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Isabel, con uno de los usuarios del centro.
Una compañera para empezar a conectarse

Una compañera para empezar a conectarse

Isabel Guzmán enseña a mayores o desempleados a conocer el mundo de Internet y los ordenadores. Es voluntaria del proyecto Andalucía Compromiso Digital

LAURA SANTACRISTINA

Domingo, 7 de septiembre 2014, 01:23

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En un mundo cada vez más electrónico desconcierta comprobar que haya gente para la que todavía un ordenador es un aparato extraño. «Hay más personas de las que pensamos que por sus circunstancias no han podido tener contacto con las nuevas tecnologías», explica Isabel, que dedica algunas de sus mañanas a mostrarles cómo empezar a navegar por este océano de posibilidades. La Junta lleva desde 2004 promocionando la iniciativa Andalucía Compromiso Digital. Hace cuatro años Cruz Roja asumió la responsabilidad de organizar diferentes talleres, jornadas y actividades para los ciudadanos y también crear un nutrido grupo de voluntarios para impartirlos. «Ahora en verano nos cuesta más sacar adelante los cursos porque tenemos la misma demanda pero no tantas personas disponibles para darlos», explica Miguel Ángel Gómez, el técnico de voluntariado. Si durante el año forman el equipo unas veinte o treinta personas, ahora en verano son unos siete u ocho: «Muchos de los que imparten los cursos son estudiantes que, durante estos meses, se marchan de vacaciones o regresan a sus casas », puntualiza.

Para solucionarlo están personas como Isabel, quien lleva involucrada en esta tarea desde el pasado marzo y dedica parte del tiempo libre que le deja su trabajo a esta tarea. «Yo hago un acompañamiento digital -cuenta con timidez- aunque soy usuaria básica». Los grupos, de entre cinco y siete personas, los conforman sobre todo hombres y mujeres vulnerables porque tienen dificultades económicas para acceder a los medios, son mayores o están desempleados. Allí les dotan con un ordenador personal y les van explicando, paso a paso, todas sus dudas a lo largo de sesiones de dos horas. Como mínimo, cada uno recibe cuatro y pueden apuntarse de forma gratuita a cuantas clases quieran. Desde la organización afirman que también pretenden fomentar la inclusión social de estos grupos y otros que por su localización geográfica tienen menos recursos. Por eso tienen dinamizadores rurales en las localidades de más de 20.000 habitantes, donde procuran hacer también lo mismo y a los que se acercan vecinos de pueblos más pequeños.

«Nuestra tarea es animar, concienciar y educar para el buen uso de las herramientas digitales» -explica- y enumera los programas y utilidades que aprenden a usar: el acceso a Internet para hacer una búsqueda efectiva, los caminos para solicitar empleo a través de la web o la plataforma digital del SAE, el correo electrónico, las redes sociales, el procesador de textos y las hojas de cálculo, entre otros muchos. «Lo que intentamos es, sobre todo, hacer que aprendan cosas útiles, que les sirvan en su día a día y mejoren sus competencias para el mundo laboral».

Uno de los hombres que acude a las clases cuenta que él aprendió «hace mucho tiempo» a usar el ordenador, pero que ya se le ha olvidado casi todo. Otro explica que lo necesita para el trabajo, porque es cuidador en un centro de día y es el encargado de mostrar a los internos como utilizar las computadoras.

Además del acompañamiento digital también realizan jornadas y charlas, por ejemplo, 'Educar para proteger', dirigidas a padres y madres que desean saber de qué forma controlar y dirigir el uso que sus hijos hacen del ordenador y los teléfonos móviles.

Enfrentarse al móvil

Otra de las actividades que Isabel recuerda con cariño es la de iniciación al 'smartphone' que organizaron para personas de avanzada edad. «Antes usaban el teléfono viejo a pesar de tener el nuevo; ahora ya se atreven con el inteligente», comenta entre risas. Otra anécdota que cuentan enternecidos desde la asociación es la de una abuela que pudo comunicarse con su nieto a través del correo electrónico, recibir sus fotos y saber cómo era su vida en el extranjero.

Pero no solo los que reciben sus clases, aprenden. Sino que ella es la primera en enriquecerse: «Me está obligando a estudiar, aprender, enseñar y, sobre todo, a hablar en público», reconoce. Para ella esta es su primera experiencia como voluntaria, pero su sonrisa acredita que lo está haciendo más que bien. La suya y la de quienes cruzan la puerta de la calle Granados para recibir sus lecciones.

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