Brindis al sol
Andrés Neuman
Domingo, 15 de septiembre 2024, 00:03
Hay múltiples maneras de contar el verano, según quién lo mire o dónde se siente. Es decir, dependiendo de nuestro puesto y, sobre todo, de ... nuestro presupuesto. Ese yate a lo lejos que plancha el horizonte fue de Trump, pero la Coca-Cola que nos calienta la cabeza es de todos.
Sus curvas se adaptan a las olas. Flotan pase lo que pase: no hay manera de hundirlas. Resumen las vacaciones y los pequeños anhelos. Un diseño perfecto para navegar nuestras contradicciones. Nos referimos a la botella, claro, no al mastodonte ese.
El mastodonte ese se construyó en Italia, como la mafia auténtica. Perteneció a un mercader de armas saudí, que se lo vendió al magnate yanqui más pesado de la historia, que se lo vendió al nieto del ex primer ministro del Líbano. Se llama nada menos que Kingdom 5KR: cuando se tiene más dinero de lo razonable, cuesta pensar en nombres razonables.
El Kingdom no sé qué costó un montón de ceros. Mide como una calle de largo, tiene suites con tal cosa, piscina con tal otra y hasta un helipuerto, o quizás acuapuerto. Pasó por Salobreña y no pasó desapercibido, aunque, a juzgar por las fotos que hemos visto en la playa, unos pasaron de él más que otros. Todo pasa, en fin.
Esa persona que vemos con su toalla, su sombrilla y su clase media, ¿está ignorando al yate o más bien fotografiándolo? ¿Anda en sus propias cosas o las ha suspendido ante la irrupción del Kingdom chimpún? ¿Se quedará ahí mientras dure el prodigio o estará a punto de irse a tomar una Coca-Cola?
Y esa otra persona que no vemos, a espaldas de la espalda de nuestro personaje, con su cámara a cuestas y su puesto de trabajo más o menos precario en algún medio de comunicación, ¿a quién estará mirando con más asombro? ¿Y usted? ¿Y yo?
Ambos, yate y botella, cubierta y refresco, renta y producto, horizonte y orilla, gran capital y gran capital, tienen algo muy valioso en común: resplandecen al sol como una mentira.
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