Asesinato en Granada
El acusado del crimen de Juncaril declara que veía «pirámides, demonios y copias» de sí mismoJuan Francisco T. M. dice sólo recordar «un forcejeo con Ana»
La segunda sesión del juicio con jurado contra Juan Francisco T. M., el acusado de matar a Ana Elena G. G., una joven empleada de ... su padre, en el Polígono de Juncaril de Albolote, el 5 de febrero de 2021, ha comenzado este miércoles con el visionado del vídeo del crimen, así como de otras imágenes previas a los hechos captadas por las cámaras de la empresa.
Durante la reproducción de la brutal agresión sufrida por la víctima, el procesado no ha mirado a la pantalla. Sí lo ha hecho un par de veces en las otras secuencias de los momentos previos a la letal agresión, en las que se observaba a la víctima subiendo la persiana para iniciar la jornada laboral o a unas personas entrando justo después en las oficinas.
Tras el vídeo, que se ha reproducido únicamente para los jurados, el magistrado presidente, la fiscal y los abogados (el monitor no se puede ver desde las bancas del público), se ha iniciado el intenso interrogatorio del acusado, que ha accedido a contestar a todas las partes.
La versión ofrecida por Juan Francisco T. M. en esta nueva sesión de la vista, que se está desarrollando en la Audiencia de Granada, no ha sorprendido. Ha sido muy similar a la que ya ofreció en el juicio que acabó siendo anulado por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA). Ha insistido en que en aquellas fechas veía «pirámides», «demonios» y «copias» (dobles) de sí mismo. De lo que hizo a Ana Elena, ha afirmado que «solamente» recordaba «un forcejeo» con ella.
«Me sentía perseguido por las pirámides, creía que iban detrás de mí»
Juan Francisco T. M
Acusado
Juan Francisco T. M. ha negado tener envidia o que se llevara mal con la víctima (las acusaciones creen que sentía celos de Ana Elena porque su padre había depositado toda su confianza en ella, que llevaba toda la parte administrativa de la empresa); al contrario, ha dicho que tenían «una buena relación» y que habían llegado a trabajar juntos en las oficinas meses antes durante dos semanas.
El procesado ha especificado que las voces que escuchaba en sus alucinaciones eran masculinas y le hablaban en castellano. «Me sentía perseguido por las pirámides, creía que iban detrás de mí», ha expresado el procesado, para explicar por qué salió aquella mañana con un cuchillo corriendo hacia la oficina de la empresa de su padre. Antes, ha señalado, estuvo también «en otros sitios». La distancia entre su casa y la empresa es de unos tres kilómetros.
«Creía que todo el mundo me quería matar y salí con el cuchillo asustado a la calle», ha precisado, al tiempo que ha manifestado que empezaron a darle aquella mañana «ataques de agresividad» tras pasar toda la noche con supuestos delirios. Se llegó a creer «Horus» y «un demonio».
«Las voces me decían que me iban a matar. Perdí la noción del espacio y del tiempo, y me empezaron a dar ataques de ansiedad incontrolables, de pánico y miedo», ha insistido. «Las pirámides me daban órdenes y tenía que salvar mi vida porque iban a mandar más copias. Las voces decían que me cargase a todo el mundo», ha añadido. En las bancas de la sala se han oído algunos susurros de indignación e incredulidad.
Las alucinaciones, ha reseñado, se agudizaron durante su estancia en EEUU y se las llegó a comentar «a su hermana». Estando allí, según ha agregado, también le hablaban en su mente personas famosas, como «Britney Spears».
«Las voces me decían que me iban a matar y perdí la noción del espacio y del tiempo, y me empezaron a dar ataques de ansiedad incontrolables, de pánico y miedo»
Juan Francisco T. M
Juan Francisco, que ha pasado por cuatro centros penitenciarios en todo este tiempo, recibe medicación desde que fue trasladado a la prisión de Sevilla I, donde fue diagnosticado de esquizofrenia paranoide. «Poco a poco fuí saliendo del limbo de las alucinaciones», ha apuntado. Y entonces fue consciente de «la gravedad» de lo que había hecho.
Una de las preguntas de la fiscal del caso, Nuria Lázaro, ha sido por qué tiró el cuchillo a una piscina tras el ataque a Ana Elena si se seguía sintiendo perseguido por las pirámides. «Sí tenía miedo», ha respondido, para indicar que lanzó el arma a una piscina después de «casi» clavársela al sufrir una caída mientras corría.
Día de cobro
En el juicio no se discute la autoría de los hechos ni cómo se desarrollaron (todo está grabado), sino si el reo tuvo un brote psicótico aquel día, que coincide que era la fecha de cobro en su empresa, en la que estaba contratado aunque faltaba de forma habitual.
Ana Elena, trabajadora y responsable, era, como ha testificado su padre (uno de los 19 testigos previstos en la sesión de este miércoles), quien llevaba todo el trabajo administrativo de la empresa. En aquellos días, el progenitor del acusado, que por lo visto solía pagar en efectivo, estaba ingresado en el hospital por la covid-19. «El acusado sólo aparecía esporádicamente por allí», ha manifestado el padre de Ana Elena.
La defensa, que ejerce el penalista Pablo Luna, sostiene que su cliente actuó enajenado. Por eso solicita su libre absolución y que se adopte una medida de seguridad (su ingreso en un centro psiquiátrico penitenciario). La fiscalía pide en principio lo mismo, aunque ya ha anunciado un eventual giro en su postura en función del desarrollo del juicio.
Las acusaciones particulares que ejercen los padres y hermano de Ana Elena, que están representadas por los letrados Rafael López Guarnido y Francisco García Ballesteros, están convencidas de que el reo fue plenamente consciente de lo que hacía. Y prueba de ello, según vienen recalcando, es que huyó tras echar la persiana de la oficina, donde dejó dentro a Ana Elena herida de muerte. Sostienen que se llevó su móvil y las llaves, y además tiró luego el arma homicida en una piscina.
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