«Nos estamos jugando que nos maten por ganarnos la vida honradamente»
Los comerciantes de Almanjáyar denuncian una oleada de robos | Los empleados de un local afirman que han sufrido robos con hachas y pistolas mientras que la Policía niega que se hayan usado estas armas
Es viernes y ese mero detalle ya atemoriza a Viqui. Detrás de la caja registradora donde pasa la jornada cobrando a los vecinos del barrio ... del Almanjáyar, mira inquieta a través de la ventana de cristal que preside este supermercado de barrio: sabe que este es un 'día negro' por los atracos.
En tan sólo dos meses, han sufrido tres atracos. Y no son los únicos. Marcos Cano, dueño de este supermercado, cuantifica en casi una decena los locales afectados: gasolineras, bares, farmacias, tiendas y un largo etcétera. Está intentando sumar las fuerzas de todos ellos para frenar estas oleadas, pero no lo tiene fácil. Porque para Marcos la necesidad de proteger a sus empleados y acabar con esta «vergüenza» le ha podido al miedo, pero el resto siguen atemorizados. «No quieren venir a hablar conmigo ni con los medios de comunicación por miedo. Porque temen que vuelvan a atracarlos o que incluso haya represalias por contar lo que ha pasado, pero es que tenemos que hacer algo por acabar con esto», indica el joven.
Con hachas y pistolas
No son pequeños hurtos. Ni gamberradas de jóvenes del barrio. Son atracos a mano armada. No saben si es siempre la misma banda, pero sí que la violencia es compartida en cada uno de ellos. Hachas, cadenas, navajas e, incluso, pistolas son los utensilios que estos malhechores utilizan para entrar a la fuerza en el local, atemorizar a los trabajadores y vecinos que allí se encuentren y hacerse con la caja para dejar a cero unas ganancias reducidas de este establecimiento modesto de la zona norte.
A Marcos Cano, dueño de este supermercado, le brillan los ojos al hablar de los robos: «Dan ganas de romper a llorar, porque estamos hablando de mi comida, mi sustento y el de mis trabajadores. Pero sobre todo, de su bienestar. Nos estamos jugando que nos maten por ganarnos la vida honradamente, ¿es eso justo?».
Para recordar el último incidente no tienen que echar demasiado la memoria atrás. Fue el pasado viernes 15 de marzo. Eran las siete de la tarde, la hora a la que ya empiezan a ser un blanco más certero para los atracadores. Pero ese día estaban más tranquilos, porque aún había mucha luz y gentío. Pero eso no les salvó del que sería su tercer asalto en dos meses y el quinto desde que abrieron.
Jennifer estaba intentando lidiar con la cola de vecinos que estaba ante su caja para atenderlos cuando los vio. Y se quedó petrificada. Como en los anteriores robos, los individuos estaban apostados en los laterales del establecimiento esperando el mejor momento para entrar. Y lo encontraron. Entraron por la puerta más cercana a la caja de Jennifer y, mientras uno le apuntaba con una pistola y le inquiría que «si no nos das el dinero, te volamos la tapa de los sesos», los otros dos acompañantes se hacían con la caja sin piedad. Y mientras tanto, los vecinos, estupefactos, contemplaban una escena que podría haberse recrudecido sobremanera si llegan a oponer resistencia por la violencia de los atracadores.
«Tienen atemorizados a los trabajadores. La poca caja que tenemos nos la roban. Y nos rompen los ordenadores, que a ellos no les duele, pero para nosotros es una gran inversión que no podemos hacer frente. Y encima son cada vez más los vecinos que dicen que aquí no vienen a comprar, sobre todo por la tarde, por miedo a volver a repetir la escena», explica el joven.
Investigación policial
Su padre, José David Cano, el dueño de esta cadena que tiene presencia en Loja, Málaga y Algarinejo, no sabe qué más hacer para proteger su negocio y a sus empleados. Y pide ante todo un mismo cambio: más seguridad. «Creemos que es una misma banda formada por tres menores. Nos dijeron que a uno ya lo cogieron por las huellas que dejó, pero lo soltaron y al resto no han podido cogerlos aunque tienen todas las huellas. Necesitamos que nos ayuden a estar seguros», explica. Pero esta detención no ha podido ser confirmado por este periódico.
Desde la Policía Nacional, por su parte, afirman que tienen una investigación abierta para esclarecer esta serie de atracos que se están produciendo en la zona en los últimos meses. De ese modo, confirman que se han desarrollado distintos robos en establecimientos del entorno, pero no se pronuncian sobre el número de hurtos, al encontrarse en plena investigación.
Hachas y pistolas
Lo mismo sucede con las armas utilizadas en estos asaltos. Desde la Policía Nacional inciden en que las que estos comerciantes aseguran que se están utilizando no se corresponden con los que ellos están viendo, pero vuelven a no comentar cuáles son.
Cuestionados sobre la posibilidad de que haya algún detenido, tal y como comentaba el dueño el local, explican que no consta ninguna detención pero que se está investigando aún todos los hechos.
Para los empleados y los propietarios de este establecimiento, la posible impunidad de estos delincuentes es un factor de riesgo para ellos, pues aseguran que los atracadores dejan de temer las posibles represalias: «Cuando ves que haces algo mal y te sueltan y no pasa nada, ¿vas a parar? No, al contrario, vas a hacerlo más y sin miedo, porque te crees invencible. Y eso nos afecta a nosotros».
La seguridad es la principal petición que hacen los dueños ante esta ola de robos. Marcos Cano reclama que las patrullas «no vengan a tomarse un café y se vayan», sino que hagan rondas continuas en la zona para mantener la seguridad. «Aquí a partir de las siete de la tarde estamos desprotegidos, no hay policías y no podemos costearnos un guardia de seguridad porque no dejamos de ser un supermercado de barrio con unos ingresos reducidos que encima se evaporan con estos robos», comenta el joven.
Está intentando hacer presión para luchar contra esta «injusticia», y asegura que piensa moverse todo lo necesario y más para conseguir aunar la fuerza de todos los vecinos y comerciantes. Así, espera mejorar un entorno que considera hermoso pero empañado por la maldad de unos pocos. «Nos venimos aquí porque nos gustó el local y la zona nos pareció que estaba muy bien. Al principio este barrio tenía sus cosillas, pero desde hace unos meses hasta aquí, todo se ha descontrolado. Es el hacer daño por hacer daño, sin importar a quién se lo hagan», añade.
Gran violencia
Han puesto seguros en las puertas. Tienen apostadas por la tienda cámaras de seguridad. Han pensado y repensado cómo reforzar la tienda para mejorar la situación y poder poner freno a los ladrones, pero es hasta peor. Tal y como explican, cuando entran por la puerta, se dirigen directamente a la caja, se llevan lo que quieren y, si nadie opone resistencia, nadie sale herido. Pero si se encuentran la puerta cerrada o tienen algún impedimento para entrar, tiran abajo a hachazos lo que haga falta y su violencia crece conforme aumenta las dificultades que encuentran para hacerse con el botín.
«Ahora tenemos solo el susto y todo ha quedado en menos de lo que podría ser, pero algún día puede pasar algo peor, nos pueden matar a alguno simplemente por venir a trabajar e intentar ganarnos el sustento», comenta Marcos. Por ello, lo tiene claro: antes de que le pase nada a ninguno de ellos, prefiere echar el cierre. Espera no tener que hacerlo, pero empieza a ser la única solución viable que ve ante sí en estos momentos. «Lo que no puedo consentir es que vivan con miedo, que vengan depresivos y llorando a trabajar y vivir con el nudo a saber si ese día será el siguiente que vivirán un atraco», añade.
Para Viqui, el atraco de la pasada semana no fue el primero. Ya vivió otro con su compañera Jennifer. Y no sabe cuántos más tendrán que compartir. Pero tanto ella como el resto saben que no quieren vivir así. Necesitan el trabajo, el sustento les hace falta, pero las noches de insomnio y lágrimas son difíciles de digerir. Les gusta su trabajo, pero lo quieren hacer seguros. «Solo quiero trabajar sin miedo a que me apunten con una pistola», dice. Parece una petición sencilla. No lo es.
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