«Tenía 19 años, al ver a La Zubia entera apoyándonos me hinché de llorar»
Las trabajadoras del telar que protagonizaron el encierro de 1982 recuerdan orgullosas cómo vivieron aquellos días y cómo cambió sus vidas
Mari Carmen Molina Montes entró a trabajar en el telar 'La Alpujarreña' en 1978, un año después de que lo hiciera su gemela Encarni, porque ... todas las familias del pueblo querían colocar a sus hijas en la fábrica y para evitar conflictos no metían a dos hermanas a la vez. Tenía 19 años y fue la primera que protestó contra la tradición de que las aprendizas no cobraran en los primeros tres meses, hasta que defendían solas su alfombra.
La respuesta del encargado de la fábrica a la queja de la nueva empleada rebelde fue enseñarle la puerta. «Mi padres habían hecho promesa al Cristo del Paño para que entrara en el telar, no les podía decir que me habían echado«, rememora.
La salvaron sus compañeras, que pusieron en práctica la sororidad incluso antes de saber lo que significaba esa palabra. Conchi Quesada, que tenía 26 años y estaba en el comité de empresa se levantó y le dijo al jefe: «Si la echas a ella nos vamos todas«. »Y allí estuve un rato en el marco de la puerta, mis compañeras que entres y el jefe que salgas«, recuerda entre risas Mari Carmen, que finalmente se quedó. Reunidas por IDEAL en la puerta de la catedral, las valientes 'telaras' rememoran esta anécdota y otras de una lucha laboral y feminista que les enorgullece 41 años después.
Lo sonidos y las imágenes de aquellos días están frescos también en la mente de Encarni, la hermana de Mari Carmen que recuerda cómo al levantarse tras el primer día de encierro escucharon un murmullo que creía en intensidad. Era una multitud que avanzaba y llenó toda la plaza de la catedral al grito de «El telar se queda» y «¡Ánimo telaras!».
«¡Dije que que vienen, que vienen a apoyarnos! Salimos a las rejas y vimos a todo el pueblo, la plaza llena de gente, La Zubia entera respaldando nuestra lucha. No sabemos cómo pero en un día se habían organizado. Los padres, los maridos... Estaban todos. Cuando los vimos nos sentimos poderosas, orgullosas, nos hinchamos de llorar», rememora.
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