La 'guerra silenciosa' por la primera línea de playa en La Guardia de Salobreña
Los bañistas madrugan para colocar las sombrillas y se marchan, pese a que la normativa contempla multas
A primera hora de la mañana, cuando el sol aún no calienta del todo, la playa de La Guardia en Salobreña ya muestra un reguero ... de sombrillas clavadas en la arena. Muchas siguen cerradas, amarradas con cuerdas para que el viento no se las lleve, y no hay ni un alma a su alrededor. Cada sombrilla marca una especie de «muro» invisible que impide a los bañistas que llegan más tarde encontrar un hueco en primera línea.
Para Jose, jubilado y vecino de La Guardia desde hace décadas, esta escena se ha convertido en la misma imagen año tras año. «Me levanto antes del amanecer para darme un baño. Sobre las diez vuelvo y siempre tengo que esquivar alguna sombrilla que ni siquiera está abierta», se queja. Jose madruga para asegurarse su ratito de tranquilidad junto al mar antes de que empiece el trajín veraniego.
Pero esa tranquilidad dura poco. Hacia las siete, llegan los primeros grupos: parejas mayores, familias con niños pequeños, jóvenes con carpas y despliegan un auténtico campamento: sombrilla, dos o tres sillas, hamacas, nevera portátil… Todo dispuesto en perfectas filas, dejando apenas un palmo entre unos y otros. Después de plantarlo todo, se van: desayunan en sus casas o salen a hacer la compra, y regresan más tarde, alrededor del mediodía o incluso pasadas las dos de la tarde. Cuando vuelven, la sombrilla aguanta en su sitio y ellos encuentran su «parcelita» intacta.
Para quienes llegan un poco más tarde es frustrante. «Llegas con tu familia, los niños ya tienen ganas de pisar la orilla, y no hay ni un centímetro libre», explica Marta Ruiz, que veranea en La Guardia desde hace cinco años. «Te conformas con lo que queda, pero es muy incómodo porque el mar está lejos, la arena está que arde y la sensación de que estás perdiéndote la mejor parte de la playa».
Aunque hay quien ve con buenos ojos esta práctica que se repite verano tras verano.
Varios vecinos con segundas residencias en la zona argumentan que forma parte de una tradición veraniega: «Llevo viniendo 40 años y siempre he plantado la sombrilla en el mismo sitio», señala un señor de avanzada edad que prefiere no dar su nombre. Para ellos, madrugar y regresar más tarde es la única manera de garantizar que tienen su rincón preferido.
Según cuentan Mari Carmen, vecina de Granada pero que veranea en la zona, este año se han incrementado las carpas portátiles que deben colocarse en la parte más retirada de la orilla. «Los fines de semana llegan con sus carpas y las ponen justo en la orilla ocupando un gran espacio». Además, recalca que la playa de La Guardia «es muy pequeña en cuanto a dimensiones, llegan tres carpas y te la encuentras llena».
Caso omiso
El Ayuntamiento de Salobreña lleva años intentando poner freno a esta 'guerra de las sombrillas'. Según la ordenanza municipal de uso y disfrute de playas, está prohibido colocar objetos sin la presencia de su propietario con el fin de reservar espacio. Los operativos de limpieza de playa —que este año han reforzado la plantilla de vigilantes y operarios— retiran sombrillas abandonadas y las guardan en dependencias municipales. Si no son reclamadas en un plazo de catorce días, pueden ser consideradas residuo y acabar tiradas, y el propietario debe abonar 30 euros para recuperarlas.
El concejal de Playas, Luis Cano, prefiere dialogar con los bañistas: «Nuestros operarios hablan con los dueños de las sombrillas antes de quitarlas. Les explicamos la normativa y les sugerimos que reubiquen sus sombrillas si van a volver pronto, o que vayan montando justo cuando regresan, para no interferir con otros usuarios», señala.
Las localidades de la Costa pueden multar con hasta 300 euros
En Andalucía, varias provincias y municipios han implementado normativas específicas para evitar la ocupación indebida de espacios en la costa con sombrillas, sillas u otros objetos. En muchas ocasiones las sanciones pueden oscilar entre los 100 y los 750 euros, dependiendo de la gravedad de la infracción y la normativa local. Según la ordenanza de los ayuntamientos, las localidades de la Costa pueden multar a los bañistas con hasta 300 euros solo por reservar un espacio en la arena.
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