«Es necesario controlar la banalización de la montaña»
Eduardo Martínez de Pisón, alpinista ·
Abanderado del ecologismo, defiende el paisaje como un bien cultural que necesita atención «y altruismo»La primera vez que recorrió los 'tresmiles' de Sierra Nevada lo hizo en solitario, en los años sesenta. Eduardo Martínez de Pisón, geógrafo, investigador y ... montañero por devoción, recuerda que «fue casi irreal, una incursión en la luz que solo habita en los grandes picos». Sierra Nevada le marcó y afianzó sus criterios sobre el valor del paisaje y la necesidad de conocer y proteger las montañas como el máximo exponente del paisaje, un concepto que se configura como la reunión de todas las fuerzas y los componentes y humanos de un espacio geográfico determinado.
Martínez de Pisón, considerado como uno de los principales pensadores y filósofos del ecologismo a nivel internacional, afirma que estamos ante un patrimonio colectivo del que debemos ser conscientes. Defiende la labor realizada en la protección y conservación de Sierra Nevada en los últimos años. Afirma que el clima cambiante es algo que siempre ha ocurrido en la historia evolutiva de la Tierra, pero «debemos comportarnos de forma responsable para no empeorarlo».
–Usted ha dedicado su vida a la geografía y el paisaje, ¿Se siente feliz de haberlo dato todo por el estudio de las montañas?
–En buena parte sí, pero la vida tiene muchos lados. Las experiencias en el paisaje no sólo son datos profesionales, también son vivencias. Lo primero satisface al espíritu científico y lo segundo a la totalidad de la persona. Si pueden mezclarse, entonces dan felicidad.
–¿Cuál cree que es la razón de que el hombre se ha dejado fascinar siempre por las grandes cumbres?
–Es la naturaleza sublime, un mundo de hielo y nieve que trepa al mismo cielo. Y es un confín de la Tierra, lo que siempre atrae para alcanzarlo. Estar dentro de ese escenario es una experiencia grande, magnífica.
–¿Las montañas son laboratorios naturales para entender problemáticas como las generadas por el cambio climático?
– Sí. Las montañas son especialmente instructivas. Los glaciares, por ejemplo, tienen dinámicas, muy visibles, que responden directamente a las fluctuaciones del clima, que actúan por tanto como altavoces de los cambios naturales. Su observación metódica es, por ello, muy expresiva. Lo mismo ocurre con la alteración de los pisos de vegetación o de los fenómenos erosivos, particularmente interesantes en este mismo sentido.
–El paisaje es manipulado, incluso destruido, por el hombre de forma constante ¿Cree que de verdad podemos protegerlo, no es ya una quimera imposible?
–No es una quimera, sino un reto difícil. Pero casi nada importante es fácil. Por ello hay que dar testimonio y estar presente en los intereses territoriales para lograr que no se dañe el patrimonio geográfico. El paisaje en un bien cultural, no sólo un territorio pragmático, que necesita atención y altruismo.
–Últimamente se habla mucho del valor del paisaje como patrimonio de todos…
–Es un patrimonio colectivo sobre el que hay que tomar conciencia. Es abarcador y es geográfico. Igual que hay patrimonio histórico con sus normas protectoras hay un patrimonio geográfico que es el paisaje y que también debe tener sus reglas.
–Siempre he pensado que el paisaje depende de la mirada de quien lo observa ¿Hay múltiples paisajes en un mismo espacio?
–Hay, primero, una configuración del espacio, que responde a estructuras y formas controlables científicamente, desde la naturaleza al hombre, incluida la historia, que son las que lo han generado. Pero además hay una percepción del paisaje como rostros de la Tierra. Y esta percepción está influida por la época, por la cultura, las tradiciones, el arte y la personalidad del observador. Es este aspecto puede haber diferentes imágenes del paisaje. Pero el paisaje como estructura, como forma y como faz terrestres es el que es.
–¿Qué sensaciones le produce estar en Sierra Nevada, situarse sobre la alta montaña más meridional de Europa?
–Es un formidable bastión, con categorías más andinas en su grandeza objetiva que casi europeas. Reúne Europa, los Alpes, y África, el Atlas. Tiene todas las dotes de los paisajes grandiosos. La importancia de lo pétreo, de lo mineral, en ese paisaje es esencial.
–¿Cómo definiría las altas cumbres de Sierra Nevada?
–Recorrí por primera vez la línea de cumbres completa en absoluta soledad una primavera de los años sesenta del siglo pasado. Hacía un día frío, despejado, aún con nieve en la montaña. Fue esforzado, muy largo, colgado sobre el mundo en un espacio sólo de piedra, de nieve, de viento. Pero no sé definirlo. ¿Tal vez espléndido, casi irreal, una incursión en la luz que sólo habita en los grandes picos?
–¿Cuáles cree que deberían ser las premisas fundamentales en la gestión de un espacio tan singular como Sierra Nevada?
–Creo que se ha llevado muy bien, ejemplarmente, la gestión de la Sierra, siendo quien ha llevado el cargo de director la persona más experta y adecuada para esa gestión. Javier Sánchez ha sido y es un gran profesional que puede darnos lecciones a todos de cómo gestionar una montaña protegida. Tenemos mucho que aprender del Parque Nacional de Sierra Nevada. Me considero, pues, un admirador de los gestores que han conducido la conservación de Sierra Nevada.
–¿Qué opinan de la expansión de infraestructuras turísticas y deportivas en la alta montaña?
–El turismo es una empresa, un negocio, que opera como factor externo en una determinada demanda de los espacios naturales. En bastantes ocasiones sus pretensiones de uso y demandas de equipamientos son incompatibles con una buena gestión de un espacio natural, por lo que este debe contraponer una oferta muy clara de cómo debe ser ese uso para que no alcance niveles negativos. La montaña es nuestra última isla de espacios naturales fuertes, preservados, y es un deber de civilización mantenerlos como tales. La banalización turística de la montaña debe ser controlada.
–¿Qué siente al ver las cumbres masificadas por la moda de hacer cima? (no solo ocurre en el Everest, también en Veleta y Mulhacén aquí en Sierra Nevada)
–Un elemento esencial de la montaña ha sido su soledad. Si se pierde esta clave de contacto con su naturaleza, se extingue su llama más importante. Hoy se va con frecuencia a la montaña como a una pista de gimnasia, de atletismo o como velódromo. Eso es constreñirla a una experiencia deportiva, a veces comercial y turística, y la montaña debe ser mucho más. Como en un concierto, donde hay que guardar silencio para oír la música, también en la montaña hay ciertas normas personales básicas que seguir para poder escuchar su sinfonía.
–¿Qué opinión le merecen las 'cumbres del clima', son realmente una solución?
– Son una llamada de atención y espero que una puesta a punto. Pero lo que cuenta de verdad son, por un lado, los análisis y estudios concienzudos y, por otro, las repuestas políticas y sociales eficientes a los retos detectados.
–¿Qué deberían hacer los ciudadanos?
–Hay muchos aspectos del clima que se escapan a nuestro control, en la propia atmósfera, en la misma Tierra, en las posibles causas cósmicas, etc. El clima siempre ha sido cambiante en la historia geológica de la Tierra y esa inestabilidad espontánea es un punto de partida para plantear bien esta cuestión. Pero sí es muy cierto que, en aquello que sí podemos controlar, debemos comportarnos de modo responsable para no empeorar las condiciones naturales, con previsibles daños. Este comportamiento responsable tiene muchos niveles, desde el personal hasta el económico y el político. Como en tantas cosas.
–Le recuerdo hablando de montañas y arte con el cuadro de Fiedrich, 'El caminante sobre el mar de nubes' a su espalda. ¿Se imagina siendo el 'caminante'?
–Llevamos doscientos años contemplando en silencio admirado el 'mar de nubes' desde una cumbre. Es, pues, una cultura. El personaje está de espaldas, como podría estar yo al mirar un paisaje, y me confundo así con el caminante del cuadro. Es la representación de una corriente cultural profunda y moderna que cuenta ya con dos siglos de 'contempladores'. Debemos sumarnos a ella.
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