Botas de cuero español: Bob Dylan
El bardo de Duluth actuó en esta parte de Andalucía en varias ocasiones, con resultado casi siempre decepcionante: en unos casos, el concierto acabó en bronca política, mientras que en otros se levantó antes de hora tras decir que «No conectaba»
juan jesús garcía
Jueves, 22 de julio 2021, 00:11
El bardo de Duluth es un adicto a las rayas, de carretera. Y gracias a sus 80 años de interminable gira le hemos visto en ... diversas ocasiones por este Sur. Algo impensable cuando los niños de mi generación cantábamos en misa sus canciones sin saber siquiera que eran suyas. En la de 12, y en los guateques, donde las balada de aquel 'The Freewheelin' alentaban acercamientos prohibidos con el calorcillo juvenil entusiasmado por la sangría (con mucha canela por favor), hasta que algún adulto asomaba y decía aquello de «que corra el aire». Luego ya gracias al libro Jesús Ordovás supimos quién era, y entendimos (o no) sus letras. Y nos hicimos 'dylanitas', hasta que él mismo puso a prueba, y más veces que a san Pedro, nuestra lealtad.
Pero los tiempos estaban cambiando. Ya el 'ángel negro', Miles Davis, dios padre de otra religión, se había hecho carne en el Festival de Jazz, y algunas otras leyendas menores se habían acercado por aquí. Pero pensar en Dylan o los Stones era soñar despierto, esas cosas solo pasaban más arriba de Madrid. Claro que lo mejor de los sueños es que a veces se cumplen. Así este periódico anunció que el 18 de abril de 1999 el judío de Minnesota llegaría a Granada, en su primera visita a nuestra Andalucía (a la otra parte llegó, obviamente en el 92). Fue gracias a las gestiones de la familia de Lorca (como haría luego con Lou Reed, Chavela Vargas, Sting, Elliot Murphy, Patti Smith…). Según dijo Laura García Lorca, el cantante tardó menos de 24 horas en responder afirmativamente. No en vano aquel verso de 'A Hard Rain's A-Gonna Fall' que decía: «Oí la canción de un poeta que moría en la cuneta», muchos lo referenciaron con el de Fuentevaqueros.
Fue en el Palacio de Deportes, cuando el aforo era total de 10.000 personas, agotándose en muy poco tiempo, parte con la tribu itinerantes de fervorosos 'dylanitas' que le seguían en peregrinación, y el resto de gente llegada de toda Andalucía.
Si la piedad existe, Andrés Calamaro no debiera acordarse de haber estado allí, nosotros tampoco. Bastante perjudicado, cerró con un «no conecto» un rato perfectamente, eso: olvidable. Luego usaría de anfitriones a Soleá Morente y Evangelistas (con polémica pública de Eric por el maltrato profesional) o Amaral.
Espacio VIP
El espacio estaba separado con una zona VIP, de los que Lennon diría «que muevan sus joyas y los demás que aplaudan»; mayormente bisutería política en este caso, aunque duró poco el privilegio porque el 'pueblo' tomó al asalto su zona de influencia. Cosas que pasan a veces. Sin la enfermiza obsesión posterior, ya no quería que le fotografiaran, de forma que todo lo visto de aquella noche fue 'robado', metiendo las cámaras en, sí efectivamente, la entrepierna. Y eso que estaba lozano, en forma, y todavía usaba la guitarra más que el teclado.
Recuerdo que buena parte del repertorio perteneció a la trilogía folk-roquera de mediados los 60, personalmente creo que uno de sus ochomiles. El orgánico sonido electro acústico de la banda, con destellos country fue ideal para ese material. Homenajeó a sus amigos de Grateful Dead, se dejó llevar por el talking blues y sus letanías salmódicas, y uno de los entretenimientos fue descubrir qué canción estaba debajo de cómo la tocaba, habitualmente desconfiguradas por definición. También la decepción por no escuchar 'Like Rolling Stone' o 'Forever Young' (y más…), sustituidas al final por 'Rainy Day Women' y 'Maggie's Farm'. Luego ya aprendimos que ese ansioso sabor de boca se queda en todos sus conciertos.
Posteriormente vendría en otras ocasiones, en 2004 a Motril, en 2008 a Jaén (con bronca política posterior), y en 2015 repetiría Granada, decepcionantemente en un impostado papel de crooner. Pero cómo decía Antonio Resines en el debut de Trueba, 'Opera Prima': «La primera vez no se olvida jamás». Lo que comenzó en una iglesia terminó en una epifanía absoluta.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión