El abuelo de la bebé hallada muerta hace un año en el vertedero culpa a su hija
IDEAL accede a la última declaración del investigado, que sigue preso, como la mamá de la criatura, y compareció en los juzgados hace un mes
El 16 de enero del año pasado, apareció el cadáver de una recién nacida en la planta de reciclaje de Alhendín. Había nacido viva ... y sana, pero, según los datos de la autopsia que trascendieron en su día, presentaba un fuerte golpe en la cabeza. El cuerpecito sin vida de la criatura apareció en la cinta corredera que transporta la basura que descargan los camiones. Lo encontraron unos trabajadores de las instalaciones. Tenía el cordón umbilical cortado y estaba dentro de una bolsa de basura. De las cintas de esa bolsa, los investigadores de la Guardia Civil tomaron muestras. Había ADN de un varón, pero no coincide con el perfil genético del abuelo de la bebé, Miguel A. F., quien sigue encarcelado, al igual que la madre de la niña, su hija Fátima A. O., a quien culpa exclusivamente del crimen.
IDEAL ha tenido acceso al informe del análisis genético emitido por los especialistas del Departamento de Biología del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil, que cotejaron el ADN del abuelo con de un varón hallado en la bolsa. El resultado ha sido negativo. En cambio, el perfil genético de la madre de la criatura coincide con las muestras que se tomaron de la cabeza y pecho de la bebé, así como «de una de las tiras de cierre de la bolsa de basura».
El pasado 11 de enero, tan sólo unos días antes de que se cumpliera un año del triste hallazgo del cadáver de la bebé, Miguel A. F. volvió a prestar declaración como investigado. Lo hizo ante el órgano que tramita la causa, el Juzgado de Instrucción número 8 de la capital, y una vez más se desvinculó completamente del crimen. Sostuvo que «no ha participado» ni de forma directa ni indirecta en los hechos, y aseguró que el alumbramiento no tuvo lugar en su casa –vivía en Talará, en el Valle de Lecrín–, pues si así hubiera sido lo primero que hubiese hecho «es llamar a los médicos».
En su casa de Talará, durante la entrada y registro que practicaron los agentes tras su detención y la de su hija, fue encontrado un colchón manchado de sangre. Sobre este punto, aclaró que tiene dos viviendas independientes en Talará y que en ese inmueble, donde apareció el colchón, es donde solían quedarse sus hijas y nietas. En la otra, vivían él y su madre, de la que cuidaba.
El hombre, cuya libertad ha pedido su defensa sin éxito, garantizó ante el juez no haber participado «en nada de lo que se le acusa». Cree que su hija le ha implicado en el crimen «en «venganza» por haberle instado a ponerse a trabajar y a cuidar de su otra hija, una menor de corta edad de la que se hicieron cargo los Servicios Sociales tras su arresto.
Miguel describió a su hija Fátima como una persona «reservada, mentirosa y ladrona». Tanto que, según su testimonio, no llegó a decirles ni a él ni a sus hermanas que estaba embarazada. Él se enteró del embarazo «cuando dio a luz». No obstante, lo «intuía».
La relación que mantenían padre e hija «era buena hasta que sucedió todo esto». Incluso pasaron esas Navidades juntos, pero tras los regalos del día de Reyes, Fátima «desapareció». Luego, al volverla a ver, le preguntó si había dado ya a luz y ella le contestó «que sí, que había nacido en el hospital la criatura muerta». En ese momento, según aseveró, habló con ella para «arreglar los papeles y darle sepultura», pero Fátima «desapareció» de nuevo. No le quiso dar más explicaciones. Así se desprende del documento de su declaración, al que también ha tenido acceso este diario.
Para el abuelo de la bebé, «la reacción de su hija –que lo incriminó desde un principio– es por venganza». Él le había advertido que la iba a denunciar por no cuidar de su nieta como debe hacerlo toda madre. Al parecer, la niña no estaba bien atendida, incluso «desnutrida».
Vaso de agua
Antes de ser detenida, la mamá de la bebé, Fátima, ofreció versiones distintas a su entorno para justificar la desaparición de su barriga de gestante y no tener a la cría consigo: contó desde que nació muerta en el hospital hasta que sufrió una supuesta violación en un descampado y al despertar ya no la tenía. El pasado 19 de septiembre, introdujo nuevos detalles ante el juez instructor. Aseguró que «esa misma noche, antes de dar a luz, su padre le dio un vaso de agua y le dijo que eso la iba a tranquilizar para dar a luz» –él niega tanto el parto en su casa como que el día 15 Fátima estuviera allí–. El supuesto vaso de agua «le mareaba», pero ella estuvo consciente durante el parto, en el según ella fue asistida por su padre, a quien acusa del asesinato.
En su último relato, llegó a afirmar al juez que «tenía intención de tener a ese hijo», pero que «tenía miedo de su padre». Este supuestamente le prohibió que fuera a reconocimiento médico alguno y la tenía «amenazada». A su pareja y padre de la criatura, Óscar R. P., dio distintas explicaciones. Una de ellas, la de que había dado a luz en un descampado de Alcampo. La respuesta de él fue «tú lo has enterrado».
La causa, según las fuentes judiciales consultadas, se encuentra actualmente pendiente del análisis de otras muestras tomadas en el registro.
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