«Era un flan, pero salí a cubrir un tiro libre y anoté en el palmeo»

El chaval se llama Jesús Fernández, se levanta 203 centímetros sobre el suelo y, cumplidos los cuarenta y con una decena de temporadas en ACB, todavía se faja bajo los aros y disfruta como un adolescente haciendo lo que más le gusta: jugar al baloncesto. Jesús defiende la camiseta del Covirán Granada, el equipo que mantiene viva la llama del básket en la ciudad que tanto disfrutó cuando se codeaba con los grandes y, un año tras otro, lograba conservar la categoría.

La raíz del baloncesto agarró fuerte en Granada como también se hicieron firmes los vínculos de Jesús con la ciudad. Jugó en el 'Cebé' en dos etapas y categorías distintas y, al borde ya de la retirada, regresó a Granada para establecerse cuando la canasta volvió a llamarlo. La temporada pasada ayudó al Covirán a ascender a LEB Plata (tercera categoría del básket nacional) y en la presenta sigue ofreciendo su magisterio por las canchas de toda España en la que puede ser su última campaña 'profesional'.

Pero vayamos a los primeros 90, cuando un imberbe Jesús Fernández decidió liar el petate e irse a probar fortuna a la cantera del Pamesa Valencia. «Fue un aprendizaje duro, con mucho americano y veteranos muy grandes que no te ponían las cosas fáciles en la pista, aunque después te trataran como a un hijo», relata. Su cometido era ayudar en los entrenamientos, aprender y estar disponible para lo que pidiera su entrenador de entonces, Manu Moreno, hasta que una tarde de sábado, en el pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza, le llegó su momento. «Jesús, prepárate que sales». Cuatro palabras que dejaron al protagonista temblando como un flan.

Ocurrió el sábado 23 de octubre de 1993 delante de 7.500 personas y con nombres en la cancha como Fernando Arcega, Alberto Angulo o Fran Murcia en el lado local y Brad Branson, Carlos Dicenta o JC Barros en equipo del pipiolo Jesús, que contó con dos minutos y medio para su estrenó en ACB, que no pudo empezar mejor. Anotó en su primera jugada, menos de un segundo después de entrar en la cancha. «El partido estaba decidido -perdió Valencia 86-65- y salí a cubrir el rebote en unos tiros libres a nuestro favor. En el segundo, hubo un rebote, palmeé e hice canasta», recuerda Jesús 22 años después, sentado en una silla en el parqué del Palacio de Deportes granadino.

Ya había jugado en la ACB

«Uno nunca sabía si seguiría en esto o no, pero tenía 18 años y ya podía decir que había jugado en la ACB», añade. Esa noche, buscó un teléfono (los móviles eran ciencia ficción) y llamó a casa para contarlo. «Estaba trabajando muy duro y venía de no jugar nada durante una temporada porque era el más joven, así que fue inolvidable», subraya.

Jesús sólo disputó otros seis partidos en esa temporada. Apenas 19 minutos en los que sólo anotó otra canasta. Luego llegaron otros destinos y otras categorías hasta que su llegada a Orense lo consagró, primero con un ascenso a la ACB y después con la consolidación en una categoría que con los años lo vería jugar en Fuenlabrada, Granada o Menorca.

En su paso por Galicia conoció a la madre de sus dos hijos -que ya hacen sus pinitos bajo la canasta- y ambos regresaron a Granada, donde Jesús encontró trabajo y ahora se ha reencontrado con el Palacio de Deportes en su vuelta a la vida real. «Eso es más duro que debutar en la ACB», concluye.