Motril despide a su querido padre Pepe, el párroco «incansable»
Tras 13 años al frente de la Iglesia Mayor de la Encarnación, se trasladará a Huetor Santillán en septiembre
Se respira nostalgia en los pasillos de la Iglesia Mayor de la Encarnación de Motril. El olor del incienso se mezcla con las conversaciones en ... voz baja de los feligreses, que estos días acuden con un nudo en la garganta. Los vecinos viven con tristeza el traslado del padre José Albaladejo, «Pepe» como todos lo conocen, tras ejercer como párroco 13 años en Motril.
El sacerdote se trasladará a Huétor Santillán, en la sierra granadina, por decisión del Arzobispado de Granada. El cambio será a mediados de septiembre, y aunque la noticia ya circulaba extraoficialmente entre los fieles, su confirmación ha provocado una oleada de emociones entre vecinos, trabajadores del templo, personal sanitario y personas de toda la Costa.
Paulino Martínez compartió no solo amistad, sino también momentos profundos con el sacerdote. «Lo conocí cuando llegó a Motril, a la parroquia donde yo fui bautizado. De vernos por la cafetería de la plaza España surgió una buena amistad con él y con su perro», recuerda. «Atendió a mi madre y a mi padre en sus últimos momentos, lo cual hizo que le tuviese mucho cariño. Es un sacerdote digno de mencionar, ayuda a todo el que puede», explica.
«Hace que personas poco amigas de misa vuelvan al redil que él sabiamente pastorea. Es mi caso. Le estoy y le estaré eternamente agradecido, y estoy totalmente en contra de su traslado», añade Paulino.
Ese sentimiento de pérdida lo comparten muchos motrileños. Don Pepe no ha sido solo el párroco de la Encarnación: ha sido consuelo en el dolor, alegría en la celebración, voz en el silencio, presencia en la enfermedad.
El propio sacerdote acepta el cambio con serenidad: «Es nuestra vida. Estamos un tiempo en un sitio, sembramos, acompañamos… y luego nos proponen movernos. No siempre es fácil, pero uno promete obediencia y yo la cumplo con alegría».
Antes de llegar a Motril en 2012, su camino sacerdotal lo llevó por la comarca de Loja donde atendía tres pueblos, después por Madrid, Francia y África, donde pasó cinco años. A su regreso, fue destinado a Huétor Sierra, luego a Calahonda durante 7 años, y finalmente a Motril. «Aquí celebré mis 25 años como sacerdote. Esta iglesia ha sido mi casa y la casa de muchos. Me voy lleno de agradecimiento».
Un sacerdote incansable
Quienes han trabajado cerca de él destacan su dedicación absoluta. Loli Quirón, limpiadora de la iglesia desde hace más de 40 años, lo resume con una palabra: «incansable».
«He visto pasar muchos curas, pero como él, pocos. Es una hormiguita. Que si las comuniones, los bautizos, las bodas… Nunca para. Yo le decía: '¿Cuándo descansa usted, padre?', y él siempre sonriendo, con energía. Es muy trabajador, muy humano, muy querido. Se le va a echar muchísimo de menos. Aquí ha dejado huella».
María del Carmen Tura, también hizo muy buenas migas con el padre: «Para mí no es solo un cura. Lo quiero como si fuera de mi familia. Me ha acompañado en momentos duros, en alegrías, siempre con una palabra justa. No lo tenían que llevar, pero entiendo que tiene que irse. Aun así, no va a ser fácil».
«Me voy de la costa a la sierra», dice el padre Pepe, «pero en realidad bajé antes de la sierra a la costa». Alude así a su anterior destino en Huétor Sierra. «Ya conozco lo que es el frío y el viento de montaña. Aquí, en Motril, me he acostumbrado al pescadito, al chiringuito, al calor… a la gente. Pero mi misión no cambia con la altitud. Yo voy donde me necesiten, porque eso es ser sacerdote».
Lo que más le cuesta dejar es el cariño. «He recibido mucho amor. La gente me ha tratado como uno más. Me han abierto sus casas, sus vidas. He bautizado a niños y luego he casado a sus padres. He despedido a personas queridas en el hospital, he rezado con familias enteras… Motril ha sido familia para mí».
Recuerda también con emoción su labor como capellán del Hospital Santa Ana, donde ha acompañado a pacientes y personal sanitario. «Allí he vivido momentos muy duros, pero también muy bueno. Entre las habitaciones y los pasillos también está Dios. Y allí he tratado de llevarlo».
A partir del 15 de septiembre, el sacerdote Ignacio Martínez Garzón, hasta ahora párroco en Atarfe, tomará el relevo en la Encarnación. «Le deseo lo mejor y sé que Motril lo acogerá bien, como me acogió a mí».
Permanecerá en Motril durante julio y agosto, meses en los que podrá despedirse con calma, entre misas, encuentros y muchas conversaciones. «Algunos ya pensaban que me iba con las maletas ayer mismo. Pero no, aún nos quedan unas semanas. A lo mejor echamos una cervecita, nos reímos un poco y seguimos compartiendo».
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