Hacer barrio como antídoto contra la soledad en Granada
Más de 600 mayores participan en las actividades que se organizan en el Centro Cívico de la Chana
Antes de las diez de la mañana alrededor de treinta mayores esperan su turno para la clase de gimnasia de mantenimiento. Aguardan tranquilos a que ... llegue María, su monitora. Se saludan, comentan qué tal llevan la coreografía que representarán la semana que viene y charlan animados. Es el Centro de Servicios Sociales de la Chana, uno de los siete distritos en los que el Ayuntamiento de Granada cuenta con un espacio de este tipo. Allí, estas mujeres y hombres jubilados encuentran una red de apoyo entre iguales. No se trata sólo de mantenerse activos físicamente, detrás de esas clases (se ofertan más de una veintena de actividades) hay mucho más.
«Estaba muy sola y ahora tengo amigas. Ahora tengo más ganas de vivir», cuenta Antonia, que hace años que decidió apuntarse a una de estas clases, que son totalmente gratuitas. A ella le cambió la vida. Pero no es la única. Marina lo tiene claro: «Esta es la mejor medicina que podemos tomar los mayores, la amistad entre todos y seguir en movimiento», cuenta emocionada. Lo mismo le pasa a Rosa Mari, una de las más jóvenes de la clase. «Me arrepiente de no haber venido antes. Hace poco perdí a mi madre y esto me ha ayudado mucho. Aquí recibimos mucho cariño», explica.
La labor de los monitores
La labor que desarrollan los monitores de estos centros va mucho más allá del tiempo de actividad. María lleva años trabajando con estas personas. Conoce sus historias, les escucha y cuando detecta alguna situación que requiere de una intervención, la deriva a los servicios con los que cuenta el centro: psicólogo, educador, trabajador social... El trabajo de estos monitores sirve para luchar contra la soledad o el aislamiento de algunas de los usuarios. Crean comunidad, generan redes de apoyo, hacen barrio en unos tiempos en los que cada vez se charla menos con el vecino de al lado.
Clemencia es colombiana y da un paso al frente para contar lo que significa para ella acudir a clase. «Estoy muy contenta. Siendo nueva he hecho muchos amigos. Lo que hacemos aquí, también nos sirve fuera. Me motiva mucho», asegura. Matilde, que es modista, afirma que acudir al centro es «un respiro», le ayuda a hacer amigas y no piensa en dejarlo, después de siete años. A Trini le encanta el grupo que han creado entre todos y Eusebio tiene claro que lo más importante son las relaciones que se generan.
El centro cuenta con una radio comunitaria liderada por personas mayores para trabajar contra el edadismo
Aunque la mayoría de los usuarios son mujeres, María, la monitora, afirma que poco a poco los hombres participan más y eso también es una forma de romper barreras. Otra de las barreas que quieren derribar es la generacional. Por eso organizan actividades en las que se generan interacciones entre mayores, niños y jóvenes. Para que unos aprendan de otros.
Toñi y Carmen se entusiasman al hablar del tiempo que pasan en estas instalaciones participando en diversas actividades.
Juan y José Luis tienen dificultades de movilidad, pero acuden a clase a compartir tiempo con sus compañeros. «No puedo ni levantar los pies para hacer los ejercicios, pero vengo aquí, veo a mis compañeros y me siento acompañado», asegura José Luis, mientras que Juan ensalza la labor que realizan los monitores. «Son maravillosas», asegura señalando a María y María Ángeles.
Otro de los nombres propios de este centro es el de Luis, educador y coordinador de la actividad de los mayores que los ayuda en todas sus gestiones y que ha logrado poner en marcha un proyecto que lleva su sello personal, una radio pública comunitaria liderada por personas mayores con la que trabajan contra el edadismo y la soledad.
Prevenir la soledad
Juani, que es la directora del centro, explica que el objetivo del trabajo que se desarrolla en estos centros es, sobre todo, la prevención de situaciones como la soledad. Precisa que en la Chana se atiende a entre 600 y 700 personas mayores en la veintena de actividades municipales que se ofertan. Pero estas instalaciones también acogen a personas de otras edades y colaboran con las asociaciones de vecinos. «Lo que yo he vivido desde que estoy aquí es que la Chana todavía es barrio. Hay sentimiento de pertenencia y apoyo de la comunidad», señala. La directora indica, además, que cuando los monitores detectan situaciones complejas de algún usuario las derivan, pero que además, las actividades en sí mismas son un recurso para conseguir mejoras. «A veces esto es más potente que una intervención individual. Tienen una razón para salir de casa, conseguimos que se relacionen, que hagan amigos».
En el Centro de Participación Activa, Juan, Mari Carmen, Carmen y María ayudan al funcionamiento de la actividad. Son voluntarios. Proponen, gestionan y colaboran para que el espacio se mantenga vivo.
Cada final de curso, los usuarios del centro cívico de la Chana quedan con sus monitores para ir a desayunar y celebrar. La lista de espera para acceder a una de las actividades ofertadas (informática, teatro, gimnasia, activación de la memoria...) es cada vez más larga. Con más recursos, se podría llegar a más gente, reconoce la directora. Pero sea como sea, la labor que se hace en estos centros es ingente e imprescindible. El paso del tiempo y la vejez son inevitables. Ofrecer a estas personas una motivación para seguir viviendo cada día con impulso es clave para que la última etapa de una vida, que siempre es demasiado corta, no sea un tiempo de espera para el final, sino un camino que siga mereciendo la pena andar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión