Adiós a Martinmorales, la risa insobornable
El histórico dibujante de IDEAL y ABC, uno de los humoristas gráficos más cáusticos del último siglo, fallece a los 76 años en Granada
Pablo Rodríguez
Granada
Sábado, 27 de agosto 2022, 15:30
El dibujante Francisco Martín Morales, uno de los humoristas gráficos más cáusticos e inteligentes del último siglo, ha muerto este sábado en Granada a ... los 76 años. Sus restos van a ser velados en el cementerio de San José hasta el mediodía del domingo, cuando tendrá lugar un acto de despedida y su incineración.
Con su muerte, se va uno de los últimos representantes de la generación dorada del viñetismo español, una estirpe en la que se incluyen figuras como Forges, Mingote, Máximo, Chumy Chúmez, El Perich, El Roto o Peridis y en la que Martinmorales, nombre con el que firmaba sus dibujos, está considerado como uno de los máximos exponentes.
Nacido en Almería en 1946, se formó como dibujante contra la opinión de su padre. Así lo contó él mismo en una entrevista a este periódico en la que reconoció una «vocación temprana» por las artes y las humanidades que heredó de su madre. A esas aficiones sumó un humor inagotable que evidenció ya desde sus inicios en las revistas ligadas a Bruguera, donde dio sus primeros pasos. En el histórico sello aprendió a dar forma a personajes en los que volcó una mirada irónica de la que hizo gala durante toda su trayectoria.
El éxito, sin embargo, le llegó más tarde, desde IDEAL. A la cabecera llegó tras una primera experiencia en Madrid y de la mano del director Melchor Sáiz Pardo, con quien compartía una visión renovadora del momento. Su viñeta diaria era el colofón de una redacción abierta a los cambios predemocráticos que vivía España y en la que la mano de Martinmorales retrataba con mordacidad una sociedad hastiada de la bunkerización nostálgica y ansiosa de libertad.
En uno de sus dibujos más conocidos, resumió la dura convivencia en aquellos tiempos de los medios de comunicación con la censura. La escena muestra a un locutor de radio bajo la sombra del cadalso. Sabía de lo que hablaba. Lo había padecido en carnes, como dejó patente en aquella otra estampa en la que mostraba a un periodista manco frente a una máquina de escribir y a un representante del régimen con los brazos del informador al cinto.
En la muestra que comisarió en 2016 el periodista Alejandro Víctor García, amigo del dibujante y uno de los mayores expertos en su obra, se expusieron decenas de citaciones judiciales que Martinmorales había recibido por su valiente labor en los años previos e inmediatamente posteriores a la muerte de Franco. El almeriense, por fortuna, logró esquivar los ataques gracias a la Ley de Amnistía.
Con la Transición, amplió sus colaboraciones a otras cabeceras como Interviú, Mundo Diario o El Jueves. En todas ellas hizo patente su apego a la actualidad, que diseccionaba con una mirada crítica y un compromiso irreprochable hacia los valores e ideas que defendía. Fue insobornable hasta romper con el felipismo que inicialmente había propugnado como una solución a la España decadente y oscura que había dejado el franquismo. De aquella etapa destaca la serie La Moncloaca, en la que demostró además la enorme evolución de su trazo, capaz de parir con igual soltura pequeñas viñetas, dibujos e historietas.
Esa capacidad transformadora, resultado de un interés constante por el arte, fue la que más se celebró en sus últimos años, ya en ABC. A la histórica cabecera llegó tras pasar por Diario de Granada, donde había convivido con otros grandes del periodismo como Antonio Ramos Espejo o Rafael Guerrero, y allí se encumbró como uno de los grandes caricaturistas. De aquellos años se recuerdan, por ejemplo, la histórica viñeta en la que Aznar aparece aplastado por el perfil del país bajo el lema 'No a la guerra' o aquella otra en la que Zapatero azuza a Baltasar Garzón a una búsqueda de huesos.
Los reconocimientos le llegaron con justicia, especialmente de Granada, donde lo fue todo. Entró en la Academia de Bellas Artes y recibió la Medalla de Oro de la Ciudad. En su discurso, un compendio de humor mordaz, reconoció estar cumpliendo escrupulosamente «los necesarios peldaños en el escalafón honorífico». Entonces dijo estar orgulloso de haber sido paje de Melchor en los 80, Baltasar años después y pregonero oficial del Corpus.
Sus últimos trabajos mostraron el enraizamiento en un estilo propio, solo equiparable al de Mingote, en el que todo se comunicaba a través del dibujo. Huyó de bocadillos y frases y se entregó al trazo, a la perspectiva, a la caricatura en un salto de enorme dificultad que le permitió evidenciar la maestría que atesoraba. Fue el summum. Aquel volcán se apagó en 2010, cuando la caída de una rama en su finca de Carataunas le dejó incapacitado. Sobrevivió, pero se detuvo una evolución que los últimos meses le había llevado ya a probar las herramientas digitales.
Desde entonces, vivió cuidado cariñosamente por su mujer, Magdalena de los Heros, y acompañado por familiares y amigos en su casa de Granada, la ciudad que amó y a la que donó la pasada primavera su biblioteca, la misma que ahora le llora.
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