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Granada es una ciudad caminable y aparentemente segura, aunque no todos la perciben así. Las distancias son cortas y hay espacios amplios y superficies peatonales ... sin grandes barreras que hacen que desplazarse a pie entre el Centro y otros barrios sea una opción cómoda. Pero esa es solo una cara de la moneda. La cara, de hecho. Porque también existe la cruz. Y los universitarios, las chicas, sobre todo, la llevan a cuestas cada vez que cae el sol. En la oscuridad de la noche, las calles se vacían mientras empieza a ganar fuerza la inseguridad. Una sensación que puede cambiarlo todo, incluso la ruta de vuelta a casa.
Ocho de cada diez chicas universitarias que viven y estudian en el Centro de Granada evitan ir solas por la noche. Si para volver a casa tienen que atravesar zonas que no les dan seguridad, la mayoría modifica el camino o coge un taxi. Es más, si saben que se van a llevar un mal rato, algunas ni siquiera salen. Así lo revela un estudio de la UGR que relaciona el miedo y el diseño urbanístico con enfoque de género. Lo firman Carmen Lizárraga, profesora de Economía Aplicada; Isabel Castillo, investigadora del Departamento de Organización de Empresas I, y Alejandro Luis Grindlay, profesor de Urbanística y Ordenación del Territorio.
En esta investigación han puesto el foco en los universitarios –que son el 20% de la población urbana– porque «son accesibles, jóvenes y viven en el Centro». A través de un sondeo del estudiantado de los Campus más céntricos de la UGR, han comprobado que estos perciben inseguridad en más de 400 puntos de Granada. En ese mapa destacan zonas de ocio nocturno como Elvira o Pedro Antonio de Alarcón y una red de calles bajo la Gran Vía de Colón. Aunque por el día las frecuentan sin problema, la historia cambia cuando hay «falta de iluminación, edificios abandonados o escaleras».
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«Las calles estrechas y callejones no se pueden cambiar, están ahí y son así, pero la iluminación es muy importante. Se están cambiando luminarias por led y ya hay intensificadores de luz que se activan cuando pasa gente. Pero el Ayuntamiento no da a basto con la limpieza de grafitis y también generan inseguridad», explica Grindlay. Al igual que la basura. Y, en Granada, están por todas partes.
La mirada es subjetiva, pero los universitarios también coinciden en que pasos subterráneos o pasarelas en altura «como la que hay en el Cerrillo de Maracena, que conecta con la zona nueva donde está la parada de metro», son punto de conflicto. También los parques Federico García Lorca y Cristina Arteaga, en el entorno de la Biblioteca de Andalucía. Los lugares vallados, en general. «La gente sin hogar se va a esos sitios. Hay mucha vegetación, poca luz y parecen no tener salida. La presencia de personas en la calle es un factor de seguridad a menos que estén borrachas», subraya este experto. Defiende que el diseño de una ciudad es «clave» para que las personas que la habitan se sientan «seguras». No obstante, los chicos no lo viven como las chicas. En una escala de diez, siendo esto máxima seguridad, ellos puntúan el Centro de Granada con un 7, mientras que ellas se quedan en un 5.3.
«Con veinte años, esas diferencias de género ya están marcadas. Granada es una ciudad aparentemente segura. Nosotros hemos validado las experiencias de los universitarios. En el caso de las chicas, al estar extendido el acoso callejero, no hay patrón. Ocurre en todas partes todo el tiempo», asegura esta vez Lizárraga. Señala que los chicos también sienten inseguridad en algunas zonas, «pero en vez de por sus cuerpos, se preocupan por sus propiedades».
Esa es la foto. La doble cara de la moneda varía según el sexo. Los hombres se aseguran de tener la cartera y el móvil controlados mientras las mujeres temen ser perseguidas o violadas. «Sabemos que ocho de cada diez chicas directamente no van solas por la noche. Si a los veinte años, siete de cada diez ha sufrido acoso callejero, tenemos un problema como sociedad», denuncia la profesora de Economía Aplicada. Tras la investigación, concluye que «hacen falta más puntos violeta y protocolos de acoso». Aunque en zonas de ocio nocturno los propios locales están «involucrados», el entorno, la cultura y la experiencia previa conjugan un contexto único en cada persona.
Que Granada sea una ciudad de quince minutos queda en segundo plano. Según Lizárraga, «no se trata de llegar sana y salva a casa, sino de cómo llegar». Porque sí, caminar es siempre una opción, pero el objetivo es que la ruta no esté llena de miedo.
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