«Los jóvenes se arriesgan demasiado y por ello podríamos vivir otro confinamiento», avisan preocupados
«Ha cambiado el perfil del usuario que atendemos en los últimos meses. Los mayores apenas pasan por consulta. Ahora los pacientes tienen entre 30 y 50 años de edad»
Pilar García-Trevijano
Granada
Lunes, 10 de agosto 2020, 01:03
La atención primaria es una pieza clave para frenar al virus. Son el primer y último eslabón de la cadena. Se encargan de realizar la ... PCR, hacer el seguimiento, y llamar entre dos y tres veces como mínimo a cada paciente para ver su estado hasta poder dar por finalizado el caso. Fueron la primera frontera durante el estallido de la pandemia y lo siguen siendo, coordinados por los epidemiólogos de Distrito, que son cerca de 44, según la Junta. Desde hace meses su trabajo es el mismo, pero han cambiado los usuarios que van a hacerse las pruebas. La media de edad se sitúa desde los 50 años para abajo, mientras que antes los ancianos no se libraban del azote de la Covid-19.
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«Ha cambiado el perfil del usuario que atendemos en los últimos meses. Los mayores apenas pasan por consulta. Ahora los pacientes tienen entre 30 y 50 años de edad. Se creen a salvo del virus porque desde un principio se dijo que a ellos no les afectaba y no piensan en los demás. Por ahora, afortunadamente, la situación está bajo control. De no ser así nos llevarán de nuevo al confinamiento y vendrán los lamentos», asegura una de las coordinadoras de rastreo de la capital.
La enfermera se presentó voluntaria en el centro de salud en el que trabaja, y desde principios de verano ayuda a hacer los rastreos. En el mes de julio ha realizado de media ocho PCR al día. Guiada por el servicio de epidemiología, tiene la labor de estudiar los contactos adscritos a su distrito.
No se da por finalizado el seguimiento hasta que hayan pasado 28 días sin que se registre ningún contagio. Sin embargo, en el caso de los rastreadores de atención primaria, deben mantener aislados a los pacientes hasta que las pruebas den negativo o transcurran diez días sin que el presunto afectado presente síntomas. Para poder centrarse en el seguimiento de los brotes, a esta enfermera le han liberado de alguna de sus funciones.
Le preocupa el número de pacientes que, aunque no hayan dado positivo, deben permanecer en cuarentena y se saltan las restricciones. Para evitar que infrinjan el aislamiento, los sanitarios hacen firmar un documento a los pacientes en el que asumen cualquier responsabilidad si se les pilla haciendo pellas.
Por su parte, Pedro, es rastreador en un centro de salud de la capital. Él, a diferencia de la otra coordinadora, mantiene que no ha recibido formación, ya que empezó a hacer la trazabilidad de los contagios en la época álgida de la pandemia y no había tiempo. Desde entonces, presta apoyo al enfermero gestor del centro sanitario en el que trabaja.
Apunta, que con el sistema informático que tiene el SAS, los sanitarios y servicios epidemiológicos pueden consultar las «alertas Covid-19» que les llega de una paciente al instante. Si unas pruebas dan positivo, salta la alarma al equipo de servicio de vigilancia epidemiología y al resto del equipo de contingencia, que enseguida se prepara para dar pautas y comenzar con el tratamiento.
Pedro compagina sus funciones con las de rastreador y no puede liberarse de algunas cargas de trabajo del centro.
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