El anillo verde echa raíces en el 'renacido' cerro de San Miguel
Un año después de que arrancara el proceso de replantado, los plantones crecen en la zona que ardió en los aledaños de la Abadía del Sacromonte
La bruma oculta parte de los cerros que rodean la Abadía del Sacromonte, pero allí, en los mismos suelos que arrasó el fuego, hay un ... bosque en crecimiento. A simple vista no lo parece. El invierno, que pinta todo de un amarillo uniforme, y la fase tan temprana de replantado, que apenas arrancó hace un año, obligan a hacer un ejercicio de imaginación. Pero los árboles, lo verdaderamente importante, están ya ahí.
Diseminadas, dispersas por acá y allá, entre los viejos y empinados caminos de tierra que se elevan desde el Darro y conectan con el mirador del Manflor y el monte Jate, más allá, las mallas de protección anuncian la extensión del nuevo bosque. Casi 60.000 plantones que crecen entre zarzas, grandes terrones amarillos y un puñado de árboles con el tronco ennegrecido, lo poco que resistió las llamas.
Una barbacoa en un lugar prohibido en las inmediaciones del Cerro de San Miguel desató el infierno el 29 de mayo de 2022, hace ya dos años y medio. La sequía y la dificultad propia del terreno, con cerros y barrancos engarzados, espoleó el fuego, que se extendió con rapidez. De poco sirvió la ágil reacción de los medios de extinción, que llegaron a la zona muy pronto. En pocos minutos, las llamas avanzaban campo a través en dirección a la Abadía del Sacromonte.
Más de 50.000 ejemplares se han plantado en un año gracias a Plant-for-the-Planet y el Ayuntamiento
Más de 150 profesionales del Infoca impidieron aquel día que el desastre se cerniera sobre el centenario templo, una de las joyas patrimoniales de la ciudad. La ola de fuego, sin embargo, barrió por completo las colinas cercanas. En total, 172 hectáreas de matorral y pinar que habían resistido los incendios anteriores declarados también en la misma zona.
Del desastre quedan aún algunos testigos: un puñado de pinares de tronco negro y tocones secos y retorcidos que sobresalen entre los bancales. Nada más. El resto, en una labor que se ha extendido a lo largo del último año, ha sido eliminado por los operarios de Plant-for-the-Planet.
Un año de trabajo
La fundación, en colaboración con el Ayuntamiento de Granada, se hizo cargo a mediados de 2023 de las tareas de repoblación. Aprovechando su experiencia en otras ciudades donde han impulsado trabajos de replantado de árboles, planteó una propuesta al Consistorio para llevar parte del Anillo Verde a esta zona. Fue así como nació una iniciativa que ha logrado ya que más de 50.000 ejemplares hayan empezado a echar raíces en la zona.
La primera fase, que implicó la plantación de algo más de 29.000 plantones, se desarrolló durante el invierno pasado. La segunda, que empezó hace unos meses y conllevan la llegada de un número similar de árboles, está en desarrollo. El rastro de la operación, en cualquier caso, puede advertirse ya. Algunos de los vástagos, especialmente los más cercanos al mirador del Manflor, superan los 15 centímetros de altura y hace que las ramitas más altas sean capaces de sortear ya las mallas de protección colocadas para impedir que los animales se coman los brotes. Otros, los plantados en última lugar, apenas levantan un palmo del suelo y son difíciles de ver, escondidos casi entre las secas zarzas del monte.
Alojado en los bancales que rodean el Sacromonte, acodado en un balcón con vistas a la Alhambra, el río Darro y el Cerro del Sol, el futuro bosque de San Miguel empieza a ser algo más que una esperanza, una nueva oportunidad para recuperar el manto verde que una vez cubrió las lomas de Granada.
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