Con otros ojos
Las dos lluviasEse fetiche plegable que llamamos civilización se parece a un pequeño paraguas que apenas logra cubrir dos o tres pasos
Cuando estamos a salvo, la lluvia tiene algo introspectivo, de regado interior, como si leyéramos un texto que gotea lentamente. Pero, en caso de intemperie, ... se puede convertir en una manada de temores. Posible compañía o amenaza, delicadeza o desastre, la lluvia se comporta igual que las emociones: sus efectos dependen del caudal que podamos manejar. En su justa medida fertiliza, acota un refugio con chimenea propia. Su exceso lo inunda todo y devasta la tierra que pisamos.
Ese fetiche plegable que llamamos civilización se parece a un pequeño paraguas que apenas logra cubrir dos o tres pasos. Más allá de este tímido radio de presunta seguridad, todo es incertidumbre, desorientación, alerta roja. El bucolismo va tornándose siniestro. Pasamos de la contemplación a la preservación. Buscamos madriguera.
Rojo y maltrecho, el paraguas se dobla ante el empuje de una fuerza muy superior a nuestras modernidades. Dejamos de mirar hacia delante, que es señal de confianza en el camino. Miramos hacia atrás, a ver si nos persigue algún fantasma. Esperamos que un par de luces puedan guiarnos de vuelta a casa, si es que hay tiempo y hay casa. Llevamos unos cuantos víveres temblorosos y empapados. Cargamos con nuestros bártulos que tanto nos importan y valen poca cosa frente al empecinamiento del diluvio.
«La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado», escribió Borges, que supo caminar hacia su invierno con las palabras justas. Y, a la vez, la memoria se actualiza cada vez que se llena de un agua que siempre es otra y la misma, un recuerdo obsesivo que no tiene medida ni, a veces, piedad.
El sol vuelve a salir para unos más que para otros: las frases hechas son una segunda catástrofe. «La mojada tarde me trae la voz, la voz deseada» —continúa aquel poema de Borges— «de mi padre, que vuelve y que no ha muerto». Hay quienes no podrán salir de la tormenta del pasado, o que se quedarán parcialmente ahí, con medio cuerpo atado a la corriente.
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