Con ilusión y sin dinero para ver jugar a la ÑBA
Federico es un fan gallego y duerme desde ayer frente al hotel de la Selección
LAURA SANTACRISTINA
Viernes, 29 de agosto 2014, 01:44
Carga a sus espaldas una pesada mochila y lleva acumulados en la suela de sus zapatillas miles de kilómetros. Recorre España con el entusiasmo de ... conocer a sus deportistas favoritos y esta vez está volcando todos sus esfuerzos por abrazarse a la selección española de baloncesto, que se concentra estos días en la capital para disputar los partidos de la fase de grupos del Mundobasket.
«Si no eres pesado la gente te hace caso y es muy amable contigo», explica con una gran sonrisa de satisfacción atravesando su rostro. Un gesto alegre que lo acompaña constantemente y que ha ido paseando por nuestro país desde hace más medio año. Federico es de Brion, un pequeño pueblo cercano a Santiago de Compostela, pero salió de allí durante el invierno para «evadirse», viajar, tranquilizarse y conocer a diferentes personas.
Entre ellas destacan los deportistas. Le entusiasman el baloncesto, el fútbol y el motociclismo por encima del resto de disciplinas. Su pasión es el Deportivo de la Coruña y explica que ya trató de llegar a Granada la semana pasada para poder ver a su equipo favorito en el primer partido de Liga contra los locales, sin embargo, no logró llegar a tiempo. Normalmente define su destino según los eventos que vayan a suceder en las ciudades. Mejor si tienen que ver con el deporte, porque de esa manera logra seguir llenando la memoria de su cámara de fotos. Una en la que ya aparecen los jugadores del Atlético de Madrid, Florentino Pérez, estadios, pilotos y hasta la propia Copa de Europa.
Su perseverancia y el cariño con que aclama a los atletas le ha proporcionado más de una alegría. El propio Álvaro Negredo le regaló una entrada para ver uno de sus partidos en el palco. Lo recuerda con ojos chispeantes. En otra ocasión logró estar con los motociclistas en el circuito de Jerez gracias a un amigo suyo que gestiona el 'merchandising' de las competiciones deportivas. «Allí pude comer, beber, estar con los pilotos, verlos de cerca y caminar por el circuito», narra.
Aunque ahora no tiene entradas para ver los 90 minutos de juego que enfrentarán a España e Irán en el primer partido de la fase de grupos de la Copa del Mundo, no pierde la esperanza de poder vivir el frenetismo de un encuentro así. «Yo no he pedido ninguna entrada, solo he hablado con algunas personas de la Federación para conseguir algunos 'pines', banderitas o pulseras», comenta. Aunque cuesta imaginar que pueda meter algo más dentro de su pesada y voluminosa mochila. Una que le ha acompañado desde el inicio de su viaje, tal vez por eso ahora sean casi siameses y si la colocamos erguida junto a él pueden llegar a tener la misma altura. «Aquí al menos se duerme bien, no hace mucho frío», recalca contento. Y es que desde el miércoles lleva frente al hotel donde se concentra la selección.
Sin prisa pero sin pausa
El gallego no tiene prisa. En su equipo juegan la tranquilidad, la confianza, el carisma, una buena salud, mucha energía y, de vez en cuando, la suerte. Desde que abandonó el Norte de la península ha caminado cientos de kilómetros, ha hecho autoestop y, de vez en cuando, ha logrado comprar un billete de autobús. Su principal fuente de ingresos es vender pañuelos de papel por unos cuantos céntimos, aunque reconoce acumular unos 20 euros al día. Para llegar a Granada lo hizo en compañía de un vecino de Alhendín que, tanto debió de agradarle su compañía que en agradecimiento le regaló 100 euros. Un dinero que empleó para -después de mucho tiempo- dormir por fin en una cama.
«Si llego a conocer este tipo de vida antes, empiezo a hacerlo con 20 años», asegura mientras enciende un cigarrillo. «Yo no molesto a nadie. Tengo familia y amigos», comenta y señala en un mapa todos los lugares donde ha podido disfrutar de su condición de viajero. «A veces puedo trabajar en una feria durante unos días y así saco algo de dinero con el que tirar», continúa.
Los empleados del hotel, los trabajadores de los alrededores y los admiradores ya lo reconocen. Equipado con su gorra de España y merodeando por la zona, ya todo el mundo sabe quién es Federico. Un fan de altura que lleva días esperando a que unos 'monstruos' del deporte le regalen un abrazo.
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