El Cáucaso del Avellano
Las cuevas del histórico paseo se convierten en lugar de acampada
Guillermo Ortega
Jueves, 22 de octubre 2015, 01:37
En el Paseo del Avellano, una vez pasada la fuente del mismo nombre, aquella que tiene una placa que recuerda a Ángel Ganivet y a ... la que en su día cantó Carlos Cano, hay casas-cueva excavadas por los años y por la naturaleza y ahora habitadas por gente. Algunos se refieren a estos inquilinos como 'jipis', otros los llaman 'perroflautas', un tercer grupo opta por el más despectivo apodo de 'pies negros' y, aunque no están muy bien vistos en general, existe un cierto consenso respecto a su presencia: mientras no molesten, todo irá bien.
Desde hace unos días se ha visto en esa zona un pequeño asentamiento de personas que, según todos los indicios, proceden de algún país del Este de Europa, posiblemente de Rusia. Han plantado dos tiendas de campaña de buen tamaño en uno de los escasos espacios en los que el sendero se abre y se convierte en algo parecido a un llano, una era de proporciones diminutas.
Ni siquiera la lluvia y el cambio de temperatura de estos últimos días les ha hecho abandonar. Al mediodía, los recién llegados comparten algo caliente en el hornillo de una casa-cueva que está prácticamente al lado, un poco más arriba, en la ladera sobre la que se asienta la Alhambra. Les acompañan un par de perros, los dos negros. Uno tiene tendencia a gruñir ante los desconocidos, o es la impresión que le queda a este periodista tras pasar dos o tres veces a su lado.
Es posible que sean más, pero en ese momento hay allí cuatro chicos y dos chicas, una de ellas de rasgos inequívocamente caucásicos. Hablan en voz baja, no parece que quieran más que disfrutar -mientras el tiempo se lo permita- de un paisaje agradable y tranquilo, en el que el silencio sólo lo rompen las campanadas de las iglesias del Sacromonte.
No está permitido
En casos como éste, cuando aparece un nuevo grupo de pobladores en la zona, cabe preguntarse si su presencia es molesta, si es ilegal o si no es ninguna de esas dos cosas. Un portavoz de la Policía Local afirma al respecto que instalar tiendas en suelo público está prohibido en Granada. «La acampada es ilegal en nuestro término municipal», resalta, y añade que una patrulla ya se ha pasado por el lugar, ha identificado a los ocupantes y ha elaborado un informe, como han hecho otras veces, dirigiéndolo a Urbanismo, cuando se han topado con una casa-cueva. Pero ni se ha ordenado su desalojo ni nada por el estilo.
El portavoz no pudo confirmar si se ha producido alguna queja vecinal o si los agentes realizaron ese trabajo motu proprio, pero sí deja claro que no pesa contra los acampados ninguna denuncia ni han hecho nada grave. «En ese caso sí se habría procedido a su desalojo», aclara.
Desde la Policía Nacional inciden en lo mismo. Se trata de un sitio donde los asentamientos son ilegales, y de hecho las tiendas que ahora ocupan ese llano no son las únicas que hay por allí, pero, como dice su portavoz, «si no hay un delito denunciado, no intervenimos». Tampoco lo harán para desmantelar el campamento «a no ser que haya una orden judicial o se produzca una alteración del orden público», extremo este último del que no tienen conocimiento.
Poco confortables
Las cuevas del Avellano son menos conocidas que las que hay enfrente, en el Sacromonte y en San Miguel Alto, y también menos numerosas y más incómodas. Vivir allí es, en cierto modo, como regresar al siglo XIX. No hay luz eléctrica, alcantarillado, ni agua corriente, algo de lo que sí disponen bastantes cuevas de la otra orilla del Darro. Sus moradores suelen pasar el día en el centro, principalmente en la Plaza Nueva y sus proximidades, vendiendo artesanía o tocando algún instrumento.
Respecto a si son o no peligrosos, la mayoría los tiene por gente pacífica que opta por un modo de vida diferente. Y si ese es el caso, se aplican la máxima del primer párrafo: mientras no molesten, todo irá bien.
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