El aumento de la temperatura del agua en Granada pone en riesgo los ecosistemas costeros
El calentamiento del mar supera el grado y medio en un período inferior a diez años, lo que afecta ya a diferentes especies de fauna y flora
Que los mares y océanos de todo el mundo se están calentado en los últimos años parece claro a tenor de la evidencia científica disponible, ... y la provincia granadina no es una excepción, algo que resulta en especial preocupante y señal de lo agresivo de los cambios favorecidos por el cambio climático por la propia resiliencia inherente a la naturaleza del mar, que en ocasiones puede tardar siglos en responder a modificaciones en su entorno. El calentamiento medio de las aguas costeras ha superado el grado centígrado en un período inferior a los diez años, y los picos de temperatura, por lo general asociados a la presencia de olas de calor, ofrecen una tendencia incluso más grave. Los expertos observan con preocupación esta tendencia, que afecta ya con claridad a los ecosistemas marinos del entorno provincial, aunque señalan que todavía es necesaria una mayor cantidad de información, datos y mediciones para conocer mejor una problemática compleja y que también requiere de la implicación de la ciudadanía.
En concreto, y de acuerdo con los datos públicos de Puertos del Estado, que provienen de boyas con sensores estandarizados, la tendencia de la temperatura de la superficie del agua desde el año 2016, hasta donde alcanzan las estadísticas en los meses de verano, ha sido ascendente. En el mes de julio de 2024, por ejemplo, y pese a que este año no ha sido ni de lejos el más caluroso de los últimos, ni en tierra ni en el mar, la temperatura media registrada durante el mes, de 24,329 grados centígrados, ha superado en 1,587 grados la media de los ocho años previos; una tendencia que se repite de forma muy similar cuando se analizan los picos máximos, aunque en este caso la diferencia baja un poco hasta los 1,055 grados, o las mínimas, aunque aquí la brecha es mucho más alta y alcanza los 2,644 grados centígrados, lo que da una idea del proceso progresivo de calentamiento.
El caso de Granada no es muy distinto al de otras zonas costeras cercanas, como Almería, aunque en esta provincia las cifras de evolución son altos más escuetas y en ningún caso se llega a alcanzar el grado centígrado, siendo la evolución más preocupante la de las mínimas, con un incremento de 0,735 grados sobre la media previa.
Héctor Pula, responsable técnico del Aula del Mar de la Universidad de Granada y quien trabaja sobre el terreno estudiando estos asuntos, señala una clave en este sentido: la «estratificación» del agua, que hace que las capas más frías se queden en zonas más bajas, mientras que en las más superficiales la temperatura aumenta. «Incluso a poca profundidad, buceando a unos cuarenta metros, ya se nota con claridad la diferencia», explica el investigador. Esta alteración, explican desde el Servicio de Vigilancia Marítima Copernicus, de la Unión Europea, «impide que se mezclen y distribuyan los nutrientes», lo que termina por afectar a la biodiversidad marina.
Las temperaturas mínimas del agua son las que más aumentan por un fenómeno llamado estratificación
Efectos sobre el ecosistema
Héctor Pula, que constata la tendencia que muestran los datos y señala que esta es «una tendencia generalizada en el Mediterráneo», señala algunos ejemplos concretos en los que esta situación está afectando a la Costa Tropical granadina. «Los organismos son centinelas de los cambios que se producen en el entorno», explica el investigador. Así ocurre, por ejemplo, con la gorgonia, un género de planta octocoral habitual en todo el Mediterráneo, amenazada ahora por la «invasión del alga asiática, que está siendo un problema bastante serio porque colapsa las poblaciones de otros organismos y está poniendo en jaque a muchas de las especies emblemáticas de nuestra costa».
Otro ejemplo lo ofrecen los erizos de mar o los peces conocidos como castañuelas, que son habituales de ver muy cerca de la costa. En ambos casos, explica Pula, esto tiene que ver por el efecto de las olas de calor, que en el fondo se parece al que provoca sobre los humanos: «la fragilidad del ecosistema ya debilita a las poblaciones, y si en ese momento viene una ola de calor están mermados y débiles y es más fácil que los patógenos acaben con ellos». Además, hay otros factores que podrían influir en el debilitamiento de los ecosistemas, como los vertidos incontrolados, el exceso de pesca, la presencia de agentes tóxicos en el agua o la masificación de las playas, enumera Pula.
Corales como la gorgonia, erizos de mar o los peces conocidos como castañuelas, entre las especies afectadas
Investigación y participación
En todo caso, el investigador señala que todos estos procesos están ocurriendo un «período geológicamente corto» y «no se puede pronosticar que estas tendencias sean irreversibles; aunque el asunto tiene dramatismo, tenemos que ser conscientes de que trabajamos con pocos datos por el momento», expone.
Una manera de afrontar este problema es incrementar los sistemas de monitorización del agua. «Estamos faltos de datos para hacer estimaciones más precisas; ahí hay que invertir», señala mientras explica que «es complicado» conseguir financiación ya que «el mar es un entorno que lleva mucho gasto porque la logística de investigar en el mar es mucho más cara que en tierra». También cree que es importante la concienciación ciudadana. «Un buen uso de la costa sería la mejor manera de ralentizar o paralizar algunos de estos efectos», indica Héctor Pula, y para ello, en su opinión, hay que mejorar en divulgación y conocimiento del entorno natural. «Hay zonas que todavía son un paraíso para la biodiversidad; este tipo de entornos hay que conservarlos, y eso la gente tiene que saberlo», remata.
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