Las tradiciones confirman la aguda observación de 'El Gatopardo': necesitan ir cambiando para seguir siempre igual. Transportan el equipaje de su memoria y, a la ... vez, tienen todo el camino por delante. Tarde o temprano, incluso las vanguardias se convierten en costumbre. Octavio Paz lo llamaba la tradición de la ruptura.
La mitológica Tarasca inició al parecer su largo viaje en la Provenza hace casi mil años, aunque hay quien la sitúa en la Anatolia central, hoy territorio turco, y quienes argumentan orígenes paganos, precristianos y celtas. La cultura consiste en disputarnos nuestros monstruos. El caso es que hacia finales del siglo trece se extendió por la península y hoy, siglo veintiuno menos cambalache que catástrofe, la vemos desfilar por una Gran Vía radiante: colmada de luz, colores y calores. Menos mal que, cerquita de ahí, desfilan también unas cuantas heladerías. Los cabezudos se pasean sosteniendo el peso de la historia y, muy en especial, de sus hiperbólicas testas. Se abren paso en un mar de influencias que no saben que dialogan. Bromean con las criaturas agolpadas al filo de la avenida. Las criaturas reciben sus golpes como una bendición y piensan en el inminente helado. Un niño casi vuela, mítico a su modo, en el ángulo superior derecho. Entonces, entre un grupo de uniformes idénticos que saludan en diversas direcciones, nos llama la atención la festiva presencia de un niño medio rubio y todo risa con una camiseta de los Ángeles Lakers. La gran sierpe y la NBA. Cabezudos y pívots. Dragones y Bulls. El sol andaluz y el sol californiano. Existen muchas maneras de pensar nuestras tradiciones. La más miope es la que insiste en unificar las identidades y en cerrar los mapas, como si la humanidad no hubiese progresado migrando y mezclándose sin fin. La más honda, pero también la más divertida, consiste en mirar sin prejuicios esta foto.
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