«Con 15 años ya era DJ de las horas jóvenes de un pub de la Costa»
Es fiel a sus grupos de música, pasión que compagina con catapultar la esencia de los baños árabes a lo más alto, incluso, hasta Toronto o Nueva York
Rociero, amante del ciclismo, gran lector, empresario... y también DJ. Alfredo Alcalde Cuerva tiene tantas facetas que con él la sorpresa siempre tiene cabida. Granadino ... de nacimiento, se considera un hombre práctico y comprometido, de esos que no dejan para mañana lo que pueden hacer hoy. Una norma que en la Hermandad del Rocío de Granada ha llevado a rajatabla desde que hace tres años asumiera el cargo de Hermano Mayor, que ha aprovechado para refrescar la tradición y hacerla más atractiva para los jóvenes.
A la casa de la hermandad rociera llega en moto. Con ella va, en realidad, a todas partes. «Me gusta esa libertad». En la calle Tiburón de la Chana, la tranquilidad se abre paso mientras el calor aprieta como en cada rincón de Granada. Si algo no puede faltar en esta época del año son las gafas de sol. Con ellas puestas, alza la mirada al cielo mientras mete una mano en el bolsillo y saca las llaves. Empieza un día más en la 'oficina'.
–¿Qué le trajo hasta aquí?
–La música.
–¿La música?
–Sí. Es algo que siempre he llevado dentro. Con 15 años ya era DJ de las horas jóvenes del Taifa, un pub de la Costa Tropical. Por Almuñécar trabajé mucho en mi adolescencia, en hostelería y discotecas. Luego entré muy a fondo en el mundo de la rumba y de la sevillana, pero siempre me han gustado Barón Rojo, Miguel Ríos y los Beatles, entre medias pasando por Camarón y el maestro Joan Manuel Serrat.
–Tuvo dos grupos, La Hoyanca y Dakoki.
–Así es, y he tenido la suerte de compartirlos con grandes amigos. El vínculo que tenemos con la música sigue. Estamos volviendo con La Hoyanca, ensayando, pendientes de alguna actuación en la costa de Granada. Y, bueno, también somos muy de fiestas de pueblo, todo hay que decirlo (ríe).
–¿Recuerda los inicios?
–Cómo olvidarlos. En la mejor época llegamos a grabar con Senador, que en ese momento en el mundo de la sevillana era el más fuerte. Entonces compartíamos casa de discos con los Romero de la Puebla, con El barrio... Con ellos seguimos teniendo amistad. Así nos adentramos en ese mundo de la música, que fue lo que al final nos llevó a la Hermandad del Rocío de Granada. A partir de ahí, esta se convierte en el centro de de mi vida. Conozco a mi mujer, tengo un hijo... Ese amor a la Virgen del Rocío me lo ha dado todo, a mi familia.
–¿Vacaciones a la vista?
–Bueno, nuestras primeras vacaciones del año en familia normalmente empiezan la semana de El Rocío.
Tengo que preguntar. ¿Por qué caminar durante días bajo el sol? Parece asfixiante.
–El calor hace que el camino sea duro en algunos momentos, pero, como dijo nuestro conciliario en la última misa del curso, la fe no se va de vacaciones. Es toda una experiencia. Vamos cantando nuestra propia Salve, Soy de Granada, de mi grupo La Hoyanca, y la gente se ayuda mucho. Aunque no es lo mismo hacer El Rocío como un romero más que con la responsabilidad de la Hermandad. En estos años, hemos tenido casi el doble de hermanos. Es una barbaridad, cada vez somos más, más de 1.000 en momentos puntuales. Además, hemos tenido una aceptación y una consolidación del grupo joven que es muy significativa. Estamos mucho más participativos en la sociedad granadina.
–Entiendo que algún plan tendrá este verano...
–¡Si solo fuera uno! (ríe) Divido las cuatro semanas del mes de vacaciones entre El Rocío, unos días en Motril y un par de viajes. Este año toca crucero por Italia y Grecia, y luego nos vamos 20 amigos de ruta ciclista de Mérida a Salamanca. El año pasado fuimos por Logroño y País Vasco. Antes le daba al fútbol, pero ahora la edad me lo impide, así que me he aficionado al ciclismo y a la natación. En fin, es un verano muy variado, aunque mi lugar favorito siempre será Pinos Genil.
–¿Por qué?
–Recuerdo los veranos de mi infancia allí, en la casa familiar. También pasábamos semanas en Almuñécar o Torrenueva, o en la casa de los abuelos en el Albaicín, pero Pinos Genil era lo más divertido. Podíamos convivir 16 o 17 personas y pasábamos los días en el río. A día de hoy, sigo yendo con mi mujer y mi hijo. Él ha hecho allí su grupo de amigos como lo tuve yo de pequeño y nos juntamos toda la familia. Allí tenemos nuestra rutina de descanso.
–¿Algún ritual?
–Bueno, en verano tengo uno muy concreto desde hace años que es que, cuando vuelvo a casa del río, en un rincón muy bonito que tenemos para escuchar música o tocar la guitarra, siempre tengo que poner Rock and Ríos, de Miguel Ríos.
–Tendrá otras aficiones.
–La lectura. Soy de los que tiene que acabar todos los libros, aunque cueste. Me gusta mucho Lorenzo Silva, la intriga,y los relatos de historia. Me marcó especialmente 'Dispara, yo ya estoy muerto', de Julia Navarro. También leo revistas. Hay una en Granada que se llama Alóndiga que me encanta. Habla siempre de temas muy granadinos y con una labor de estudio muy potente. La descubrí hace dos años, pero en esta feria del libro hice el esfuerzo económico de comprarme todos los números anteriores, con lo cual tengo lectura de sobra. Estos proyectos vienen muy bien para esta ciudad.
–¿A qué se dedica?
–Soy empresario. Con 18 años ya tenía mi primer negocio, mi primer pub. Poco a poco hicimos un grupo de granadinos que nos dedicamos a la hostelería, la construcción y la electricidad, principalmente. El gran giro vino con los baños árabes en Sevilla, Almería, Barcelona. A partir del atentado de las Torres Gemelas, del 11-S, giramos a balneario urbano. Sigo trabajando en la empresa, que se llama Aire Ancient Baths. Tenemos en Nueva York, en Copenhague, en Chicago, estamos de obra en Los Ángeles y ahora abrimos en Toronto.
–De Granada al mundo.
–Esa es la idea. Es una ciudad maravillosa para visitar y tenemos que asegurarnos de que también lo sea para vivir y trabajar. Desde aquí se pueden hacer grandes cosas. Hay mucho talento.
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