«Era de noche y estaba nerviosa, pero el violín me conquistó»
Annika Berscheid, violinista de la Orquesta Ciudad de Granada
Manuel Pedreira
Domingo, 7 de febrero 2016, 00:52
Los padres de Annika eran aficionados a la música clásica y frecuentaban las salas de conciertos de Wuppertal (Renania del Norte, Alemania) y alrededores, así ... que cuando la nena alcanzó la tierna edad de cuatro años decidieron que empezara a aprender a tocar algún instrumento y la apuntaron a clases de piano. Sin embargo, la zagala les sorprendió con una petición inesperada e impropia de su edad. Nada de piano. Annika quería aprender a tocar el violín.
Sus padres no tenían noticia de que la pequeña Annika supiese distinguir un violín de un oboe y pensaron que se trataba de un simple capricho infantil, pero se lo concedieron. Acertaron de pleno.
Annika Berscheid (Wuppertal, 1973) se gana la vida con un violín apoyado en el hombro y desde el año 2001 forma parte de la Orquesta Ciudad de Granada (OCG) junto a su marido Alexis Aguado, un amor en el que la música tiene mucho que ver y que ha alumbrado a dos hijos.
Amor entre violines
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El marido de Annika nació en La Habana pero parte de su formación musical la hizo en Holanda. Allí coincidió con Annika y se fraguó una amistad que primero los llevó a Mallorca y después a Granada. Aquí entraron al mismo tiempo en la OCG y fue entonces cuando surgió el amor. Sus dos hijos admiten poca comparación en cosmopolitismo. Madre alemana, padre cubano, granadinos los cuatro.
El capricho de Annika cristalizó pronto con su ingreso en la Orquesta Nacional de Jóvenes de Alemania, una formación que le abrió las puertas de los teatros más renombrados de Alemania, Austria, Suiza o Rusia en giras que la violinista conserva en su memoria como oro en paño. «Tocar delante de tanta gente y en escenarios tan importantes fue una experiencia única. Fue entonces cuando decidí trabajar con todas mis fuerzas para dedicarme a esto», explica Annika, sentada en una butaca del auditorio Manuel de Falla, su casa desde hace 15 años.
Su primera vez le llegó jovencita, con apenas 16 años. Era una de las más precoces de aquella orquesta joven pero no le temblaron los dedos para atacar la Sexta Sinfonía de Beethoven ('Pastoral') en aquel primer concierto en la Filarmónica de Berlín, la histórica sala de conciertos feudo de gigantes como Von Karajan o Abbado. «Era de noche, la sala estaba llena, estaba muy nerviosa pero el violín me conquistó», resume con el impacto aún bailando en sus ojos color miel. «Había estudiado mucho para llegar hasta ahí pero hasta entonces sólo había tocado en casa, para mi maestro. No me lo creía», añade.
De Holanda a Mallorca
Su etapa en la orquesta joven duró tres años y fue fructífera en formación y en amigos. Tras ampliar sus estudios en Holanda, decidió pasar medio año en Mallorca con otros compañeros y fundar una orquesta de cámara. Mientras trabajaba en ese proyecto, se enteró de que la OCG buscaba violinistas y fue a probar suerte a la vera de la Alhambra. La acompañó uno de esos amigos de la aventura mallorquina y, entre los casi cuarenta aspirantes, los responsables de la OCG los eligieron sólo a ellos dos.
El mensaje del destino era prístino y decidieron hacerle caso. Al principio viajaba con mucha frecuencia a Alemania y a Holanda a participar como invitada en conciertos, una actividad que no ha dejado de lado pero con sus dos hijos se hace más difícil. Se mudaron a Granada, donde ambos han consolidado su puesto como violinistas y donde educan a sus hijos también con música de fondo. La mayor hace sus pinitos en el piano con siete años. Al pequeño, de dos, Papá Noel le regaló una batería las pasadas navidades. «No la deja ni un minuto», confiesa Annika entre risas... aunque quizás los vecinos se rían menos. ¡Que suene la música!
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