El cielo de La Herradura se viste de crochet
Los toldos de ganchillo elaborados por la Asociación de Mayores Virgen del Carmen llenan de sombra, color y tradición la calle Príncipe
Paseando por La Herradura basta con levantar la cabeza para descubrir un espectáculo de colores. Decenas y decenas de aros de crochet, tejidos a mano, ... flotan sobre la calle Príncipe como si fueran soles atrapados en una red.
No hay dos modelos iguales. Los hay con flores, con estrellas, con corazones, con dibujos que solo entienden quienes los tejieron. Son casi 150 piezas de crochet que han tardado más de año y medio en ver la luz. Un trabajo en el que no ha faltado la paciencia y el cariño, hecho por las mujeres de la Asociación de Mayores Herradureños Virgen del Carmen. «Cuando empezamos pensábamos: esto es imposible, no vamos a poder. Pero fue ponernos y ya no podíamos parar. Ahora tenemos hasta mono de seguir», cuenta entre risas Carmen, una de las vecinas que pertenece a la asociación. «Al principio nos daba miedo porque era mucho trabajo. Pero una vez que empezamos, nos enganchamos. Te atrapa. Al final lo hicimos entre todas», añade.
La idea de llenar el cielo de La Herradura de colores se presentó en la asociación y, poco a poco, un grupo de mujeres se animó. No todas, pero sí una docena fiel: Maritina, Pepi, Concha, Sagrario, Carmelina, Sofía, Cari, Carmen, Aurora, Victorina, Amalia y María Jesús. Dos días a la semana, lunes y jueves, de cinco a ocho de la tarde, el Club del Pensionista de La Herradura se llenaba de ovillos de colores y agujas de crochet. Las mujeres normalmente cosen colchas, delantales y tapetes pero en cuanto llegó la iniciativa se pusieron manos a la obra con el nuevo proyecto para crear sombras y dar un toque creativo a la localidad: «Dejamos la costura a un lado y nos pusimos todas con los aros. Yo hice varios, y otros me los llevé a casa para terminarlos. Había quien se quedaba hasta tarde», cuenta.
Acostumbras a coser, el cambio fue significativo. El proceso para realizar grandes figuras de crochet no es sencillo. Según relatan, primero se empieza con un pequeño círculo de diez puntos de cadeneta. Luego se van añadiendo vueltas y dibujos para crear una base firme y poco a poco el tejido crece hasta alcanzar los 60 centímetros de diámetro. Luego toca tensarlo en un aro metálico y coserlo bien para que quede agarrado. El crochet es una técnica artesanal que utiliza un hilo y una aguja especial que se llama gancho para entrelazar los bucles. Según explican las mujeres, se puede utilizar hilo o lana.
«Cada aro es un mundo. Algunos seguimos patrones de libros, pero muchas lo sacamos de la cabeza. Yo, por ejemplo, inventé el mío sin mirar nada. Eso es lo bonito del crochet: puedes dibujar en el aire con hilo», dice Pepi Jiménez con orgullo.
No fue cosa de un día. Entre idas y venidas, meriendas y vacaciones de verano, el proyecto se alargó cerca de dos años. El primer montaje se hizo el año pasado en el Centro Cívico, coincidiendo con las fiestas de la Virgen del Carmen que sirvieron para engalanar la localidad herradura. Allí se colocaron 96 aros para que todo el pueblo pudiera verlos. «Cuando los colgamos por primera vez delante del Cívico, se nos caían las lágrimas. Verlos todos juntos, tanto colorido… era una emoción enorme», recuerdan.
Este año los aros se han trasladado a la calle Príncipe, la más emblemática y transitada del pueblo. Ahora forman un techo de sombra y color que sorprende a vecinos y visitantes.
Para Elena Mora, responsable de la Tenencia de Alcaldía de La Herradura, este proyecto tiene un valor que va mucho más allá de lo estético: «Detrás de cada uno de estos aros hay muchas horas de paciencia, cariño y amistad. Son símbolos de nuestra tradición y de nuestras raíces. Nuestros mayores siguen construyendo unión con sus manos». «Ellos construyeron esta tierra con trabajo silencioso y amor por lo suyo. Y ahora también se dedican a seguir embelleciendola. Son admirables», señaló. Además, Mora dio las gracias por dedicar su tiempo, su esfuerzo y su talento.
Más para el próximo año
Las propias protagonistas de esta historia lo ven así. «Esto nos mantiene activas, nos da vida. Nos reímos, charlamos, recordamos cosas antiguas… Y además sirve para el pueblo. No es solo tejer, es estar juntas», dicen.
Según cuentan desde la tenencia de alcaldía, se trata de una asociación muy activa en la localidad: organizan meriendas para el centro de día de Alzheimer, colaboran en fiestas como la del Rosario de la Aurora donde hacen buñuelos al amanecer, cosen colchas, delantales y cojines para rifas solidarias. «Somos siempre las mismas, pero estamos en todo», resume Pepi.
Aunque los toldos ya lucen sobre la calle Príncipe, las mujeres no piensan parar. La próxima fase será hacer piezas cuadradas para ampliar y renovar el cielo de crochet. Pasear por la calle Príncipe es diferente. Los turistas levantan la vista y hacen fotos; los vecinos presumen del trabajo de «sus mayores»; y las propias tejedoras, cuando pasan por allí, sienten un orgullo difícil de explicar. Al final, esos toldos de crochet no son solo adornos de verano. Son un pedazo de cielo tejido con paciencia, amistad y memoria.
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