«¿Me bajas a la altura de mi casa?», la primera noche del bus búho de Granada
Según la compañía de transportes, 14 mujeres usaron la parada a demanda para llegar «seguras» a su destino en su estreno
Blanca no tiene ni idea de lo que es el servicio a demanda del bus búho de Granada. Vuelve a casa más allá de medianoche ... después de visitar a una amiga con la que ha cenado. Pero Antonio, el conductor, le cuenta lo que es. «Se lo tenemos que explicar a todas las mujeres que se monten en el coche por si no lo saben, que es lo más normal puesto que empieza hoy», dice. Como esta chica de 27 años es la única que se sube en una de las paradas de la Avenida de la Constitución, el encargado de asegurarle su llegada a casa se lo explica con tranquilidad. En el bus solo hay una pareja mayor al fondo. Todo lo demás va vacío.
Antonio le cuenta que tiene la opción de pedirle que detenga el coche donde quiera pero siempre dentro de la ruta. Hoy conduce el 111 y en el turno uno, por lo que acaba a las 2.15 de la madrugada. Da dos vueltas. Y en ambas para por partida doble en Joaquina Eguaras, precisamente cerca del destino de Blanca. «Me parece muy bien porque normalmente me bajo un poquito antes de donde vivo, así que le voy a decir que me deje a la altura de mi calle», señala. Mientras llegan, la conversación continúa. El conductor le avisa de que la puerta por la que tiene que salir es la suya, para que así, sabiendo que tiene la protección de sus ojos encima, se sienta segura al volver a casa. Este es precisamente el objetivo primordial del nuevo servicio que estrenó el pasado viernes de madrugada el Ayuntamiento de Granada en sus autobuses más noctámbulos. La respuesta por parte del área de Seguridad y Movilidad a la demanda de una sociedad cada vez más sensibilizada con la libertad de las mujeres que desean volver solas a su hogar. Y lo más importante, sin sentir miedo.
Es la una de la madrugada. El 111 pasa por el Camino de Ronda. En una de sus paradas está Raquel, que sube con los cascos puestos. Se los quita para escuchar a Antonio, que empieza con las explicaciones. Ella tampoco sabía nada. Es de Oviedo y está en Granada estudiando un máster en Literatura Inglesa. No necesita demandar nada porque da la casualidad que su parada (Sancho Panza) está justo en frente de su casa. «Me parece positivo. Yo nunca he tenido un susto, pero ahora justo venía hablando con un grupo de amigas precisamente de esto. Una de ellas, que suele volver a casa siempre andando, dice que todo es cuestión de suerte. Y tiene razón», señala.
Aunque sin sobresaltos importantes, esta estudiante tras un rato hablando reconoce que alguna vez sí que se ha encontrado a sí misma inquieta. «Es algo irracional, a veces he fingido que hablaba por teléfono, pero creo que eso lo hemos hecho todas alguna vez», cuenta. Lo dice mientras se bajan tres chicos del bus. Se van de juerga. Ella en cambio regresa a casa en un autobús de nuevo vacío. «Es raro que esté así. Cuando más gente hay es al principio y al final de la noche. De hecho, este turno se pone de refuerzo para las primeras horas». Antonio lleva dos años de conductor en el búho. Esta noche le ha tocado el turno corto: dos vueltas y al garaje. Aunque a él le da igual cuál le toque pues hay pocas cosas en la vida que le gusten más que conducir. Piloto junior de carreras, chófer en la mili y ahora en el autobús de madrugada.
Atraviesa el corazón de La Chana ya casi a las dos de la mañana. Por las ventanas se ven las calles repletas de coches aparcados, persianas bajadas y farolas alumbrando a nadie. El conductor explica que el servicio a demanda era necesario. Sabe de lo que habla. En este tiempo al volante ha vivido algún caso que le ha convencido de que lo que dice es cierto. «Un día iba en ruta con una chica, clienta habitual, y otro chaval que viajaba dormido. Cuando ella fue a bajarse en su parada, al decirme adiós despertó a la otra persona, que al ver que la chica se iba, salió detrás. Enseguida sentí su miedo y decidí no seguir la marcha hasta que no la vi meterse en el portal», explica el chófer, quien no está seguro de las intenciones del chico. Lo único que sabe es que se marchó al verlo allí detenido. «El problema es que no sabes a qué atenerte, por lo que lo mejor es no correr el riesgos», interviene una mujer sentada en la cabecera del bus.
La parada a demanda le parece muy bien, pero piensa que lo de que el bus no se desvíe ni un poquito de su ruta, es un poco limitante. También cree que falta un poco de información. Y lo dice frente al panel amarillo que hay en el bus, en el que se explica en qué consiste el servicio a través de varios párrafos de letra pequeña y difíciles de leer cuando uno hace el gesto de pagar o pasar la tarjeta.
Tras dejar a otra chica más cerca de su casa a la altura de la Avenida Dílar y haber informado a una media docena de jóvenes de la iniciativa, el 111 de Antonio se va a 'dormir'. Lo harán algo más tarde los demás: a las 5.30 y a las 6 de la madrugada. Y hasta el día siguiente. El servicio fue usado en su primer día por 14 mujeres, según datos de la compañía de transportes.
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