12 años sin Adrián, el joven cuya muerte súbita motivó la instalación de desfibriladores
Tal día como hoy se desplomó en el campo de fútbol de Otura, dejando consternado a un pueblo que le recuerda como el primer día
Nunca sabremos cómo hablarán de nosotros cuando dejemos este mundo. A Adrián Cabello, que se fue injustamente cinco días antes de cumplir 19 años, lo ... definen como alguien preocupado por ver felices a los que le rodeaban. ¿Qué forma más bonita de que te recuerden, no? Le quedó todo por hacer, pero le dio tiempo a marcar muchas vidas. Alegre, generoso, bromista… Así era Adrián, que falleció de muerte súbita mientras jugaba al fútbol en el campo de su pueblo, Otura. Han pasado doce años de aquello, pero allí lo recuerdan como si fuera ayer. De hecho, marcó un antes y un después. Su pérdida motivó la instalación de desfibriladores en el campo y en el pabellón de la localidad, además de en otros pueblos vecinos.
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En su casa estos días son duros. Él siempre está presente, pero el 23 de junio, la fatídica noche de San Juan, aún más. Cuando hablan de Adrián, el hijo mediano de la familia, todo son buenas palabras. «Siempre estaba alegre y preocupado por vernos a nosotros también felices. Estábamos muy unidos», señala Conchi, su madre. Solía chinchar a sus hermanos y amigos, pero los quería con locura.
Sus dos pasiones eran el fútbol y la música. Jugaba en el Otura C. F. y aquel año había ganado la liga junto a los juveniles. De hecho, era el capitán. Le hubiera encantado ver a Iniesta marcar el gol que le dio el mundial a España aquel año. «Lo vi en su honor y cuando ganamos me eché a llorar», asegura su padre, Tomás. Combinaba esta afición con su actividad en la Banda de Música de Otura, donde tocaba el fliscorno. «Se convirtió en uno de los músicos fundamentales», añade Tomás.
La noche de San Juan
La vida de Adrián era como la de cualquier otro joven. Estudiaba Óptica y estaba en época de exámenes. Su mejor amigo, Juan Reyes, lo convenció para ir un rato al campo de fútbol por la tarde-noche a despejarse. «Estábamos siempre juntos, y como llevábamos todo el día estudiando fuimos a jugar. De repente dijo que se encontraba mal y poco después se desplomó», recuerda su amigo. El campo se paralizó. Los presentes hicieron todo lo que pudieron hasta que llegó la ambulancia. «Le hicimos la reanimación cardiopulmonar y cuando llegaron los sanitarios también estuvieron intentándolo mucho rato, pero nada», agrega Mariano, su entrenador. Nadie se lo podía creer, pero fue así de fulminante. Aquella mañana estaba riendo en el sofá y ya no estaba.
Aquello destrozó a su familia. Alejandro, su hermano mayor, se encontraba de vacaciones en Tenerife y tuvo que hacer el viaje de vuelta sabiendo lo que encontraría al llegar. César, el pequeño de la casa, tenía solo 12 años. La causa del fallecimiento fue muerte súbita por miocardiopatía dilatada. Entonces no lo sabían, pero era genético. Su padre lo había sufrido tiempo atrás, pero aguantó hasta llegar al hospital. «Fue lo mismo y encima él no fumaba, no bebía y hacía muchísimo deporte», lamenta Tomás.
Tras lo sucedido se instalaron desfibriladores en el campo de fútbol de Otura y en el pabellón. «Se preocuparon porque tuviésemos formación para usarlos, pero afortunadamente no han hecho falta. También llegamos a un acuerdo con varios centros para los reconocimientos médicos, para que no fuera solo firmar un papel, sino que se hiciera bien. Para eso influyeron casos como el de Antonio Puerta o Dani Jarque», agrega el entrenador.
Vidas marcadas
La vida seguía, pero nada volvió a ser lo mismo. El hermano mayor de Adrián se disponía a empezar sus prácticas como policía. Se juntó el peor momento de su vida con un nuevo comienzo ilusionante. «Nunca se supera, se aprende a vivir con ello», dice Alejandro a sus 33 años. Por su parte, César cree que de alguna forma intenta seguir los pasos de Adrián. También le apasiona el fútbol y la música. «Somos muy iguales. Me da rabia, mi crecimiento hubiera sido muy diferente si él estuviera aquí», asegura el más joven de la casa, que ya tiene 24 años.
Juan Reyes, el mejor amigo de Adrián desde la infancia, lo tiene presente sobre todo en los buenos momentos. Deberían haberlos vivido juntos. «Recuerdo lo buena persona que era y lo que nos gustaba chinchar a nuestras madres. Aquello me marcó, hizo que me diera cuenta de que te puede pasar cualquier cosa en cualquier momento. Me enseñó a valorar la vida y a mirar adelante aunque él falte», apostilla Juan Reyes, que ahora es íntimo amigo de Alejandro.
Esta pérdida también marcó de por vida a Mariano, su entrenador. Cada año organiza junto al Otura C.F. un memorial en el que varios compañeros juegan en honor a Adrián. Será el próximo 28 de junio. «Era un espectáculo de persona, con un compromiso tremendo. Lo echo de menos, para mí fue muy especial», admite.
Como no, los que le dieron la vida son los que más siguen sufriendo. Su único consuelo es saber que tuvieron un hijo maravilloso. «Siempre lo recordaré con la alegría de aquella época, con sus hermanos, feliz. Dejó huella», confiesa su madre entre lágrimas. «Cada vez se va convirtiendo más en un ídolo, todo lo que recuerdo es bueno. Es como si no hubieran pasado 12 años», añade su padre emocionado.
Y es que Adrián siempre será el joven de Otura que hacía feliz a los que le rodeaban. Pase el tiempo que pase.
El Virgen de las Nieves cuenta con una unidad para detectar casos hereditarios
El caso de Adrián Cabello llegó a oídos del cardiólogo Juan Jiménez, que allá por 2009 había comenzado una línea de investigación para analizar las causas genéticas de la muerte súbita y las cardiopatías hereditarias. La familia de Adrián fue de las primeras estudiadas por el sanitario para entender la enfermedad causante y descubrir si había más casos. El cúlmen fue la creación en 2012 de la Unidad de Cardiopatías Familiares del Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada, cuyo responsable es el propio Juan. Actualmente la unidad hace seguimiento a 500 familias en Granada.
La unidad creó un protocolo pionero con el Instituto de Medicina Legal para que en casos de muerte súbita sospechosos de cardiopatía hereditaria les envíen muestras de sangre, e incluso puedan realizar un examen del corazón. El objetivo: descubrir si los familiares del fallecido están en riesgo por ser hereditario. «Dentro del drama es un alivio psicológico para ellos tratar posibles casos a tiempo», explica Juan Jiménez. De las 200 muertes súbitas que se producen al año en Granada, en torno a un 10-15% tienen causas hereditarias, es decir, unos 20-25 casos anuales. El resto son principalmente infartos.
En los pacientes identificados se realiza un estudio profundo del corazón y se receta un tratamiento personalizado, pastillas que en ocasiones sitúan el riesgo en cero. En otros casos se instalan desfibriladores en los hogares de los familiares. «Hay casos en los que hay hasta siete implantados en una misma familia. No podemos permitir que después de que haya ocurrido se vuelva a repetir», admite Jiménez, que insiste en que en estos casos la clave está en la prevención.
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