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El incendio de la iglesia del patrón de Granada

Desde el primer momento hubo una implicación de las administraciones, Ayuntamiento y Dirección General de Bellas Artes, y las obras, aunque complicadas, comenzaron pronto

Amanda Martínez

Sábado, 10 de enero 2015, 00:22

Hace poco más de 45 años que ocurrió. Los niños de San Ildefonso habían cantado el 'gordo', que aquel año pasó de puntillas por Granada, ... y la ciudad se preparaba para celebrar la Navidad. En la Iglesia de San Cecilio en el Realejo, los padres Claretianos habían decorado su parroquia con un pequeño belén que colocaron en la capilla de la Virgen de la Salud junto a una guirnalda de luces intermitentes que provocaría una catástrofe. A las dos y media de la tarde del 22 de diciembre de 1969, la iglesia comenzó a arder. A pesar de la rápida intervención de los sacerdotes que estaban en el templo a la hora del suceso y la urgencia con la que actuaron los bomberos, que entonces tenían parque en la calle Parra Alta, el fuego se extendió rápidamente por el artesonado, retablo y altares destruyéndolo por completo. La iglesia, que había sido remozada y 'modernizada' unos años antes (se habían cambiado bancos e instalado calefacción), se quedó prácticamente en los muros. Su interior amaneció destrozado por las llamas. Quedaron negras sus capillas y sus paredes. En uno de los más evocadores rincones de Granada, el fuego desmanteló una iglesia. «Se destruyó el artesonado, sufrieron las pinturas que colgaban de las paredes y las esculturas se conservaron gracias a que el bulto redondo es más fácil de transportar y la colaboración de vecinos, cofrades y los propios religiosos hizo que se salvara mucho patrimonio», comenta el historiador del arte Emilio Caro, que conoce bien la historia de la parroquia y su patrimonio. Se salvó el Santísimo y el archivo que data de 1518. Se sacaron los bancos para facilitar las idas y venidas por las naves y se protegieron las imágenes. La del primitivo Cristo de los Favores, pequeña pero de incalculable valor, que hoy ocupa un espacio junto al altar mayor, perdió su policromía. La talla del patrón San Cecilio, que se encontraba en un espacio de complicado acceso en la parte alta el altar mayor, no pudo sacarse del templo y casi un milagro lo libró del fuego. La Virgen de Belén, de Alonso de Mena, originaria del convento de la Merced, vio también deslucida su policromía. Las titulares de la hermandad de los Favores mostraban algunos signos de la exposición al calor, pero estaban a salvo. No ocurrió lo mismo con el artesonado mudéjar y las pinturas. No había un inventario de los bienes que acogía el templo, pero más o menos se sabía lo que estaba colgado. El fuego destruyó el retablo decorado con pasajes de la vida de San Cecilio obra de Pedro de Raxis, un cuadro del Cristo de la Columna firmado por José Risueño y otras obras procedentes del convento de los Mártires. A las cinco de la tarde el fuego ya estaba controlado. El arroyo que había formado el agua utilizada para su extinción corría cuesta abajo más allá de la calle Molinos.

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