historia de su pueblo a través de las vivencias de sus mayores.
«Antes de los invernaderos, Calahonda era un pueblo marinero», recordó Ferrer. Por eso el mural tiene esos tonos azules y verdosos, esas formas que recuerdan las olas y las redes. Es un homenaje al mar y a las mujeres que vivieron de él.
Pero, las verdaderas protagonistas del proyecto son las señoras que participaron en los talleres. Mari Carmen, una de las integrantes del grupo, contaba con emoción que para ella había sido «una experiencia preciosa, llena de compañerismo y paciencia». Agradeció el trabajo de las artistas y de las instituciones que lo hecho posible, y destacó que se siente feliz de haber aportado «un granito de arena en algo que quedará para la historia del pueblo».
Otras vecinas coincidían en que el proceso fue un reencuentro con su pasado. Recordaron los oficios antiguos, las costumbres y como vivían antaño sus abuelas. Algunas rememoraban cómo las mujeres recogían palmas, las secaban y hacían con ellas ovillos enormes que luego vendían en el mercado de Motril. Con ese material se rellenaban colchones, «porque en aquellos entonces no había ni muelles ni espuma», decían entre risas.
Conchi, otra de las participantes en el mural, recordó que el mar siempre fue el centro de su infancia. Aún recuerda cuando jugaba con sus amigas descalzas en la orilla, cuando echaban carreras o cuando hacían 'el juego de la zapatilla'. «El mar era nuestro lugar, nos hemos criado en la playa».
A la emoción de las integrantes del grupo se unía la artista encargada del proyecto: «Gracias por vuestro tiempo, por la risa, las lágrimas y el trabajo compartido. Lo que habéis hecho es un gesto de amor hacia vuestro pueblo, un homenaje a las que vivieron antes y un regalo para las que vendrán», concluía Beatriz.
Y tiene razón. Porque el mural no es solo una obra de arte, es un acto de amor. Un lugar donde cada azulejo guarda un pedacito de historia, de vida y de memoria. Calahonda recuerda a sus mujeres y las hace eternas, como el mar que las acompañó siempre.
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