De la jeringuilla al yihadismo de postureo
Si en los ochenta se utilizaba la amenaza del sida para atracar, ahora se cometen delitos apoyados en la yihad
José Ramón Villalba
Jueves, 17 de marzo 2016, 01:52
Los años ochenta tuvieron en el mundillo delictivo el denominador común de la droga, principalmente de la heroína, ese terrible 'caballo' que fue capaz de ... seducir a miles de jóvenes de Norte a Sur y de Este a Oeste para conducirlos a la ruina, porque ese fue el camino más transitado por ese caballo de la farlopa (heroína). Pasaron los años de esa década oscura para el futuro de mucha gente joven e irrumpió el sida. Esas fueron las dos armas, droga y sida, utilizadas por muchos atracadores para asaltar tiendas o robar a punta de jeringuilla en plena calle.
Sentencias del tipo 'o me das el dinero o te pincho con la aguja de la jeringuilla infectada de sida' servían para poner a los pies del delincuente el dinero o las joyas guardadas detrás del mostrador. La palabra sida por era sinónimo de tener los días contados, hoy sólo es una enfermedad crónica como otras tantas.
Los tiempos cambian conforme se mueven las agujas del reloj o caen las hojas del calendario. Pasa sin pedir permiso. Aquellas amenazas fueron caducando conforme la medicina iba avanzando, al mismo tiempo que los fármacos retrovirales iban supliendo la escasa eficacia del conocido AZT ayudando a cronificar la enfermedad. Con la misma celeridad, los jinetes de ese caballo llamado ruina iban descabalgando poco a poco de lomos de la heroína, unos porque fallecían y otros porque decidían 'viajar' por la vida de otra forma. Ello obligó a dejar aparcadas en el baúl de los recuerdos las temerosas amenazas donde la aguja de la 'chuta' era peor que el filo de la hoja de una navaja.
Han pasado demasiados años y el bombardeo mediático ha convertido ahora al yihadismo en sinónimo de muerte segura y últimamente se han registrado en Granada dos sucesos donde sus autores han recurrido a la amenaza yihadista para cometer sus fechorías, aunque ni los protagonistas eran terroristas ni tenían intención de cometer un acto terrorista.
En Mesones
Uno de estos dos sucesos ocurrió en una tienda de ropa de la calle Mesones hace pocos días. Un vigilante jurado localizó a un individuo con marcados rasgos árabes que había sustraído distintas prendas de vestir y se las intentaba llevar sin pasar por caja. El guardia jurado se encaró con este joven para frenar sus impulsos cleptómanos, y la primera reacción de este individuo fue insinuarle que llevaba pegado al pecho explosivos para evitar que se acercara el vigilante jurado. Aunque no lo consiguió. Hubo intercambio de golpes, pero finalmente resultó detenido.
El otro caso fue el del joven detenido en Pinos Puente el pasado mes de diciembre que al grito de «Alá es grande» intentó incendiar una zona de sierra con un mechero y algo de gasolina, aunque no lo consiguió. Se trataba de un temporero que se encontraba en Pinos Puente para trabajar en la campaña de la aceituna y con las facultades mentales mermadas. Son dos sucesos aislados porque las fuentes consultadas en Policía Nacional y Guardia Civil no hablan de más casos pero que con la distancia respetable del tiempo dan cuenta de cómo la actualidad del momento ayuda a cargar las armas utilizadas para cometer delitos, en este caso, es un paseo desde los años de la jeringuilla a los del yihadismo de postureo.
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