

Y estaremos
Hoy, domingo de domingos, el Granada se juega lo de casi siempre: cruzar el abismo entre su historia y su presente, entre su potencial y ... su realidad, entre sus circunstancias y nuestras expectativas. Será en Santander, frente a otro club histórico acostumbrado a sufrir y soñar en el mismo partido. Ocurra lo que ocurra, el resultado pasará a formar parte de nuestra identidad.
En el colegio Nuestra Señora del Rosario, que está en el barrio donde vivo, centenares de estudiantes de distintas edades, envueltos en banderas, bufandas e ilusiones, salieron al patio a celebrar. No por lo que ha pasado, sino para que pase. Se organizaron en coreografías y formaron un corazón colectivo. Eso también es cantera.
De niño, en mi Buenos Aires natal, aprendí a perder con el equipo de mis amores. Durante aquellos años aciagos, Boca Juniors llegó a tener cuatro entrenadores en una sola temporada y atravesó casi una década sin ganar un título, racha insólita para el club más popular del país. Mientras nuestros mayores nos narraban las hazañas pretéritas de nuestro equipo, yo me sentía como si hubiera llegado tarde a una fiesta a la que todo el mundo juraba haber asistido.
No lamento en absoluto haberme educado en aquel Boca difícil: sus fracasos fueron nuestra escuela. Además de un ejercicio de lealtad, nos brindaron la ocasión de plantearnos por qué nos identificamos con un equipo. Nada más natural que haberme convertido poco después en hincha del Granada, club del que he sido socio sufridor unos cuantos años, ascensos y descensos incluidos.
Cuando mi familia aterrizó en la ciudad, el equipo atravesaba el peor momento de su historia y se encontraba hundido en Segunda B, pozo del que parecía imposible salir. Pero, tras una travesía que se anunciaba interminable, salimos. Y ascendimos dos veces. Y volvimos a Primera. Y llegamos a Europa. Y jugamos en cuartos contra el United. E hicimos un papel muy digno. Después menos. Y después volvimos a bajar. Y aquí estamos hoy, otra vez, como siempre. Y estaremos.
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