«Ya es hora de que África deje de sufrir»
Víctor Ochen, activista pacifista ugandés y nominado al Nobel de la Paz 2015
Ángeles Peñalver
Domingo, 21 de febrero 2016, 02:15
Victor Ochen, de 34 años, está acostumbrado a comparecer ante la asamblea general de las Naciones Unidas, pero ahora pasa cuatro días tranquilo en Granada, ... en su camino a Bruselas. En la capital belga, se entrevista la semana próxima con Ban Ki-moon, secretario general de la ONU. El africano, activista por la paz y candidato al Nobel en 2015, admira la belleza de la capital en mitad de un rincón espectacular: la Plaza de las Pasiegas, con la impresionante fachada de Alonso Cano a sus espaldas.
Si Ochen mira a su propio pasado, se ve a sí mismo en la zona de Lira, al norte de Uganda, azotada desde hace más de 25 años por continuos combates de un movimiento rebelde. Allí, los insurgentes secuestraban a menudo a niños para utilizarlos como soldados o esclavos sexuales. Muchos de ellos morían en combate y otros eran asesinados por los guerrilleros.
Ochen, de físico impresionante, más de 1,90 metros, y elegancia impecable, ha pasado 21 años en campos internos de desplazados, aislado del mundo, «con miedo a ser secuestrado en un lugar donde la infancia se vivía con dolor». «Hoy hace 20 años, yo no tenía zapatos, hacía sólo una comida al día, no iba a la escuela y mi hermano fue secuestrado», describe sin aspavientos.
Algunos jóvenes que crecieron con Victor «eligieron el camino de la guerra para luchar en el bando del Gobierno o de los rebeldes». Ochen escogió la paz y a los 13 años fundó la African Youth Initiative Network (Ayinet), una entidad que está sembrando paz en África desde entonces. «Llegaremos a ser un bosque de paz que luche por la democracia. Nos sentimos la voz de los sin voz, ya está bien, porque África ha sufrido demasiado».
«Ahora que puedo hablar con los presidentes y con los líderes de la Unión Africana, creo que tenemos que movilizar a muchos más jóvenes de todas las partes del continente. No para una revolución militar, sino para una revolución intelectual que nos lleve hacia una sociedad pacifica. Creo en esa fuerza, en nuestra fuerza».
La suya es una voz ya respetada en todo el mundo. «Y no porque yo tenga muchos estudios, porque represente al poder o porque mi familia tenga influencia, sino porque he vivido esa situación. Yo he sido desplazado interno durante la mayor parte de mi vida y mi familia ha vivido con menos de un dólar al día. Puedo hablar y dar soluciones».
¿Le inspira Mandela?
Hasta los 15 años no supe quién era Mandela, porque viví aislado totalmente en el campo. En la Secundaria supe de su figura y empezó a inspirarme, como una semilla más de la paz en África. A los 13 años, yo me había preguntado: '¿Si yo fuera líder, qué haría para cambiar la situación?'. Y creé la organización para proteger a los jóvenes. Comenzamos ofreciendo ayuda a mujeres violadas, mutilados o heridos de guerra.
El ugandés llega a Granada invitado por los Combonianos, misioneros muy presentes en África, que le han concedido el Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2015.
Recibe premios por pacifista, pero ¿cómo escogió ese camino en mitad de una especie de infierno?
Muy joven decidí que nunca cogería un arma ni aprendería a disparar un fusil. Agradezco que mis padres me inculcaran la disciplina, el esfuerzo y la paz. Podría haber usado mi energía para matar y llegar a ser un líder rebelde, pero elegí un camino diferente gracias a mis padres. Mi madre estaba segura de que un día la vida sería mejor y nos decía que tuviéramos fe en el futuro, incluso cuando la situación era muy difícil.
En los momentos más duros de la guerra del norte de Uganda, Ochen se fijó en los jóvenes que volvían al campo de desplazados tras ser liberados por el LRA. «Muchos se dejaban capturar de nuevo o volvían con los rebeldes porque la vida era mejor en la selva. Vi su rabia. El sentimiento de frustración y el resentimiento crecían». Eso le impulsó a fundar la African Youth Initiative Network, para promover cambios y evitar la adhesión de más chavales al conflicto. «Yo quería explicarles el papel distinto que podrían desempeñar en la sociedad», explica uno de los diez africanos más influyentes en el mundo en el año 2015, según la revista Forbes.
Ochen es pacifista, pero no complaciente: «África necesita perdón, pero también justicia y dignidad. Los estados europeos deberían asumir su responsabilidad y contribuir a la recuperación de la dignidad de los países colonizados, como mínimo, pidiendo perdón y asegurando que no se va a volver a repetir. La reconciliación es justicia y verdad. Pero no se ha producido. África necesita ayuda para sanarse emocional, física y psicológicamente, pero si Europa sólo ofrece apoyo militar no está contribuyendo a esa mejoría».
El activista, con un discurso sin fisuras, sosegado y contundente, menciona el proyecto de ley que recientemente presentó el gobierno de Uganda para encarcelar con cadena perpetua a los homosexuales. Él, que es respetado en su país, aunque anhela un cambio de gobierno hacia una sociedad más democrática, señala: «La población ugandesa no ha recibido una buena educación sobre la homosexualidad, ya que las autoridades trasladan la idea de que la homosexualidad es algo que se quiere imponer desde occidente. No creo que los ugandeses tengan algo contra la homosexualidad, sino que el Gobierno no da margen a la inclusión de ese y otros derechos humanos en el país».
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