Los accionistas de las sardinas
En C'Mariano, en playa de Velilla, cada uno pide los espetos con un punto diferente y hay clientes que se quedan con las llaves para cerrar
LAURA UBAGO
Miércoles, 10 de agosto 2016, 01:25
Mariano Linares compra cada año mil jarritas de cerveza con su logo. Lo hace tentando a la suerte y al amante del souvenir encubierto, ese ... que se escamotea del local debajo de una servilleta o en el bolso de la playa. Cuando acaba la temporada tiene 200 jarritas y el propietario de C'Mariano (se pronuncia cá) se siente orgulloso de que a la gente le haya gustado ese recuerdo. O las regala o hace que no mira cuando se las llevan.
Al dueño de un bar se le saltaron los colores en Santander cuando este chiringuitero de la playa de Velilla descubrió dos de sus jarritas en un concurrido bar de la ciudad. Allá en lo alto. En exposición. «Esas son de un chiringuito de Almuñécar», le dijo el empresario santanderino... «Sí, del mío», espetó -que no 'espeto'- Mariano partido de la risa. «Se las quisimos comprar al camarero pero no se dejó y nos las regaló», se excusó el hostelero del norte, que alegró al del sur con esta anécdota de las vasijas viajeras o voladoras.
Mariano y Palmira (su esposa y jefa de cocina) compraron el chiringuito en el 98. «Me fui del camping Paraíso y la gente empezó a decirme '¿Ahora dónde vamos a ir?'. Y les contesté rápidamente 'acá Mariano'». Y así surgió el nombre, que ya va, con las modernizaciones, con una C y el apóstrofo.
«Somos de Granada, guárdenos una mesa para mediodía, que probamos en Semana Santa un arroz y queremos repetir», le sueltan a Mariano mientras despacha a los proveedores. Los clientes repiten tanto que hay a quienes les deja la llave. «Soy el encargado de abrir y cerrar», dice con una sonrisa. Pero después, unos metros más adelante, sobre la arena, se descubre que a esto podría hacérsele alguna puntualización...
«Venimos tanto que a veces se va Mariano y nos deja aquí para que cerremos», dice María José. «Mariano, pero ¿dejas la caja limpia o con dinero?», se atreve a preguntar la periodista, a lo que el dueño del chiringuito apostilla entre risas: «Vacía, vacía». Dice Paco, granadino que posa junto a Paqui y Javier, que más le valdría que Mariano les vendiese acciones del chiringuito. «Me saldría más barato porque cada vez que venimos...», vuelven las risas a pie de hamaca, que adjunta una cartel de «reservado» porque se convierten en la primera casa del que veranea.
En el tablón del chiringuito hay una mesa, ya anotada, que va a ir religiosamente todos los días de esta semana a comer. Y hablando de religión, por allí aparecen dos monjas de las 'Hermanitas de los Pobres', con su hábito blanco impoluto, pidiendo para los necesitados, allí, a 40 grados y rechazando todo refrigerio. Y Mariano colabora, con su sonrisa, que con poco se le borra. Porque eso del chiringuito «engancha» y porque no le pesan los veranos allí, con sus hijas Dina y Aida, criadas sobre esos chinos y que quiere que sigan con la tradición.
Con su nueva concesión en la mano, Mariano estrena este verano chiringuito en Velilla, con todo reformado, con una barra que da a la playa y que es, «la proa de un barco» y hay un chill out para tomar tapillas y el espetero... Que no puede ser otro que Agustín Peñalver, que no cambia, que no se cansa del infierno de las brasas y que lleva cerca de 30 veranos con el oficio. «Ya me sé cómo le gustan a cada uno de los clientes los espetos. A unos más hechos, a otros menos... es complicado pero lo hago con ilusión». Y sí, parece algo un pelín más difícil qué saber si el café va con leche o con espumita. Pero en C'Mariano no hay retos imposibles. Eso sí, quiere algo de más terraza porque es la esencia del chiringuito y a él le gusta eso, el chiringuito.
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