Una ayuda en femenino: «Llegué a vivir en la calle; ahora puedo pagar el alquiler»
Janaina y Almudena son las cabezas de familia de dos hogares granadinos que pueden sobrevivir gracias al cobro del ingreso mínimo vital
Janaina Andiara Do Nacismiento tiene 48 años. Llegó a Granada en 1999 por primera vez. Después se volvió a Brasil y regresó definitivamente a Granada ... en 2010. Ahora cobra el Ingreso Mínimo Vital que le sirve para completar los ingresos que tiene por su trabajo de fin de semana en un hospital. Almudena tiene 45 años. Estuvo en situación de calle y vivió ocupando ilegalmente una casa abandonada. Ahora, gracias a esta ayuda, puede pagar un alquiler y el resto de gastos de la vivienda. Son dos mujeres que le ponen rostro a las situaciones que hay detrás del Ingreso Mínimo Vital.
Janaina es la única que tiene ingresos en su casa. Vive con su marido y dos hijos de 16 y 18 años. Cruz Roja es la entidad que le ha ayudado en la tramitación de este ingreso mínimo. Y es usuaria de otros de los programas de la entidad. «Llevaba un año sin cobrar nada. Ahora con esta ayuda, unida a lo que yo gano, puedo ir cubriendo gastos», explica. «Llegó un momento en que no tenía esperanza», recuerda, pero la ayuda de Cruz Roja la animó a seguir intentándolo hasta que lo ha conseguido. «Ha sido una ayuda muy buena». Su objetivo es tener un trabajo de más horas, pero mientras tanto, este ingreso le sirve para ir salvando el mes.
Almudena no tiene ningún otro ingreso. En su casa viven seis personas y gracias al IMV puede hacer frente al alquiler de su piso y a las facturas de la luz y el agua. El resto de gastos los va cubriendo como puede. «Me tengo que buscar la vida, pero al menos lo básico lo tenemos cubierto», afirma.
«Es el único ingreso que tenemos en casa. Vivimos seis personas, entre ellas un bebé de solo nueve meses»
Almudena Gómez
Almudena llegó a vivir en la calle con su marido y sus dos hijas. Una situación muy dura que espera que no se vuelva a repetir. En aquellos momentos, perdió una de las ayudas que tenía por no estar empadronada en ninguna vivienda. Decidieron ocupar una de forma ilegal. «Era una casa abandonada, de un banco. Preguntamos a los vecinos y nos dijeron que llevaba años vacía, no nos metimos en la casa de nadie», aclara, al tiempo que recalca que lo hizo por necesidad.«No teníamos ningún ingreso» explica.
Después, con la ayuda de CESAL, una entidad social, consiguió acceder a este ingreso mínimo con el que cubrir los gastos esenciales. En la vivienda viven ahora seis personas. Sus dos hijas, la pareja y el hijo de solo nueve meses de una de ellas, y su marido. Ninguno tiene trabajo y el único ingreso que perciben, al margen de algún empleo esporádico es el del IMV.
«Llevaba un año sin cobrar nada. Ahora con esta ayuda, unida a lo que yo gano, puedo ir cubriendo gastos. Soy la única que tiene un empleo en casa
Janaina Andiara
Las técnicos de empleo de la entidad que le ayuda están guiándola para encontrar un empleo. «Yo no quiero estar así toda la vida. Este ingreso nos está salvando ahora, pero nunca sabes si en algún momento lo puedes perder», asegura. Precisa que tiene una minusvalía, pero que aún así podría trabajar en algunos sectores y es lo que quiere.Lo que no quiere es imaginarse que en algún momento pierde esta ayuda y no tiene cómo pagar la vivienda. Del IMV dependen en su hogar seis personas, una de ellas, un bebé. «A veces también voy a Cáritas y nos dan algo. Pero lo que nos gustaría es mejorar».
Janaina y Almudena son dos de las más de 17.000 mujeres que son titulares de una de estas prestaciones en la provincia actualmente. Ellas son casi siempre las que buscan soluciones en los servicios sociales. Las que se echan la familia a la espalda y consiguen este ingreso que les permite, por lo menos, hacer frente a los gastos básicos. Las dos, como la mayoría, querrían una solución definitiva para tener una vida más tranquila y no depender tanto de estas ayudas, que ahora mismo son su salvavidas. Pero mientras que encuentran otro camino, esta vía les da un respiro tanto a ellas como al resto de miembros de su hogar.
Cinco años después de que este ingreso mínimo se pusiera en marcha, las historias de personas como estas dos mujeres muestran el sentido de estas medidas que contribuyen a equilibrar, aunque sea mínimamente, una sociedad en la que no siempre es sencillo abrirse paso. Dos historias de las miles que ha cambiado este ingreso.
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