La Nochebuena de las personas sin techo
Calor y Café, una asociación granadina, prepara comidas de Nochebuena y Nochevieja para aquellos que no podrán disfrutar de las fiestas en su hogar
javier morales
Miércoles, 23 de diciembre 2015, 01:05
Abdul ofrece llevar la guitarra para tocar algo en la comida de Nochebuena, para la que ya se han apuntado 65 personas. Cenarán, servidos por ... camareros ataviados con ropa singular para la ocasión, verán 'Ocho apellidos vascos' y rezarán con el ritual típico de varias religiones. "Eso me suena a familia", sonríe Abdul.
De hecho, Calor y Café "es como una familia de muchas personas". Así lo describe Ana Sánchez, presidenta de esta asociación que desde hace casi 28 años atiende, principalmente, a personas sin hogar. En concreto, a más de un centenar cada día.
A apenas horas del inicio de lo que para muchos son unas fiestas, Calor y Café es un hormiguero: mientras los voluntarios reparten la merienda a la treintena de personas que esperan en las mesas del comedor jugando al dominó o, simplemente, conversando, otros mueven cajas de comida de un lado para otro, al tiempo que los que quedan libres inscriben a nuevos comensales en las citas de Nochebuena y Nochevieja. También los hay que atienden a quienes llegan por primera vez a pedir ayuda, como Abdul.
Ana le había preparado a este antiguo decorador de escayola, viudo desde hace unos meses, un bolso lleno de alimentos. También le ofrece 20 euros, para que pueda comprar una bombona y cocinar el pollo. "Los jefes no tienen compasión", explica él "con mal cuerpo": en unos días tiene el juicio del desahucio. Tiene casa "de momento", pero lleva dos meses sin luz y tiene que mantener a uno de sus hijos.
El de Abdul es uno de los perfiles que más se repiten en los últimos años entre los que solicitan auxilio a esta organización. Al despacho de Ana llegan personas que "parece que vienen hacerse voluntarios, pero lo que quieren es ayuda". El vicepresidente de Calor y Café, Emilio Marín, asegura que "con motivo de la célebre crisis", ahora requieren sus servicios personas que sí tienen hogar "pero que no tienen como mantenerlo", por lo que van hasta el barrio de la Cruz a lavar o a tender, por ejemplo.
En estas fechas "ellos se sienten más tristes", comenta la presidenta de Calor y Café. Apostilla, eso sí, que es algo que ocurre en todas las familias, ya que al margen de las luces y la decoración un árbol arropado con todo tipo de adornos también anticipa la Navidad en este centro siempre hay a quien echar de menos. Para que el trance de las dos noches más señaladas se haga llevadero, las cenas serán algo distintas a las que sirven habitualmente, gracias a la colaboración de quienes donan alimentos estas semanas. "Es como si fuera un festín", afirma Emilio", "merecen que de vez en cuando se haga algo especial".
Pero este local no se limita, como ocurre, según Ana Sánchez, en otros comedores como el de Regina Mundi o San Juan de Dios, a dar de comer a los más necesitados. Quienes se acercan a Calor y Café pueden ducharse, participar en talleres, pedir muebles, recibir ayuda para los trámites burocráticos, ver una película o aprender a hacer un currículum, entre otras actividades.
Muchos de ellos consiguen reintegrarse, relata José Javier García, uno de los voluntarios de la asociación solo hay dos personas contratadas, para limpieza y transporte que acude a echar una mano los lunes por la tarde. En Calor y Café les ayudan a encontrar trabajo o formarse. Destaca el caso de un chico que llegó desde Zambia y se vio pidiendo dinero en la calle. "Su pasión era la cocina", y tras mucho ahorrar para pagarse un curso ahora hace prácticas y espera un contrato definitivo. "Es un ejemplo de superación, de esfuerzo, de decir aquí estoy yo".
El trabajo altruista, en términos económicos, de José Javier, tiene una recompensa a modo de transformación interior. "La gente ve que esto es echar una mano a la sociedad, pero no se dan cuenta de que la sociedad también te echa una mano a ti. Aprendes a apreciar otras cosas: lo que vale comprar una sudadera, lo que vale tener una tele en tu casa. No es solo el dinero, es la preocupación de que se va a morir tu niño en dos días si no le das de comer".
Una de las experiencias más profundas para este voluntario ha sido su estancia en Kenya (https://www.youtube.com/watch?v=PEzK8Luhnec), con un proyecto también liderado por Calor y Café gracias al cual se construyen pozos, ayudan ayudan en las escuelas o preparan las instalaciones eléctricas. "He vuelto siendo una persona diferente". Los ojos de José Javier reflejan la luz de las lecciones aprendidas a medio camino entre África y Granada.
28 años de servicio
Calor y Café, tal y como rememora Emilio Marín, dio sus primeros pasos como una agrupación que ayudaba a las personas sin hogar. Repartían cafés, bocadillos o sopa. Luego creció la organización y en 2004 se constituyeron oficialmente. "Lo que era solamente ayuda de comida ahora es duchas, aseos completos, lavado de ropa, meriendas...", explica el vicepresidente.
La sede de la ONG se situó en un principio en la calle Colegios, junto a San Juan de Dios, pero en 2012 se trasladó a la calle El Guerra, del barrio de la Cruz, a un local alquilado que les permitió pasar "de los 40 a los 450 metros cuadrados". El establecimiento en esta zona provocó las protestas de los vecinos, que llegaron a movilizarse en varias ocasiones para pedir que la asociación no se instalara allí, por temor a los problemas que los atendidos pudieran generar (http://www.ideal.es/granada/20130504/local/granada/vecinos-barrio-cruz-granada-201305040124.html). Según la presidenta de Calor y Café, Ana Sánchez, los vecinos todavía se muestran reticentes.
Se financian a través de donaciones puntuales, subvenciones públicas y la aportación de los socios, que pueden colaborar cada mes con una cuota que va desde los cinco euros. En cuanto a la alimentación, los suministros de comida proceden en su mayor parte del Fondo Español de Garantía Agraria (FEGA), que tramita ayudas europeas, y del Banco de Alimentos.
Además del local en la calle El Guerra, Calor y Café mantiene dos pisos de acogida, uno de hombres y otro de mujeres, en los que conviven un total de 14 personas. Reciben esta ayuda enfermos, personas que esperan las llaves de una vivienda de protección oficial o incluso aquellos que requieren una atención especial. Ana Sánchez reseña el caso de una chica víctima de una violación que aguarda en el piso hasta que reciba plaza en un centro especializado.
Al preguntar a la presidencia sobre las necesidades más acuciantes de la asociación, no duda ni un momento: zapatos y calcetines, "aunque toda ayuda será bien recibida". Quizás Abdul, o cualquiera de los hombres, mujeres y niños que no tendrán techo esta Navidad, pueda dar un nuevo valor a aquello que otros ya consideran obsoleto.
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